Hace ya cinco años desde que Pawel Pawlikowski deslumbrase a la cinefilia mundial con ‘Ida’–su primera película en polaco (y en blanco y negro)-, una auténtica proeza fílmica que le llevó
a conseguir merecidamente el Oscar a la mejor película de habla no inglesa. Con ‘Cold War’ repite estética y vuelve al pasado de su país natal, esta vez una década antes que su anterior obra, ya que transcurre en su mayor parte en los años 50. En ella, plasma el apasionado e imposible romance entre un director de casting de un programa de bailes y cantos regionales y una joven aspirante a unirse, durante la Guerra Fría. La película además es una crónica sobre la situación política europea de la época, a la par que muestra la escena musical de una Polonia anclada en la tradición, y los ambientes jazzísticos de París, pasando también por países como Alemania o Yugoslavia.
Pawlikowski filma en 1.37:1 (un formato ligeramente más ancho que un cuadrado), y recupera
la estética del cine clásico. Pero el verdadero mérito de ‘Cold War’ es que nunca se siente
como una película antigua o pasada de moda, sino que mantiene el encanto de las
producciones de antaño siempre con un pie en el presente. No encontramos aquí encuadres
tan radicales -con tanto aire por encima de los personajes- como en ‘Ida’, pero sí algunas
composiciones que, por brillantes, dejan sin habla. La majestuosidad con la que está rodada le
hizo alzarse con el premio al mejor director en el Festival de Cannes para sorpresa de nadie,
pues cada fotograma es digno de exponerse en un museo y de ser observado minuciosamente.
Visualmente tiene una capacidad de conmover que pocas obras consiguen, pero esa no es su
única virtud. En lo narrativo también destaca, especialmente en una primera mitad muy
inspirada, haciendo un excelente uso de las elipsis y con diálogos escasos pero siempre
certeros.
La cinta retrata uno de esos romances “más grandes que la propia vida” tanto en los
momentos más pasionales como en los destructivos. Tomasz Kot recuerda al típico galán
protagonista de una película del Hollywood clásico, mientras que una monumental Joanna
Kulig –inolvidables sus miradas- lo hace a Monica Vitti en ‘El Eclipse’, de Antonioni, película
que el propio Pawlikowski homenajea llamando así a un bar parisino que frecuentan sus
personajes. Así como tampoco se puede obviar la influencia de la mítica ‘Casablanca’ y una de sus más célebres citas “Siempre nos quedará París”. Todo evoca pasión cinematográfica, y es
que ‘Cold War’ además de ser una intensa celebración del amor en su vertiente más compleja,
es un sentido tributo a todas esas películas que han marcado la cultura del siglo XX y sin las
cuales no entenderíamos gran parte del cine actual; también a la música y al baile por su poder para expresarnos cuando no nos salen las palabras… Al arte en definitiva.
Si bien es cierto que la primera parte de metraje, cuando se centra más en los números
musicales y en el inicio del romance, es ligeramente superior a la segunda, el final supone un
excelente cierre con una brillante última línea de diálogo. No queda otra que rendirse ante la
maestría de Pawel Pawlikowski, que vuelve a enamorar y a demostrar que es uno de los
grandes cineastas en activo. Quizá ‘Cold War’ no llegue al nivel de ‘Ida’, pero se trata de otra
preciosidad a reivindicar. Y del mejor musical que se estrena esta semana en España, aunque
vaya a ser el menos visto. 8.