Hace unas semanas el cordobés Álvaro Muñoz lanzaba el primer largo de Summer Spree, ‘Sub Lumine‘. Un proyecto muy especial y alejado de viejos alias como Tarik y la Fábrica de Colores o Rufus T, que le hicieron ser uno de los artistas nacionales más prominentes de la pasada década (aunque su bagaje comenzaba en los 90). Bajo este nuevo álter ego, Muñoz esculpe una nueva personalidad, aparentemente ensimismada en el recuerdo de los veranos de los años 80. Pero, lejos de la nostalgia dulcificada, se presenta esquivo, con canciones preciosas pero con un punto siniestro y ácido, bien sea en la música o en sus letras.
Sobre todo ello hablábamos en esta entrevista vía mail en la que Álvaro no sólo detalla el espíritu tras Summer Spree y ‘Sub Lumine’ sino que nos da una visión muy sagaz y algo desencantada del panorama musical español, la industria, la ortodoxia indie, la nostalgia musical, además de recordar aquellos otros proyectos que le hicieron crecer, dejándonos una verdadera colección de titulares memorables.
¿Por qué Summer Spree? ¿Qué es, como concepto?
En mi imaginario particular, surge de la percepción del verano como un lapso de ensoñación casi lisérgica, que es lo que a mí me provocan el calor y la costa. En lo musical, es un desafío, una tabula rasa, intentar olvidar lo que he aprendido en mi carrera como músico y productor para recuperar la excitación por la música.
¿’Sub Lumine’ pretende capturar más lo que te representa ahora musicalmente o un episodio vital concreto? A mí me recuerda a los veranos de mi niñez de forma muy vívida… a las canciones italianas, a las noches en el Levante o la Costa del Sol, a los 80…
Por lo general, el repertorio de ‘Sub Lumine’ tiene un aire evocador, fundamentalmente por los guiños a conceptos como los que mencionas. Pero no quería que fuera como una fotocopia de una foto antigua, sino una reinterpretación de esas imágenes con una textura más desdibujada, como ese recurso cinematográfico de difuminar las escenas que aluden a recuerdos o sueños. La reverb generosa en las pistas de voz busca ese efecto. En términos estrictamente musicales, casi todas las canciones están compuestas con el piano, a diferencia de la práctica totalidad del repertorio de Tarik y la Fábrica de Colores, que está basado en las guitarras.
«El primer disco de Madonna, por ejemplo, supone un punto de inflexión en la música pop, un hito que marca el comienzo de algo extraordinario en la historia de la música»
¿Crees que, en cierta medida, se ha idealizado demasiado esa época, que también estaba llena de sombras? ¿O realmente estamos peor que entonces? Por las opiniones tuyas que leo, no te pega nada ser un nostálgico, y sin embargo estas canciones dirían que lo eres…
Por supuesto que se ha idealizado, como se han idealizado los 60, los 70… La Movida, por ejemplo. Uf, qué pesadez y qué futilidad de abuelo Cebolleta. De los 80 hay cosas que ahora resultan cómicas, vacías o grotescas. Otras son artísticamente interesantes y otras, tremendamente geniales e innovadoras. El primer disco de Madonna, por ejemplo, supone un punto de inflexión en la música pop, un hito que marca el comienzo de algo extraordinario en la historia de la música y su tecnología, en los métodos de producción. Y ahí están ‘Dirty Mind’ o ‘Controversy’, de Prince, y la segunda oleada de British Invasion que vino en aquella década, el último suspiro de la industria británica, pero cargado de hitos. En cuanto a la nostalgia, tienes razón, no soy nada nostálgico. Me entusiasma descubrir cosas nuevas, rebuscar entre las nuevas electrónicas, el vaporwave, future funk, PC music… Y, si te fijas, vaporwave y future funk miran constantemente a los 80, aunque sea con frivolidad o con un punto de ironía estética. Para mí, escuchar esa música es como redescubrir los 80, pero unos 80 de segunda mano. En fin, a Prince lo comparaban con Jimi Hendrix o Sly Stone, a Iggy Pop se le encendió la inspiración con Jim Morrison, a Primal Scream se les veía como los Stones de los 90… Ahora, se asocia a SOPHIE con Björk. Todo el suelo que pisamos son sedimentos de otras épocas, siempre ha sido así.
