Aprende a ser adulto con el último disco de The National

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Aprende a ser adulto con el último disco de The National

Seguramente es porque la fama les llegó a partir de ‘Boxer’, su cuarto álbum, pero sea por lo que sea es innegable que todos asociamos a The National con la madurez. En ello se escudó todo el que llegó tarde a ‘Alligator’, su primera publicación relevante a cargo de Beggars Banquet. Quien los descubrió cuando lo hizo todo el mundo, con la que sería su segunda y última referencia con el sello británico, tuvo que hablar entonces de paso adelante, de que ya estaban maduros, para argumentar su merecido salto a la fama, cuando en realidad solo se trataba de justicia poética.

Entonces, ¿cómo calificaríamos ahora la verdadera madurez de The National? En ‘Sleep Well Beast’, su alabado séptimo disco publicado a finales del verano, se revela una banda definitiva y totalmente adulta, con problemas y temáticas de adulto, con soluciones e ideas serias y moderadas, dispuesta a asumir responsabilidades; en definitiva, más madura que nunca.

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Es verdad que por estilo, por la morfología y por las sensaciones que producen las canciones de The National desde ‘Alligator’, en sus últimos y más que notables cuatro discos –sin contar con este último–, el quinteto de Ohio siempre ha dado la impresión de estar formado por hombres maduros hechos y derechos: señores bien vestidos que beben –y saben de– vino y que tienen el aplomo y la postura de Don Draper al sentarse. Gente elegante que tiene siempre la casa recogida y limpia, decorada con madera oscura y materiales nobles; con sillón aristocrático y libros de arte, diseño y arquitectura que ojea habitualmente. Eso ha evocado siempre su particular rock alternativo.

Pero una cosa es la elegancia y el estilo, y otra la madurez real. Que a Matt Berninger le queden de cine los trajes, las gafas y esa voz de barítono lenta y comprensiva, no significa forzosamente que transmita valores paternales ni que haya sentado la cabeza. Pero si escuchamos atentamente ‘Sleep Well Beast’, su nuevo trabajo, es evidente que o lo ha hecho o está en proceso activo y voluntario de hacerlo. Es una guía para aprender a ser adulto y a tomarse la vida con calma, sensatez y responsabilidad. Un manual que, sinceramente, muchos necesitamos pasados los treinta.

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Aunque en el disco, en general, Berninger –aunque no solo desde una perspectiva exclusivamente masculina: su esposa, la escritora Carin Besser, le asesora y co-escribe sus textos e incluso alguna melodía– reflexiona sobre cómo conservar el amor por su pareja después de tantos años, hay momentos y frases concretas entrelíneas en las que transmite paz y verdadera filiación por su vida estable y plenamente adulta. Reflexiones que denotan madurez, aceptación frente a determinadas realidades, aplomo y fiabilidad.

‘Nobody Else Will Be There’

Aparte de que la canción evoca un salón confortable, cálido y familiar, con chimenea dentro y ventisca fuera, la forma en la que Berninger dice “¿No podemos irnos a casa?” sobre una base de piano acolchado sugiere mucho más las ganas de estar en casa, de acurrucarse frente al fuego y estar tranquilo, que no el clásico ¿en tu casa o en la mía? Esto no va de sexo, va de confort.

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‘Day I Die’

Algo parecido insinúa aquí, aunque en un supuesto contexto post-relación –no olvidemos que el tema arranca con un “No te necesito” muy relevador–, cuando dice “Prefiero andar todo el camino a casa ahora que pasar un segundo más en este lugar”. Frente a un escenario de fututo incierto, de problemas conyugales sin resolver, Berninger muestra aplomo incluso de cara a la peor de las tragedias.

‘Walk It Back’

Más complejo resulta en ‘Walk It Back’. La reflexión, metaforizando realidad política y relaciones fallidas, apunta hacia la aceptación vital de que no todo está en nuestra mano, frente a la confesa manía de Berninger de controlarlo todo: “Siempre estoy pensando en cosas inútiles / Siempre estoy revisando / (…) Olvídalo, nada que yo cambie cambia nada”. O como dice el discurso de Karl Rove: “Crees que las soluciones surgen de una realidad discernible. El mundo realmente ya no funciona de esa forma”. ¿No es esa una de las claves de la madurez (sin necesidad de dejar de ser contestatario e idealista)?

‘Born to Beg’

Otro síntoma de adultez es sentir que has vivido ya completo el ciclo vital de tu ciudad; que ésta cambia, envejece, muere y empieza de nuevo, una y otra vez. Sea cual sea, esto nos pasa(rá) a todos. El verso “New York is older / And changing its skin again / It dies every ten years / And then it begins again” (“Nueva York es vieja / Y está cambiando su piel otra vez / Muere cada diez años / Y entonces empieza de nuevo”), dentro de un contexto instrumental acomodado y de fidelidad en la lírica, lo explica a la perfección.

‘I’ll Still Destroy You’

En la visión que Berninger expone aquí en relación a las necesidades aprehendidas y a las dependencias, a las drogas y a la automedicación, pone en valor las cosas importantes de la vida adulta, que merecen la pena ser vividas plenamente y no como un ente adormecido y apático incapaz de sentir nada sin ese suplemento. Además, ese “Pon tus talones contra la pared / Te juro que has crecido un poco desde que te vi” tan de padrazo, aparentemente dedicado a su hija, pone la guinda a su discurso.

‘Guilty Party’

Uno de los puntos cumbre de esta guía para aprender a ser adultos con The National se revela mediante el discurso de ‘Guilty Party’, con ese estribillo que dice “Digo tu nombre / Digo que lo siento / Sé que no está funcionando / (…) No es culpa de nadie / No hay culpables” tan comprensiva y juiciosamente. Es un discurso duro pero también sólido, responsable y confortable: palabras de las que te puedes fiar. Cualidades de alguien hecho y derecho.

‘Carin at the Liquor Store’

Pero de alguien maduro y adulto también se espera que asuma las culpas y su responsabilidad cuando le toca hacerlo. “Así que échame la culpa / Realmente no me importa / Es una conclusión inevitable”, confiesa aquí, sin renunciar a un perdón que pueda salvarlo todo: “Va a ser diferente después de esta noche / Vas a verme bajo una luz diferente”. Porque ser adulto o maduro no significa forzosamente dejar de soñar.

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