Stephen King calificó ‘Las supervivientes’ como «el primer gran thriller del año». ¿Estaba en lo cierto? La novela de Riley Sager que ha sido traducida a 14 idiomas además de haber vendido ya sus derechos a la gran pantalla ha sido publicada en España por Random House. Parte de una premisa tan atractiva como es el tratamiento de la “Última Chica”, esto es, esa chica que tradicionalmente en el terror sobrevive a todos sus amigos tras ser estos asesinados uno a uno, y que hemos visto en clásicos como ‘La matanza de Texas’, parodiados en ’Scream’ o exaltados en la cinta propiamente llamada ‘The Final Girls’.
‘Las supervivientes’ no es que cuente con una “última chica” como narradora, que también, sino que incluye la experiencia de otras dos “últimas chicas” más. Tres “últimas chicas”, tres “supervivientes” de tres matanzas diferentes cuyas vidas parecen destinadas a encontrarse por el morbo de los tabloides y de la audiencia. La novela reflexiona sobre el trauma que implica ser el único superviviente de una tragedia y sobre las dificultades para volver a insertarse en la sociedad, aunque su fuerte es por supuesto lo que tiene de thriller.
Quincy Carpenter, la protagonista principal, no recuerda nada de lo que fue la hora clave de los asesinatos de sus amigos hace años. Esa laguna sirve como pilar narrativo, pues por un lado encontramos una serie de capítulos ágiles y cortos narrados por ella misma, llenos de cliffhangers de su presente, en el que se asoma otra “última chica” de intenciones más que dudosas; y por otro una serie de flashbacks narrados en tercera persona sobre la noche de los asesinatos, la que Quincy ha olvidado. Un recurso que nos hace dudar de ella misma y de su episodio de amnesia disociativa; estando además ambos tipos de capítulo muy bien integrados.
Entre giros inesperados y falsos sospechosos, la novela es todo un vuelapáginas lleno de incertidumbre, si bien en ocasiones Riley Sager hace un relato demasiado masculino de Quincy (se nota mucho en las escenas de sexo) y presenta a demasiados personajes sin ninguna chicha, como su propio novio, Jeff. Sager pasa muy de puntillita por lo que supone un trastorno de estrés postraumático, abusando de las menciones al zumo de uva con xanax ad nauseam; tampoco ahonda demasiado en la línea que separa el sensacionalismo del servicio público de la prensa; y sonroja con lo arquetípico de su cuestionamiento hacia la abogacía. Menos sorprendente y adictiva que ‘Perdida’ (la novela), pero infinitamente mejor que ‘La chica del tren’, lucirá previsiblemente OK en la gran pantalla cual telefilm venido arriba, en la onda de los sexy thrillers de los años 90. 7. Disponible en Amazon.