«Olvidarse o avergonzarse de que uno ha sido joven es una ofensa a la naturaleza, como también lo es refugiarse permanentemente en la nostalgia»
En varios cortes del disco, en las letras, pareces marcar muy claramente el salto generacional. El más claro ejemplo es ‘Jóvenes’, pero también lo percibo en ‘Después de esto’. ¿Es una renuncia expresa a acercarte a una nueva generación?
No, no, al contrario: me apasiona tomar el pulso a las nuevas generaciones, entender sus inquietudes, sus filias y sus fobias, encontrar conexiones con mis vivencias cuando tenía su edad. ‘Jóvenes’, en realidad, es una canción que expresa admiración por la juventud, por la adolescencia, pero desde una madurez (una experiencia) discreta y observadora. El concepto de madurez contiene, de alguna forma, el de juventud. Olvidarse o avergonzarse de que uno ha sido joven es una ofensa a la naturaleza, como también lo es refugiarse permanentemente en la nostalgia. La línea que dice «Recuerdos de lo que tiene que pasaros» creo que define muy bien el significado de esa canción. En cuanto a ‘Después de esto’, la escribí como consecuencia de haber visto un vídeo en el que Bowie sale en el programa de Dick Cavett, televisión americana, 1974, cantando ‘Young Americans’. Aunque consumido por la cocaína, más cerca de la muerte que nunca, Bowie se marca una de las interpretaciones más sobrecogedoras que recuerdo. ¡Y con Luther Vandross en los coros! Emocionado, se lo mandé a mi amiga Ana Naranjo (a.k.a. Linda Mirada), quien me dijo una de las frases de la década: «Después de esto, odio a todo el mundo». De ahí lo de «Ni la revelación de cada dos por tres / Ni todos vuestros indies juntos / Esa es la realidad, todo me suena mal / Y ahora odio a todo el mundo».
«Yo no me decido a sacar un disco hasta que no estoy seguro de que la música que contiene se pueda escuchar dentro de 10 o 20 años sin que parezca sólo un producto encorsetado en una tendencia»
Leo críticas de este disco en las que se referencia a la estética vaporwave, y percibo elementos comunes con proyectos que parecen funcionar entre los chavales de hoy, como Baywaves, Soledad Vélez… ¿Por qué crees que los 80 siguen fascinando y funcionando como elemento novedoso, pese a lo manido de esa estética?
Bueno, son modas. A principios de los 2000 encajó bien la estética 60s en la escena indie. Ahora son los 80, e incluso se empiezan a reivindicar los 90 desde algunos sectores, que a mí me parece una década cargante en casi todo. Lo que hacen Baywaves y lo último de Soledad Vélez me parece bueno y muy necesario. Los dos LPs de Linda Mirada, con muchos guiños a los 80, son, en mi opinión, dos de los mejores discos de la historia del pop español, y lo digo con la mano en el corazón. En general, si tienes algo musicalmente interesante que ofrecer, la dirección que des a la producción no deja de ser algo secundario, a no ser que des más importancia al envoltorio porque no hay buena música dentro. Pero, en ese caso, el producto viene con fecha de caducidad. Yo no me decido a sacar un disco hasta que no estoy seguro de que la música que contiene se pueda escuchar dentro de 10 o 20 años sin que parezca sólo un producto encorsetado en una tendencia. Puedo equivocarme o no, pero siempre parto de esa premisa, porque quiero que la gente disfrute siempre de mis canciones. Y también, porque me causa una tristeza increíble estar deleitándome con un disco en un momento de mi vida y decepcionarme 10 años después cuando lo vuelvo a escuchar. Un buen disco tiene que acompañarte siempre. Y qué barata es la música, por cierto: si estás seguro de que un disco te gusta, pagar 8, 10 o 25 euros por algo que te va a alegrar la vida no es nada.
