No es posible valorar el nuevo trabajo de Editors sin caer en la nostalgia. Hay demasiadas cosas que se han perdido por el camino: el molde de aquellas invencibles ‘Lights’, ‘Munich’, ‘Blood’ u ‘All Sparks’, primeros chutes de una adicción que ha venido perdiendo sentido; a Chris Urbanowicz, su insustituible guitarrista fundador; luego, por consiguiente, el punch de sus cuerdas; y, como consecuencia general, el norte compositivo que les hizo emerger hace más de una década. Pero no todas son malas noticias para la banda inglesa. De hecho, como ya vaticinábamos al son de ‘In Dream’, su anterior entrega, lo peor ya ha pasado. Tom Smith sigue al frente de un proyecto que se recompuso estilísticamente en dicho trabajo oscureciendo sus atmósferas y profundizando sus ritmos. Aunque ‘Violence’ pueda seguir decepcionando a todo el que trate de volver a cabalgar al dragón de ‘The Back Room’, y aún sin ser el mejor, seguramente (y con permiso de ‘In Dream’) sí es su álbum más arriesgado y a la vez equilibrado desde aquél.
Partamos de la base intencional de Smith, quien, ayudado y encandilado por la electrónica de Benjamin John Power (Fuck Buttons, Blanck Mass), ha querido hallar un punto de encuentro entre su incuestionable capacidad melódica-vocal, la brutalidad de la electrónica, y las tradicionales guitarras de la banda. No estamos ante una nueva categorización del estilo de Editors, ya que presentan más un abanico de sonidos separados que un paradigma que abarque el conjunto, pero sí han logrado parir un puñado de temas con su sello reconocible, basados en parámetros musicales diversos. Uno de los que mejor funciona, en cierta continuidad con su último álbum, es el de la homónima ‘Violence’: con un beat oscuro, texturas ásperas y acabado sintético; un espacio entre el post-punk más sofisticado y el house más narrativo. También funciona, dentro de una primera mitad con más vitalidad que la segunda, el planteamiento eufórico vertical de una comprometida ‘Magazine’, que lo pide a gritos –“Just talk the loudest with a clenched fist”–, el de una floreciente ‘Cold’ y el muy synthpop-épico de ‘Nothingness’.
Las tangentes menos previsibles de la primera mitad de ‘Violence’, siempre dentro de un derroche importante de energía, son ‘Darkness at the Door’, que recuerda al pop brillante, colorido y reluciente de Phoenix, y la poderosa y guitarrera ‘Hallelujah (So Low)’, emparentada con aquellas ‘Apocalypse Please’, ‘Hysteria’ o ‘Stockholm Syndrome’ del ‘Absolution’ de Muse. Esta última, probablemente la pieza que mejor encarna el equilibrio de fuerzas buscado por Smith, fue compuesta por él al volver de un viaje con Intermon Oxfam al corazón de la crisis de los refugiados en Europa oriental, y refleja un punto de crítica evidente, un llamamiento a la unión para arreglar el mundo, presente en gran parte del álbum. Una visión pretendidamente constructiva y esperanzadora de la sociedad, también expuesta en ‘Darkness at the Door’ –“This is our corner of the planet / It’s the straight edges we inhabit / We ignore the darkness at the door / I just need friends and nothing more”–, ‘Magazine’, ‘No Sound But the Wind’ –“Help me to carry the fire / To keep it alight together / This road won’t go on forever”– y ‘Counting Spooks’.
Aunque equilibrado, a medida que avanza el disco sus canciones pierden conexión entre ellas. La euforia del inicio pierde continuidad y, por mucho que sean bonitas, piezas como ‘No Sound But the Wind’ –recuperada de la BSO de Crepúsculo y reducida a piano– y ‘Belong’ no terminan de resultar complementarias con respecto al fragmento más energético. Sobre todo teniendo en medio esa bowiesca ‘Counting Spooks’. Puede que el problema radique únicamente en el orden de las canciones, pero la sensación es que el arranque de entusiasmo se desvanece por agotamiento. Porque no, la euforia no cae del cielo –“You were waiting for elation / Like it would fall out of the sky”, ‘Cold’–, hay que alcanzarla y ganársela como si fuera escalar una montaña. En ese sentido, ‘Violence’ es algo más que un quiero y no puedo. Partiendo de la base sanadora y oscura de ‘In Dream’, Editors han recuperado algo de ese ímpetu vertical, se siguen aproximando a la electrónica y no pierden el distintivo melódico-vocal. La mala racha, definitivamente, ha quedado atrás.
Calificación: 6,8/10
Lo mejor: Las guitarras de ‘Hallelujah (So Low)’, el beat oscuro de ‘Violence’ y la euforia vertical de ‘Magazine’
Te gustará si te gusta: Ver a un grupo que ha pasado una evidente crisis esforzarse por seguir creciendo musicalmente
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