Esta noche La 1 de Televisión Española nos deleita con el segundo capítulo de ‘El Continental’, una serie ideada por Frank Ariza (con ‘Dreamland’ o ‘Perdóname, Señor’ en su dudoso haber) con ademanes de superproducción y aires de mirarse en esa “edad dorada” de la televisión en la que teóricamente nos ha inmerso el modo VOD. Su fachada desde luego, es pirotécnica, con un envoltorio técnico bastante aparente, con más pinta de videoclip o de desfile de modelos. Pero claro, una cosa son las pretensiones y otra los resultados, y el piloto, sin aparente posibilidad de enmendarse y como ya indicaban las primeras críticas tras su emisión en el Festival de Televisión de Vitoria, es muy claro: estamos ante un evidente desastre que no hay por donde agarrar ni salvar.
Indisimuladamente inspirada en ‘Peaky Blinders’, ’El Continental’ presenta la historia de Ricardo León (Álex García), un niño que, después de presenciar (y provocar, en cierta medida) la muerte de sus padres a manos de su propio tío, un delincuente-traficante de poca monta (Roberto Álamo), se convierte (un poco porque sí) en el mayor rival del hermano de su padre en el tráfico de alcohol ilegal de la ciudad. “¿De cuál?”, os preguntaréis. Buena pregunta, pero no hay respuesta a eso y ahí está el primer agujero negro de la serie. Parece seguro que estamos en España, eso sí, habida cuenta de que uno de sus matones es el vivo retrato de Paquirrín con levita y palillo… Con levita. Pero sigamos con el argumento: todo cambia el día que León entra a extorsionar al dueño de lo que parece una taberna irlandesa de superlujo y se queda prendado de su hija (Michelle Jenner), siempre sonriente pero de carácter inusitadamente fuerte para tratarse de una época en la que, intuimos, ni siquiera podían votar.
Si bien hubiera podido tener su gracia que se trasladara esas guerras del hampa británico a la peculiar idiosincrasia del Madrid de los años finales de la monarquía borbónica de principios del siglo XX (o Barcelona o Valencia o Sevilla, por sacarnos de los lugares comunes –nunca mejor dicho–), en ‘El Continental’ no hay espacio ni tiempo concretos, al contrario que su referente producido por la BBC. Por tanto, los autores –y sus mandos superiores hasta la reciente renovación del ente público– pasan por encima de una realidad político-social (sólo sabemos que había mucho paro y poco más; por esa referencia, podía ser 2018) quizá demasiado incómoda, que ha mantenido en el congelador la segunda temporada de ‘La República’, fíjate tú que cosas. Y es que qué pereza da tener que ser mínimamente rigurosos en la ambientación histórica, ¿verdad? Y es que queda muy cuqui mostrar una romántica ciudad que, en las panorámicas digitales, parece más bien París, Londres, Milán… “Pero ¿por qué los personajes se apellidan León, Abascal, Baena…?”, pensaréis. “WHO CARES?!?!?”, nos responden con poca sutileza los responsables de este invento. Así, pasa lo que pasa: que Twitter se cagó de risa con las primeras imágenes promocionales de la serie.
Pero lo peor no es eso, no. Ni siquiera lo es (que también) ver desperdiciado en diálogos inanes y tramas absurdas y manidas a talentazos interpretativos como los de Raúl Arévalo, Roberto Álamo, Antonio del Real (aunque lo suyo es apenas un mete-saca), Secun de la Rosa (su papel de falso decorador italiano es más propio de ‘Manos a la obra’ o ‘Este es mi padre’), Mariola Fuentes, Manolo Solo… que bracean como náufragos en el regüeldo resultante de meter en una coctelera un buen chorro de cazalla que quiere parecerse a la citada producción de la BBC, aromatizada con gotitas absolutamente aleatorias de ‘Los hombres de Paco’, ‘El Príncipe’, ‘Moulin Rouge’, ‘Gran hotel’, ‘Los Serrano’ y ‘El secreto de Puente Viejo’. Un monstruo de Frankenstein televisivo que, como el ser imaginado por Mary W. Shelley, discurre torpe, lento y sin sentido. Ni siquiera entretiene, divierte o muestra un mínimo magnetismo. Nada. Siendo benévolos, todo es tan disparatado y tan bobo que nos podría dar risa… si no fuera porque está financiada con dinero público.
Y es que eso es lo que hace realmente que se te lleven los demonios: las series citadas en el anterior párrafo como posibles referentes son producciones privadas, pagadas por el HBO, el Atresmedia o el Mediaset de turno. Y que, como sociedades que son, pueden invertir su dinero en lo que consideren oportuno. Pero aquí hay unos señores responsables de contenidos de RTVE que a todas luces no han escatimado en un opíparo presupuesto que sale del bolsillo del contribuyente sin reparar en la calidad aberrante del producto. Por no salvarse no se salva ni una banda sonora que emplea sin cortarse evidentes imitaciones de temas de Lana del Rey, The Lumineers, etc., que hay que tener poca vergüenza. Si de algún modo esto ha servido para que Raúl Arévalo pueda financiar la continuación de ‘Tarde para la ira’, pues fenomenal pero, para esas hostias, hubiera sido mejor darle a él directamente toda la panoja para la película, digo yo. 0.