Mi canción favorita del disco es ‘La hora más fría’, que me remite a las grandes canciones de los 70. Curiosamente, desde un punto de vista estético y formal, parece estar alejada del resto del disco. ¿Qué es lo que la liga a Summer Spree?
La escribí para el repertorio de ‘Sub Lumine’, estaba en el lote desde el principio. Es verdad que el sonido es significativamente diferente al resto del disco, y eso es porque durante la mezcla me di cuenta de que encajaba mejor en un tratamiento más «acústico» y con una voz más presente, sin reverb. Tiene un aire íntimo, la letra está escrita como una carta personal y desnuda de retórica, así que había que darle también ese carácter al sonido, como si todo saliera de la habitación desde la que se escribe la carta. No tuve ningún problema en que fuera la nota díscola de ‘Sub Lumine’.
«Ofrecí ‘Sub Lumine’ a un par de sellos con la misma apatía con la que sus responsables me dijeron lo de «un café para hablar un día que nos venga bien a los dos, a ver si lo cuadramos»»
Has gestionado tú este lanzamiento de manera casi artesanal, ¿no es así? Pero no puedo creer que no haya habido ningún sello interesado en este material. ¿Lo intentaste o lo descartaste? Igual me equivoco, pero en ‘Ya te llamo yo’ percibo que retratas –no sin cierto humor– tu relación con algunos aspectos de la industria musical.
Ofrecí ‘Sub Lumine’ a un par de sellos con la misma apatía con la que sus responsables me dijeron lo de «un café para hablar un día que nos venga bien a los dos, a ver si lo cuadramos». ¡Juas! Qué pereza. Soy serio y legal, me apasiona la música, tengo un nombre en la escena musical española que me he ganado con mi trabajo. Estoy abierto a ofertas, pero a ofertas de verdad. A compromiso y dedicación no me gana nadie, y he tenido muy buena relación con los sellos que me han publicado hasta ahora. Si a alguien le interesa de verdad hablar de negocios a propósito de mi trabajo, soy todo oídos. En realidad, la idea que tengo desde el principio para Summer Spree es muy oscura, muy underground, casi clandestina. Es lógico que, de primeras, eche para atrás a los que piensan en los euros. Para los conciertos, me gustaría congregar a gente en sitios secretos, inusuales, o incluso ilegales. El sótano de una peluquería, un garaje al que se acceda dando una contraseña… Quiero que el público tenga la sensación de estar pagando por algo irrepetible, de estar formando parte de una comunidad que nos une de verdad, esa es la finalidad de Summer Spree. Me he cansado de ir a conciertos donde una mitad del público está hablando a voces y la otra mitad grabando con el móvil. Es muy triste quedarse en el concepto de música como mero entretenimiento, la música tiene que emocionar.
«En España, el faro de lo alternativo, lo arriesgado, lo transgresor es, con todos mis respetos, grupos indies de barbudos con camisas de cuadros. La fórmula, al parecer, es que te puedan poner en Radio 3 y también en el programa ese de Carles Francino en la SER»
¿Es particularmente duro autoeditarse? Hubo un momento en que parecía el camino a seguir incluso para artistas superventas, pero poco a poco parece que la maquinaria de la industria ha reconducido la situación, los sellos (las major y también los indies) se han puesto las pilas y ahora vuelve a ser el camino más razonable para difundir una obra. ¿Cómo lo percibes tú?
Lo que ocurre es que, en un mercado como el español, débil, endogámico y cerrado a la exportación, artistas y sellos discográficos sabemos que, por lo general, en un año de recorrido de un disco vas a vender 0 en tiendas físicas, 5 en la tienda online y 150 en conciertos si te prodigas mucho en tocar en directo y tienes cierto poder de convocatoria. Es triste, pero es la realidad. Así que no les hables a los del sello discográfico de proyectos «oscuros, muy underground y casi clandestinos», porque ellos tienen que dar de comer a sus hijos. Aquí serían inviables propuestas como, por citar un par de ejemplos, las de los canadienses Sean Nicholas Savage o Chevalier Avant Garde, porque en España, el faro de lo alternativo, lo arriesgado, lo transgresor es, con todos mis respetos, grupos indies de barbudos con camisas de cuadros. La fórmula, al parecer, es que te puedan poner en Radio 3 y también en el programa ese de Carles Francino en la SER.
