Todos los aficionados a la música pop tenemos recuerdos catárticos que determinan la pasión con la que la vivimos y que nos dejan huella. Personalmente, espero no olvidar nunca el concierto de presentación de ‘Deserter’s Songs’ que Mercury Rev ofrecieron en la Sala Caracol de Madrid el 18 de febrero de 1999: aún recuerdo vivamente el ambiente de magia, con aquel oscuro telón de fondo sobre el que se dibujaba un contorno montañoso (evocando las Catskills Mountains donde escribieron estas canciones) salpicado con pequeñas bombillitas a modo de estrellas, ante el que el grupo comandado por Jonathan Donahue y Grasshopper (de nombre real Sean Mackowiak) desgranó con energía y teatralidad el tercer cuarto disco de Mercury Rev, un disco que estuvo a punto de no existir. Pero lo hizo, se publicó el 29 de septiembre de 1998. Así, aunque no cumple 20 años hasta la próxima semana, adelantamos este “Efemérides” coincidiendo con la celebración del álbum en forma de gira que el grupo de Buffalo trae a España. Al menos este miércoles 19 de septiembre en Madrid ha colgado el cartel de “No hay entradas” –hoy, día 18, están en Auditorio Afundación de Vigo; el jueves 20 en Espacio Las Armas de Zaragoza; el viernes 21 en La Rambleta de Valencia y el sábado 22 en el Auditorio V. Villegas de Murcia–.
No es para menos, porque sin duda se trata de un disco fascinante que marcó a muchos aficionados del rock alternativo en el fin de siglo, escogido como “disco del año” para publicaciones como NME, y que además supuso un inesperado espaldarazo comercial para una banda que estaba prácticamente desahuciada. Tras la salida del grupo del carismático (y problemático) David Baker tras el gran ‘Boces’ (1993) –uno de los discos cruciales en el indie de los 90 (y para muchos su mejor obra–, Jonathan Donahue y Grasshopper tomaron la voz cantante en el heterogéneo grupo y escribieron el ambicioso y psicodélico ‘See You In The Other Side’ (1995) que, pese a ser un gran álbum, no fue comprendido en su momento y supuso un batacazo comercial importante. Provocó su salida de Beggars Banquet, el abandono del batería Jimmy Chambers y sumió en una profunda depresión a los dos líderes del grupo que, pese a ser amigos íntimos incluso antes de crear el grupo, dejaron de hablarse.
En una entrevista con la revista británica Q en diciembre del 98, Donahue detalló lo complicado de aquellos tiempos: “Es un disco nacido de una notable cantidad de dolor porque, tras aquel último tour [el de presentación de ‘See You…’], básicamente nos derrumbamos. Grasshopper ingresó en un monasterio, el batería se largó y yo sufrí dos colapsos nerviosos. Perdí a mi novia e hice daño a un montón de gente que amo. Fue un momento bastante horrible, algo que nunca podré reparar completamente”. La chispa para que Jonathan saliera del bache llegó desde lo inesperado: The Chemical Brothers le reclamaban para grabar una canción con ellos. La psicodélica, valga la redundancia, ‘The Private Psychedelic Reel’ cerraba ‘Dig Your Own Hole’ (1997), con el dúo británico de electrónica en lo más alto del hype. Aquella muestra de confianza insufló a Donahue nuevas energías anímicas y creativas. Curiosamente, ‘Deserter’s Songs’ se cierra con una canción que podría identificarse como un evidente homenaje al estilo de Tom Rowlands y Ed Simons, la exuberante y excesiva (en el mejor sentido) ’Delta Sun Bottleneck Stomp’, con su bombo ampuloso machacando al más puro estilo dance y, de hecho, “los Chemical” llegaron a hacer un remix de esta canción.
Sin embargo, aquella era una obra en general alejada de ese jolgorio, introspectiva y oscura, delicada y entrañable, no exactamente triste. En su miseria personal y profesional, Donahue encontró consuelo e inspiración escuchando sus discos favoritos de su niñez, discos de relatos infantiles musicados. Lejos de ser una mera anécdota, ese mundo de magia infantil está maravillosamente plasmado en canciones de poder eterno, como el hit ‘Goddess on a Highway’, ‘Holes’, ‘Tonite It Shows’, ‘Opus 40’, ‘Hudson Line’ o ‘The Funny Bird’, dignas de una película musical al estilo ‘Pesadilla antes de Navidad’ –de hecho, ‘Endlessly’ interpela instrumentalmente al universal ‘Noche de paz’–.
En realidad, en su ambientación de ensoñación y fábula, lo que plasma es la reconciliación de Donahue y Grasshopper y la de ambos con la música. Tras componer ambos el disco trasladándose a las Catskills, una zona de los Apalaches en el estado de Nueva York, la grabación también tuvo su dosis de embrujo: coincidiendo en el estudio con The Flaming Lips que grababan en las mismas fechas también con Dave Fridmann (en su caso, nada menos que ‘The Soft Bulletin’), Mercury Rev contaron como «miembros» del grupo con músicos del nivel de Levon Helm y Garth Hudson, de The Band.
Resulta paradójico cómo, tras lograr revitalizarse inesperadamente con aquel disco y ser reconocidos más masivamente como un grupo importante de su generación, Mercury Rev no han conseguido acercarse a aquel fulgor. Sí lo lograron en la mayor parte del estupendo ‘All Is Dream’ (2001), y luego más esporádicamente en ‘The Secret Migration’ (2005) y obras sucesivas, en las que se han ido mostrando más como un émulo de sí mismos, incapaces de reinventarse –’The Light In You‘ (2015), ha supuesto la ¿penúltima? en una sucesión de decepciones–. Pero, en todo caso, pasar a la historia por sus tres primeros álbumes, de los que ‘Deserter’s Songs’ es el más equilibrado y emocionante, ya es digno de celebrar cada década o lustro que pase.