Hay una reflexión que plantea la nota de prensa de Sub Pop para el lanzamiento de ‘Double Negative’ con la que todos estamos de acuerdo: es realmente significativo que Low no celebren sus 25 años de carrera con un facilón grandes éxitos, o una sempiterna vuelta a los orígenes o la onomástica reedición de alguno (o varios) de sus primeros discos, sino publicando su álbum más incómodo, desafiante y exigente de su historia, en dura pugna con el igualmente árido pero magnífico ‘Drums and Guns’ (2007). Es un signo distintivo del trío de Duluth, Minnesotta, que les honra y da esa medida que separa los grupos que están destinados a escribir la historia del rock, independientemente de la respuesta comercial que es, como sabemos, algo coyuntural.
Así, tras la fase rockista que marcaron los notables ‘C’mon’ (2011) y ‘The Invisible Way’ (2013), ‘Ones and Sixes’ (2015) pretendía dar un nuevo giro al grupo al contar con BJ Burton (James Blake, Bon Iver… “un hombre del hip hop”, según Alan Sparhawk, y cuya implicación en el nuevo álbum ha sido aún mayor) en la producción. Al final no fue un cambio tan significativo como parecía, aunque sí se percibía algún tipo de intención en su manera de saturar la mezcla de manera algo molesta. Era un avance de lo que se materializa con rotundidad en ‘Double Negative’, un disco que, si no estás sobre aviso, te hará preguntarte si se te acaban de estropear justo en ese instante los auriculares o altavoces con los que estés escuchando, buscar el ticket de compra del CD o vinilo para la reclamación o pensar que el sonido de las plataformas digitales es una vergüenza. Al final, con cara de bobo, compruebas que lo que estás escuchando es exactamente lo que Low quieren que escuches.
Por eso ‘Double Negative’ arranca de la manera más drástica posible, haciéndote imaginar cómo se sentía Simon Le Bon en aquel mítico vídeo de ‘The Wild Boys’, atado a una rueda que giraba metiendo su cabeza cíclicamente dentro del agua. Hablo de ‘Quorum’, un drone de ruido industrial (queda patente que Steve Garrington no sólo ha puesto fin a la ruleta de bajistas del grupo, sino que ha aportado una dimensión fundamental) que “gira” obsesivamente erigiéndose en ritmo de la canción, ahogando las voces de Mimi Parker y Alan –esas preciosas voces, arrastradas así por un fango digital–. Uno piensa “tiene que ser una broma”… hasta que, poco antes de los dos minutos, todo se detiene para que el matrimonio quede sólo y semidesnudo con unos acordes esbozados cantando un enigmático “Yo estoy cansado de ver cosas / Tú apartas el libro / ¿A qué estás esperando?”. A partir de ahí, ya nada vuelve a ser igual, algo cambia en nosotros y nos hace conscientes de que el desafío es grande pero está justificado.
La tensión, casi irrespirable a veces, se convierte en un instrumento más real que cualquier guitarra que suene en el álbum. No se despega de nosotros en ‘Dancing and Blood’, aunque esta vez la línea vocal de Mimi y su progresión es más nítida, un premio pavlóvico al que uno se aferra para seguir adelante hasta que aprende a respirar en este nuevo ecosistema. Una vez adaptados, la amabilidad casi ortodoxa (“casi” es un decir) de ‘Fly’ o ‘Always Trying To Work It Out’ parecen pequeños milagros. Pero pronto uno se descubre enganchado a ese veneno turbio con el que Low nos han estado castigando, una relación de masoquismo virtual que tiene su punto culminante en ‘Tempest’: tras minutos de gloriosa tortura, siendo conscientes de que tras esa áspera cortina de distorsión hay una melodía preciosa –para mayor dolor, insinuada en la pausa de su remanso central–, la llegada de la limpia, celestial ‘Always Up’ es como si de repente nos aflojaran la correa, y rompieran la bolsa que nos asfixiaba, el éxtasis y la emoción es tal que sólo puedes llorar.
Con ese nivel, el último tercio de ‘Double Negative’, a pesar de números llenos de violencia como ‘Rome (Always in the Dark)’ –donde las guitarras de Alan son puro magma– o una ‘Disarray’ que aunque ahora nos suena a puro pop en su momento recibíamos con desconcierto, es casi dócil, con la tristeza de los Low de siempre en ‘Dancing and Fire’ o la grandiosa melodía de ‘Poor Sucker’. Pese a que algunas críticas insisten en ver en ‘Double Negative’ una respuesta a la era Trump –aunque es cierto que las letras de ‘Quorum’ o ‘Fly’ podrían leerse con el peligroso atolondramiento propio del actual ocupante de la Casa Blanca, y que en la nota de Sub Pop el grupo alude a la inestabilidad del “mundo exterior”–, los textos de Alan y Mimi son lo bastante abstractos y difusos como para hacer pensar que estamos ante un disco que no sólo resistirá el paso del tiempo sino que hará de él su mejor aliado. Una obra de una densidad y una emotividad tal que no duelen prendas en decir que podría ser el ‘Disintegration’ de nuestra era o, como mínimo, de Low.
Calificación: 9/10
Lo mejor: ‘Disarray’, el tándem ‘Tempest’ + ‘Always Up’, ‘Quorum’, ‘Poor Sucker’, ‘Fly’
Te gustará si te gusta: la música que se presenta como un desafío artístico, capaz de cambiarte; los The Cure de ‘Disintegration’, Slowdive, Throbbing Gristle, Swans.
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