«Personalmente, a falta de ofertas concretas, prefiero que el dinero de las ventas de ‘Sub Lumine’ pase directamente a mi cuenta bancaria»
Así que la pregunta es: ¿Avanzamos? La industria musical canadiense, por seguir con ese ejemplo, está tan bien establecida que hace posible que un artista del catálogo de una discográfica independiente esté de gira todo el año por USA, UK, Europa y Asia. Y no estoy hablando de mainstream, sino de artistas con discos grabados en un dormitorio con Garage Band. Personalmente, a falta de ofertas concretas, prefiero que el dinero de las ventas de ‘Sub Lumine’ pase directamente a mi cuenta bancaria. Mis discos los distribuye y administra TuneCore en plataformas digitales, y ese es el trato: tanto vendo, tanto gano, y yo les pago a ellos una cuota fija anual. También se puede comprar ‘Sub Lumine’ en formato CD, vía importación, a través de Amazon USA. Un trato muy razonable y muy acorde con los tiempos que vivimos. Si hay que nadar en la austeridad, mejor eso que coger el teléfono para pedir royalties a la discográfica y que te digan que les debes dinero. Si alguien tiene algo mejor que ofrecerme, siempre estoy dispuesto a escuchar ofertas, faltaría más. De momento, es conmovedor consultar las estadísticas de mis publicaciones que me manda TuneCore y comprobar que un día, alguien de Bilbao ha comprado tu disco, otro día, alguien de Wichita, y otro, alguien de Madrid. A veces recibes un email del comprador, lo que te permite mandarle un abrazo y darle la bienvenida a la comunidad de Summer Spree, y eso es algo muy hermoso.
«En todos los años que llevo dedicándome a la música, si algo me ha quedado claro es que la democracia no funciona (…). Así que ahora, en Summer Spree soy yo mi propio dictador»
En un instante en el que el culto a la personalidad y el narcisismo está en cotas altísimas, resulta chocante que hayas decidido ir cambiando de proyecto y siempre escondiéndote bajo un alias. ¿No crees que en parte renuncias a que se reconozca tu trabajo?
Bueno, puede resultar paradójico que, teniendo ya un nombre rodado como Tarik y la Fábrica de Colores, decida publicar trabajos con otros nombres. Pero, en realidad, bajo cada alias hay una intención musical diferente. Decidí dar carpetazo a Tarik y la Fábrica de Colores porque sentía que no podía estirar más ese proyecto; Rufus T estaba concebido con carácter temporal para dar salida a rarezas de mi repertorio; y Summer Spree me ha devuelto la ilusión por la música, así que está aquí para quedarse. En realidad, los tres proyectos son muy personales, pero Summer Spree está alejado del embrollo de tocar en bandas y lo controlo yo absolutamente todo. En todos los años que llevo dedicándome a la música, si algo me ha quedado claro es que la democracia no funciona en el trabajo en grupo. Tiene que haber un director indiscutible y los demás deben aceptar un papel subordinado, si no, no funciona. Pero hay egos, y tarde o temprano eso crea problemas. Pregunta a cualquier miembro de cualquier banda y el 99% te dirán que tienen su propio proyecto personal, aunque sólo sea en mente. Y el 80% te dirán también que son productores, aunque nunca hayan producido nada. Es normal, nadie quiere quedarse en el papel de subalterno. Tienen a sus parejas, a sus familiares mirándoles. Tarde o temprano, alguien les reprochará que la cámara no les sacó suficientes planos cuando grabaron los Conciertos de Radio 3. Pero, por el bien del proyecto, hay que aceptar la figura del líder, que es quien dirige. Así que ahora, en Summer Spree soy yo mi propio dictador.
Quiero entender que el hecho de cambiar de proyecto es porque tus canciones te lo piden, un poco de la misma manera que Stephin Merritt decide hacer un disco de The Magnetic Fields o The Gothic Archies y Lawrence decide hacer un disco como Denim o Go-Kart Mozart. ¿Van por ahí los tiros?
