Lana Del Rey da por concluida su gira ‘LA To the Moon’ esta semana en España, y por tanto una etapa histórica para su carrera en la que se ha consolidado como una de las grandes. Hoy 20 de abril, la cantante neoyorquina toca en el Palacio Vistalegre de Madrid y anoche lo hizo en el Palau Sant Jordi de Barcelona, donde ofreció un concierto fascinante y extraño que os resumimos en 4 puntos +1.
La telonera, Cat Power
Los fans de Lana sabrán que Cat Power es una de sus mayores influencias, y es un gusto que Lana haya decidido reconocer su “deuda” con ella trayéndosela de gira, y posiblemente presentándosela a miles de fans que hasta anoche nunca habían oído una canción suya. Chan Marshall no presentó sus grandes clásicos, ni mucho menos rindió homenaje a ese ‘Moon Pix’ que en 2018 cumple 20 años, pero sí dio un mini set cálido y acogedor en el que se mostró bastante segura de su repertorio, y en el que demostró que su voz ha madurado como el vino, en canciones como ‘Good Woman’ o ‘Song to Bobby’.
El extraño setlist
Como los de sus amigos Radiohead, los setlist de Lana Del Rey nunca son el mismo en cada concierto, aunque los cambios a los que lo somete sean ínfimos. Sin embargo, hay que resaltar el ninguneo del setlist al último disco de la cantante, ‘Lust for Life’, del que apenas rescata cuatro canciones -depende del concierto- pese a ser el disco que supuestamente está presentando por todo el mundo. La intro de Mancini mola, las conmovedoras interpretaciones de ‘Terrence Loves You’ y, sobre todo, ‘Yayo’, una canción que nunca será lo suficientemente reconocida, valen oro; Lana agradeciendo a sus fans por disfrutar de su “periodo triste”, también, pero el final con ‘Off to the Races’ directamente no tiene sentido.
El dinamismo del set
El escenario de Lana replica una piscina exterior. Hay plantas, rocas, arbustos, un piano de oro, por supuesto proyecciones de agua en el suelo, una tumbona, columpios… Y Lana Del Rey le saca provecho a todo. Porque la música de Lana no da lugar a parafernalias, pero en su concierto siempre pasa algo, u ocurre algún cambio que evita que todo parezca lo mismo. Cuando Lana no canta de pie, lo hace en el suelo o sentada en las escaleras y cuando no, tumbada en una tumbona o encima de un piano, y mientras ella canta, la actividad no cesa: las bailarinas aparecen, se van, luego vuelven con unas sombrillas, y mientras ellas bailan emergen dos columpios del cielo, en uno de los cuales se balancea Lana después para cantar una canción (‘Video Games’). Y cuando Lana se aburre del escenario se sienta en las escaleras o baja a las primeras filas a saludar a sus fans… He visto conciertos con grandes alardes técnicos mucho menos dinámicos, quizás por ser también menos espontáneos.
El “y ahora qué canto” del tramo final
Resulta cuanto menos surrealista atender a una artista del nivel de Lana Del Rey, instalada en un pabellón como el Sant Jordi, tocar delante de decenas de miles de fans y consultarles qué canción quieren oír como si estuviera en el último bar del barrio de Gràcia. Hubo al menos cuatro peticiones de sus seguidores satisfechas, entre ellas ‘Carmen’, una canción “difícil” de tocar, como indicó Lana en español, y sobre todo una especial ‘Old Money’ que Lana ha vuelto a recuperar en Barcelona, cinco años después de interprearla, de nuevo a petición de los fans, y a capella, en el festival VIDA, cuando presentaba ‘Ultraviolence’. Parece que la experiencia le marcó, y de nuevo la canción le quedó totalmente preciosa. Sin embargo, cabe preguntarse si vale la pena, por ejemplo, rescatar ‘Gods and Monsters’ cuando ‘Love’ queda fuera.
La conexión espiritual con sus fans
Hubo momentos en que Lana no parecía totalmente comprometida con el concierto. Se le olvidó parte de ‘Lust for Life’ y pasaba de disimular los pregrabados o directamente de cantar versos enteros. Parecía cansada y es normal, la gira termina y Lana lleva cuatro meses de viaje por todo el mundo, ha de estar exhausta. Pero de lo que no está cansada es de sus fans. Lana parecía ansiosa de acercarse a ellos durante todo el concierto, y durante el momento álgido de ‘West Coast’, bajó al escenario para saludarles, firmarles discos y hacerse fotos con ellos. La sinergia entre la parte final de la canción y el contacto apasionado con sus fans fue brutal. Con los ojos cerrados, Lana se acostaba suavemente en los brazos de sus seguidores, derritiéndose en su calor, y escuchaba atentamente todo lo que tenían que decirle. Se produjo entre Lana y sus fans una verdadera conexión espiritual y fue hipnótico atenderla desde las gradas, mientras sonaba una música inquietante de fondo (ya hacía rato que ‘West Coast’ había terminado). Antes de irse, agradeció a sus fans por inspirarle con su “energía”.