‘Vergüenza’ ya tiene su propio lugar en la historia de la televisión española como sitcom irreverente y atrevida, no apta para cualquier paladar. La serie creada por Álvaro Fernández-Armero y Juan Cavestany se merece todo lo bueno que le pase ya solo por la creación de los dos personajes protagonistas, los interpretados por Javier Gutiérrez y Malena Alterio. En la primera temporada vimos varios ejemplos de cómo estos dos perdedores, la antítesis del saber estar, hacían el ridículo en situaciones bastante ácidas para lo que nos tiene acostumbrados la televisión española.
La segunda temporada, cuyos 6 episodios se han subido este viernes a Movistar+, prometía demasiado confiada ir mucho más allá de su primera temporada. «Mucho más incómoda que la primera temporada», osa afirmar el kit de prensa que incluye unas gafas como para taparte los ojos en caso de que no puedas ver más. Este despliegue de medios y su enorme campaña publicitaria callejera en las principales ciudades termina jugando en contra de estos nuevos episodios, pues condiciona al espectador a acudir preparado para lo mejor/peor y al final el resultado tampoco es para tanto.
Fernández-Armero y Cavestany han acertado al proponer a los personajes principales de Jesús y Nuria nuevas situaciones en las que dar la nota socialmente para mal. Ahora son padres de un niño negro de 5 años que padece gigantismo, pero además les rodean otras dos parejas: un matrimonio perfecto e ideal en el que ella es la más guapa y la más lista y él el más seguro de sí mismo y el que la tiene más grande; y en contraste, otro par bastante más desastre que los propios Jesús y Nuria, pero por alguna razón, con el doble de suerte.
De este punto de partida surgen nuevos gags, algunos ácidos y acertados, si bien para el público habituado al humor negro más bruto o simplemente al británico de ‘Absolutely Fabulous’ o ‘Little Britain’, es posible que sepan a poco, sobre todo por lo prometedoras que eran algunas de las situaciones. Tanto la abuela inválida con sus gases, esa silla eléctrica, esos paté y los vinos, la intromisión en cajones ajenos, o lo del hijo torpe jugando al fútbol deberían haber dado mucha más «vergüenza» ajena. Se termina echando de menos a los antiguos vecinos, que desencadenaron algunas d las mejores escenas de la primera temporada. O quizá sea una cuestión de expectativas. Movistar+ pasó a la prensa los capítulos hace unos días, y lo cierto es que, con el paso del tiempo, te das cuenta de que la foto promocional principal de la temporada sí te revuelve las tripas o de que la compra de papel higiénico en cantidades industriales nunca volverá a ser lo mismo. Ni María Casal tampoco. Tremendo el «homenaje» a ‘El graduado’… 7.