Exacto. Y si no lo piden las canciones, al menos sí la dirección que quiero darles.
«A mí el rock, como concepto, no me gusta. Me parece un género muy conservador y muy misógino, al menos en España»
Para mí ‘El hueso y la carne’ fue un disco superimportante a nivel personal, me fue ganando poco a poco y se me hizo imprescindible. ¿Por qué diste por zanjado –o eso se sobrentiende– ese proyecto? ¿Te has planteado volver a hacer canciones para Tarik o ya no te interesa ese perfil más rockero?
Gracias, Raúl. Me alegra que te guste ese disco. Creo que podría adaptar cualquier canción mía a un sonido más guitarrero o más electrónico. Al fin y al cabo, estamos hablando de pop, que es un concepto muy versátil. Yo creo que Tarik y la Fábrica de Colores, aún teniendo a veces guitarras muy brutas, nunca fue un grupo de rock. Eso quiero pensar. A mí el rock, como concepto, no me gusta. Me parece un género muy conservador y muy misógino, al menos en España. Los rockeros son muy tradicionalistas con sus marcas de guitarras, de amplificadores… Por lo general, es un sector muy patriarcal y suelen tener prejuicios con la orientación sexual de las personas. Ser músico en activo es como ser feriante, como tener un pequeño circo. Vas en furgoneta por los rincones de España, comes en bares de carretera, duermes en hoteles reguleros e incluso en hostales… Si, encima, caes del lado rudo, estás empeorándolo. Para sobrevivir, el rock debería cambiar en muchos aspectos y liberarse de muchos prejuicios. Sería maravilloso.
¿Y qué fue de Rufus T? Visto hoy, quizá no llegó en un momento propicio, pero hay canciones como ‘Mandy’, tan Bowie, que siguen siendo preciosas.
Bueno, Rufus T no fue concebido con carácter permanente, sino como un proyecto temporal para justificar un repertorio que, por diversas razones, no había tenido cabida en Tarik y la Fábrica de Colores. ‘Mandy’, por ejemplo, no entró en El Hueso y la Carne porque estaba en inglés. Creo que es una de mis mejores canciones.
«[Sobre la coincidencia del nombre con Rufus T. Firefly] No me jodió, para nada. Fue una casualidad graciosa»
Por cierto, no quiero dejar de preguntarte por el hecho de que casi a la vez surgieran Rufus T. Firefly, que al menos a mí me llevó a alguna confusión, por entonces. ¿Te jodió un poco? A ellos ahora les va muy bien con unas canciones bien retro, a lo Tame Impala…
No, no me jodió, para nada. Fue una casualidad graciosa. Una vez recibí de uno de sus integrantes un email o un mensaje a través de las redes sociales, no recuerdo muy bien, comentándome la coincidencia. Me pareció muy majo. Es verdad que hubo gente que se hizo un poco un lío y me comentaba que habían escuchado el disco de Rufus T, cuando, en realidad, habían escuchado el de Rufus T. Firefly, así que probablemente esa circunstancia se diera también a la inversa. Lo que sí me jodió fue el burofax que recibí una vez de una discográfica de Barcelona cuyos responsables habían tenido la feliz idea de llamar a su sello, fíjate, La Fábrica de Colores, como una década después de que yo hubiera empezado a usar ese nombre para mi proyecto y publicar discos con él. Me amenazaban con tomar medidas legales si no dejaba de usarlo o si no les pagaba no sé qué no sé cuántos. La desfachatez, amigo mío, no conoce fronteras. Por entonces, tenía en casa una trituradora de papel. Muy práctica, la compré en Lidl. Me pregunto adónde habrían llegado los pedacitos de aquel burofax. Es bonito pensar que, en una planta de reciclaje, lo convirtieran de nuevo en papel. Quién sabe, quizá sus átomos conformen ahora una invitación de boda, una postal de Fuengirola… O, quizá, una nota de prensa de Summer Spree. ¿Por qué no? El mundo es un cúmulo de bellas casualidades.