Emil Ferris / Lo que más me gusta son los monstruos
Las primeras palabras de Guillermo del Toro tras recibir el Premio Málaga-Sur en el reciente certamen malagueño de manos de Ron Perlman y Marisa Paredes, fueron: “Lo que nos enseñan los monstruos es que ser falible e imperfecto es lo más bello que puede ocurrirnos a los seres humanos”. Esta afirmación nos viene que ni pintada para describir la primera novela gráfica de la norteamericana Emil Ferris, cuyos dibujos e hilo argumental dicen tanto como las palabras del director mexicano.
Karen Reyes, la protagonista de ‘Lo que más me gusta son los monstruos’, es una niña-lobo lesbiana que vive en Chicago en los años del despertar del cine de terror, la arquitectura pop, las revistas de monstruos, los tatuajes y los fenómenos paranormales. Mediante un cuaderno-diario gráfico y haciendo uso de sus dotes como detective y gran observadora, Karen va dando detalles de la investigación secreta del asesinato de su vecina del piso de arriba, todo ello en un ambiente de padres divorciados, con un hermano mayor como figura a idolatrar y sin amistades que terminen de cuajar como definitivas.
Este debut de Ferris con 55 años (antes fue diseñadora de las figuras de los Happy Meal de McDonald’s o ilustradora médica), es visualmente abrumador. Destacan sus dibujos realizados con bolígrafo, otorgando una radiografía precisa, detallada y cercana al estilo Robinson; o la maestría con la coloración a rotulador junto a la técnica “cross-hatching” de fondos entrelazados, punteados y rayados, muy en desuso en el cómic, que dota de cierto carácter retro y que otra autora como Nina Bunjevac desempolvó hace unos años con destreza.
No hay técnica que, de un modo u otro, no sobrevuele sus más de cuatrocientas páginas. Y ojo, ni se hacen largas ni tampoco lo contrario. Si eres capaz de engullir con rapidez, puedes hacerlo sin miedo a acabar enseguida. Y si eres de los que se recrean, con ‘Lo que más me gusta son los monstruos’ vas a estar acompañado una larga temporada de una amistad entrañable, que por fortuna va a tener segunda parte. 10. Disponible en Amazon.
Gipi / La tierra de los hijos
¿Se puede reflexionar sobre el futuro de la sociedad, en un entorno postapocalíptico, a través de los recuerdos? El italiano Gipi crea una atmósfera de rememoración situando a un padre con sus dos hijos en un terreno hostil, violento, no apto para todos los estómagos, sin concesiones a la ternura, y donde la acción es interminable.
‘La tierra de los hijos’ tiene la intención de plantear cuál podría ser la realidad que nos espera a la vuelta de la esquina, donde la supervivencia se pone a prueba a cada minuto, pues su autor reconoce estar inspirado lejanamente en la actual situación política italiana y en la religión.
En primer lugar, el trazo de los dibujos en ‘La tierra de los hijos’, para generar más angustia en el lector, es tembloroso, crudo y sin nada de color, solo en blanco y negro. Y en segundo, la presencia de textos en buena parte de las páginas no existe, lo cual genera narrativamente mayor tensión. Estos dos torrentes, distanciándose y mucho de sus obras anteriores, son las mejores armas que Gipi ofrece esta vez, llevándonos a descartar cualquier signo de vitalidad o positivismo. Al final queda la sensación de asistir a una clase insólita de reflexiones, un desasosiego ligeramente ensombrecido por el ejercicio de la reiteración, pero con un empaque que no contempla el uso de edulcorantes ni esteroides. 8,2. Disponible en Amazon.
Emmanuel Guibert / Martha y Alan
Emmanuel Guibert, uno de los grandes referentes de la corriente Nouvelle BD o nuevo cómic francés, surgida en los años 90 para hacer frente a la industria convencional desde pequeñas editoriales, vuelve a la actualidad para continuar con la serie dedicada a Alan Ingram Cope. Guibert se hizo amigo con apenas 30 años de Alan Ingram, un soldado americano destinado a Europa en la Segunda Guerra Mundial, cuando este tenía 70 años. Esas interminables charlas, durante cinco años antes de su fallecimiento, han dado lugar a ‘La guerra de Alan’ y ‘La infancia de Alan’. Con esta nueva entrega, Guibert rinde un formidable tributo a la memoria, no solo de un amigo, sino a una generación que combatió en la guerra lejos de su país.
En lo gráfico, ‘Martha y Alan’ se distingue de sus antecesores. El uso de la doble página y amplios márgenes, como el marco de un cuadro, suponen al lector quedarse parado incluido en los recuerdos de Alan. La utilización del color hace recuperar una memoria ya difuminada en el tiempo: tonos cálidos para la infancia, grises para la edad adulta y neutros un tanto borrosos para la vejez. No falta la imagen real, a modo de fotografía, tan frecuente en los trabajos de Guibert, fijando momentos precisos que se graban a sangre y fuego en la mente. Eso, a la par que una narración impecable, es su distinción, y hacernos partícipes de una amistad tan valiosa, como lo fue la de sus protagonistas Martha y Alan desde que eran niños, no tiene precio. 8,8. Disponible en Amazon.