Después de extenderse a lo largo de toda la semana con conciertos gratuitos por toda la ciudad de Bilbao (BIME City) y conferencias (BIME Pro), ayer tuvo lugar el primer día de la nueva edición del BIME Live en el espacio BEC de la ciudad vasca. En esta primera jornada del BIME Live destacaron los veteranos: Einstürzende Neubauten y su libre experimentación sobre el escenario, la demostración de Orbital de por qué son padres de la electrónica actual y la crudeza no solo lírica sino también instrumental de Bill Callahan. Cabe elogiar, también, las ventajas de este festival de pequeño formato: es cómodo y accesible y no pierdes tiempo yendo de un escenario a otro en los solapes.
Aunque el festival comenzó con Rural Zombies a las 19:00h, nuestro primer concierto fue el del californiano Mark Eitzel en Antzerkia, el tercer escenario, más enfocado al concepto “concierto de sala”. De forma llamtiva, Eitzel ofreció uno de los directos más interesantes del día, sin que hubiera casi nadie en la pista (sí en las gradas, que estaban casi llenas). Con todo, el ex-American Music Club demostró tablas y un gran saber estar. Además, el buen sonido acompañó al que, quizá, fuera el concierto más bonito del día. ¿Por qué? Por su honestidad. A lo largo de la actuación, fue contando cosas bastante personales: explicó que una de las canciones está dedicada a una chica con la que quiso tener un hijo y ella le dijo “fuck you”; otra, estaba dedicada a su novio que, aunque le quiera, detesta su música. “No soy tu público”, le dice. Alternó temas antiguos, como ‘Mission Rock Resort’ o ‘I Love You But You´re Dead’, con otros de su nuevo y décimo disco, ‘Hey Mr. Ferryman, como ‘La Llorona’ o ‘The Last Ten Years’. No pudo faltar el momento “I hate Trump”: explicó que una vez alguien de Ohio le dijo que él no era blanco por ser de San Francisco así que compuso una canción contra el whiteness, que terminó con un “I hate Jesus”. Lo mejor, sin duda, su falta de filtros personales, su humanidad, su cercanía y las letras claras y directas.
Los siguientes en nuestro recorrido fueron Royal Blood en el escenario Thunder Bitch, el principal de este año. Aunque su formato dúo es un gran reclamo –de hecho, figuraba como cabeza del cartel–, no dieron la talla. Es decir, sí, si nunca los habías visto y su rock prefabricado te parece algo agresivo y lleno de rabia. No, si ya estás habituado o habituada al concepto concierto-de-autobús (llegan, tocan y se van), lo conoces y sabes por dónde van los tiros. Los británicos Mike Kerr y Ben Thatcher tocaron íntegramente su segundo disco ‘How Did We Get So Dark?‘ en aproximadamente una hora y cuarto, más o menos, sin variar el registro o interactuar con el público mucho más allá del “hola Bilbao”. Eso sí, los fans estaban entregadísimos, como si estuvieran viendo a Queens of the Stone Age. Aunque tuvieron algunos problemas con el sonido –a veces se oían más los instrumentos que las voces–, poco pareció importar a sus espectadores.
De un dúo en una punta del festival, pasamos a otro dúo en la otra punta. De nuevo en el Antzerkia, Bill Callahan ofreció, sin duda alguna, uno de los mejores conciertos de la noche. Solo le acompañaban su guitarra acústica y otro músico con guitarra eléctrica que utilizaba con pedales y distorsiones. A pesar de tan poca parafernalia, no necesitó mucho más para tener llenas tanto la pista como las gradas. Puntual y con un sonido impecable –pese a que él insistía en que le subieran el volumen de monitores–, el de Maryland se centró en temas de sus últimos discos ‘Apocalypse‘ o ‘Dream River‘: ‘Jim Cain’, ‘Ride My Arrow’, ‘America!’ o ‘Riding for the Feeling’ volvieron a brillar en la voz rota del hombre tras el alias de Smog.
El gran drama de la noche llegó con el solape de Metronomy en el escenario principal y Einstürzende Neubauten en el teatro. Aunque quisimos ver mitad y mitad, como sí logramos con Royal Blood y Callahan, decidimos quedarnos en el show de los alemanes tras aventurar que sería el mejor concierto de toda la noche. La inefable banda de rock experimental/industrial/krautrock (y ninguna de estas etiquetas termina de definir completamente qué son Neubauten) abarrotó Antzerkia (de hecho, hubo quien se sorprendido al ver el recinto de Metronomy tan vacío). Esta banda, como muchos sabréis, se caracteriza por emplear instrumentos creados por ellos mismos. Su voz y líder, el ex-Bad Seeds Blixa Bargeld, apareció descalzo sobre el escenario, vestido de forma impecable con un traje negro repleto de brillantes. Comenzó el directo más interesante e intenso de la noche. Una tela blanca como telón de fondo (sobre ella se iba proyectando iluminación de distintos colores) y seis músicos sobre el escenario que iban jugando y alternando distintos instrumentos. A veces, caían clavos de una especie de estructura metálica lateral, otras los unos tubos gigantes servían a modo de gaita (de hecho, Bargeld explicó que si coges la medida exacta de un tubo, puedes imitar a la nota Mi de un arpa). En cada canción, el escenario cambiaba, aparecían y desaparecían instrumentos una y otra vez, instrumentos industriales gigantes que ellos trataban como si fuesen algo normal, con idéntica elegancia que un instrumento convencional. Curiosamente, su setlist fue cronológico: comenzaron con canciones como ‘The Garden’ y ‘Haus del Lüge’, de los años 90, y terminaron con algunas más recientes como ‘Let´s Do It A Dada’ y ‘How Did I Die?’. Ni siquiera la gran bronca que armó Bargeld por un problema de sonido antes del bis empañó el saber estar que proyectan, tras muchos discos y décadas sobre los escenarios.
Con todo el subidón de la experimentación de Einstürzende Neubauten vimos al dúo británico de electrónica Orbital. En el segundo escenario principal, el Heineken, vinieron con la misma puesta en escena que en el WAM de Murcia de este año: pantallas gigantes detrás de su mesa de equipos que, a su vez, estaba situada sobre una plataforma elevada, en la que ellos se sitúan con sus ya características gafas-focos y unos visuales impresionantes. Decimos impresionantes porque, además de ser muy grandes, jugaban mucho con los aires apocalípticos que nos rodean estos días. Guerras, fuego o mensajes intensos acompañaron su música. El toque pop divertido de la actuación volvió a ser su versión de ‘Heaven Is A Place On Earth’ de Belinda Carlisle, que combinaron con clásicos como ‘Impact (The Earth Is Burning)’ o temas más recientes como ‘Wonky’. Aunque durante un tramo del show pareció que bajaba la intensidad, los hermanos Hartnoll lograron cerrar su set con el público animado y con evidentes ganas de fiesta y baile, que muchos continuaron en el escenario electrónico GAUA (popularmente rebautizado «guau guau»).
Nosotros no lo encontramos, sin embargo, con Kiasmos en el escenario Thunderbitch. Aunque es innegable la calidad del dúo islandés, demasiado lineales. Ante un público ya bastante ebrio que buscaba desesperadamente el baile y no abstraerse tanto, estuvieron solo correctos con una selección de sus primeros EPs (‘Drawn’) y su debut homónimo (‘Looped’). Curiosamente, apenas deedicaron tiempo al reciente ‘Blurred’.
Imágenes de Orbital y Einstürzende Neubaten, del Facebook de BIME Live!