‘La verdad’ acaba por la puerta de atrás pero sin decepcionar tanto

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‘La verdad’ acaba por la puerta de atrás pero sin decepcionar tanto

Anoche terminaba la segunda temporada de ‘La verdad‘ tras una emisión desafortunada por parte de Telecinco, porque están los cambios de día de emisión… y después los cambios de estación de emisión y de año de emisión. La serie se había hecho para ser lanzada en 2016, al final ha llegado en 2018, pero además se ha emitido artificialmente en dos temporadas que en realidad era una, con todo el verano de por medio y sin que esos 8 capítulos finales llegaran precisamente nada más comenzar el mes de septiembre. Sin que muchos nos enteráramos de que había vuelto, ‘La verdad’, que trata sobre una niña desaparecida que vuelve a casa cual Natascha Kampusch, terminaba anoche, para más inri, en una semana tan tonta como la de Navidad.

Frente a todo este maltrato, hay que decir que la serie resiste el consumo en formato «atracón» y eso es porque, pese a los defectos que ya apuntamos a raíz de la «primera temporada», esto es, lo viejuna que resulta frente a formatos como ‘Vis a vis’ o ‘La casa de papel’ o lo anclada que está en el thriller noventero desde su insólita cabecera en plan erótica; lo cierto es que ‘La verdad’ ha mantenido un buen ritmo. Los guionistas han mantenido un aceptable equilibrio entre giros inesperados de guión y credibilidad y aunque es cierto que había demasiadas cosas en la trama que no tienen demasiado sentido, como ese hijo que no se entera de nada con toda «la verdad» delante de sus propias narices, o ese libro ‘Matar a una hija’ sobre el que nada se sabe, se agradece que el desenlace no haya sido el típico rocambolesco que vimos hace demasiados años en series como ‘Acusados’. ¿Se veía venir hace demasiados capítulos? Cierto. Pero en ningún momento, entre la trama rusa, la inculpación de Eguía o la trama Fonseca, se ha caído en el aburrimiento. Lo cual tiene mérito porque Telecinco insiste, y lo va a seguir haciendo, con las series de 70 minutos por episodio en lugar de 40.

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Los personajes han pecado de maniqueístas hasta el sonrojo, pero hay que reconocer la buena química entre varios de ellos. Irene Montalà ha hecho muy buena pareja con un Jon Kortajarena que no lo ha hecho nada mal, sin necesidad de recurrir al manido juego sexual entre compañeros de trabajo (ella hace de lesbiana), los dardos envenenados de Lydia Bosch a su pérfido marido han terminado teniendo incluso su vis cómica desconozco si involuntaria (ese despreciativo «papá se queda en casa») y el magnetismo de Elena Rivera haciendo de niña desaparecida que vuelve a casa a estas alturas es incuestionable. Sí, recomendamos un poquito más ver ‘El impostor‘ porque incomoda más que esto y deja menos cabos sueltos (muy comentado en redes el de la ropa de la niña), pero nos plantea la misma pregunta sobre la identidad de un ser querido desaparecido y la misma respuesta sobre segundas oportunidades. ¿Importaba tanto que Paula fuera la verdadera Paula, el que parecía el pilar de la serie? 5.

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