Cuando parecía que El Palacio de Linares iba a ser otra de esas encantadoras anomalías musicales cuyo culto se agranda por su vida efímera –sus adorados Aventuras de Kirlian podrían ser un ejemplo de eso en una generación previa–, Gonzalo Marcos (letrista, batería y espíritu impulsor del grupo) ha logrado que el proyecto no sólo sobreviva sino que se consolide y hasta que gane cada vez más público: ya he leído varios tuits que se preguntan cómo habían podido pasar tanto tiempo sin escuchar sus canciones.
Pero lo cierto es que, desde que en 2012 publicaran ‘Himalaya’ en Elefant Records, han venido lanzando discos con cierta regularidad, incluyendo los estupendísimos ‘La espalda del perro’ y, revitalizados gracias a la aportación vocal de Raúl Bernarte de Nuevos Hobbies, ‘Ataque de amor’. Tres años después de aquel álbum tan notable, El Palacio de Linares regresan ampliados –Carlos Madrid se una a la guitarra principal, Javier Lorente (Mittens, Wild Honey) lo hace al bajo– con otras 10 canciones de exquisito pop de guitarras producidas y arregladas de nuevo por Yon Vidaur con referentes elevados –The Feelies, The Smiths, The Wedding Present, Brinsley Schwarz– del universo indie, en el más genuino uso del término.
‘Largos agotadores’ es un disco mucho más uniforme en cuanto a tono que su predecesor, con menor variedad de arreglos (apenas unos coros de Anita Steinberg –Mittens– aquí, un banjo allá y un piano eléctrico acullá) y ritmos, reposados aunque sin llegar nunca a ser baladas –sólo al final, con ‘Robert y Vashti’, se relaja realmente el tempo–. De manera análoga, las letras de Gonzalo –uno de los grandes valores del proyecto– transmiten en general cierta apacibilidad, un relajo en constante persecución de la felicidad o, incluso, del pleno disfrute de un buen momento vital, en el que el mundo parece sonreír… incluso aunque sea con una mueca obligada por nuestras propias manos.
Un optimismo reflejado a menudo en el disfrute de cosas sencillas, desde los cómics de Beto y Jaime Hernández (esa “Maggie Chascarrillo” de ‘Cielo amarillo’) a conciertos de Robert Forster y Vashti Bunyan (‘Robert y Vashti’), pasando por canciones de «Dexy’s» y «Otis», el disfrute de la naturaleza y la gastronomía –casi cada canción dedica al menos alguna línea a la ingesta de comida o bebida, curiosamente– o, directamente, moverse menos que el portero de un futbolín (‘Modo avión’). Una postura que quizá no sea tan atractiva como aquel punto, a medio camino de lo sardónico y lo atormentado, que mantenía en antiguas obras, pero que resulta del todo encantador y contagioso por la vía del humor y la inmediatez. No en vano Gonzalo cuenta que hace las letras de seguido, entre 5 y 10 minutos, y así se quedan. A veces para muy bien, como en ‘Cuestiones inciertas’, y otras más forzadas, como en ‘Piscinas naturales’.
Y si esa relativa –casi siempre hay algún atisbo de melancolía, tristeza o ansiedad que se cuela por las entretelas– joie de vivre se contagia es, sobre todo, porque su vehículo son canciones preciosas de las que ya hablamos semanas atrás, como ‘Ciervo y erizo’ y ‘El estilo’ –¿ya una de las canciones del año?–, pero también la citada ‘Cielo amarillo’, ‘Este rato (contigo)’, ‘Modo avión’, ‘Cuestiones inciertas’ o ‘Pez espada’… confirmando que el tándem creativo formado por Gonzalo, Raúl y Yon es una de las mejores noticias para lo que queda del (auténtico) indie español en esta década.
El Palacio de Linares forman parte del cartel de la edición 2019 del Cicle Indiscret de Barcelona, donde actuarán junto a Kokoshca, Rusos Blancos, Perapertú o Neleonard, entre otros.
Calificación: 7,7/10
Lo mejor: ‘El estilo’, ‘Ciervo y erizo’, ‘Cielo amarillo’, ‘Este rato (contigo)’
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