‘Sodoma’: la bomba que el Vaticano no quería que viera la luz… ¿o quizás sí?

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‘Sodoma’: la bomba que el Vaticano no quería que viera la luz… ¿o quizás sí?

El sociólogo y periodista Frédéric Martel en estos momentos está equipado con catorce abogados de los mejores bufetes del mundo. Y se entiende tal sobreprotección jurídica porque, lejos de analizar con su pluma mordaz la cultura de masas como hizo en 2010 en su ‘Cultura mainstream: Cómo nacen los fenómenos de masas’, ahora toca un tema muchísimo más espinoso: la homosexualidad en el Vaticano. ‘Sodoma: Poder y escándalo en el Vaticano’, publicado por la editorial Roca, en estos momentos es el libro de teología y filosofía de la religión más vendido en nuestro país a través de Amazon. Pero del mismo modo que ‘Leaving Neverland‘ desde hace semanas es motivo de debate en medio globo, y con razón, lo cierto es que se echa en falta que la última obra de Martel no esté siendo más discutida tanto en los medios como entre los ciudadanos de a pie. Quizá muchos, pese a la curiosidad, se han echado atrás al comprobar que tiene la friolera de 640 páginas. El formato documental, sin duda, siempre tiene más adeptos.

La premisa de Martel es muy clara. Durante cuatro años ha tenido la oportunidad de charlar con 1.500 personas del entorno papal de treinta países, entre los que destacan 41 cardenales, 52 obispos y monseñores, 45 nuncios apostólicos y cerca de 200 sacerdotes y seminaristas. Aunque se hable de algunos de los repugnantes abusos a menores que la Iglesia ha perpetrado impunemente durante décadas (se cuenta, por ejemplo, la historia del fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel, quien fuera un auténtico depredador protegido por la Santa Sede, y sobre todo, por Juan Pablo II), el libro de Martel va por otros derroteros: la hipócrita doble moral de la Iglesia respecto a la homosexualidad y cómo muchos de sus principales líderes viven una doble vida que poco, por no decir nada, tiene que ver con lo que predican. Hablando en plata: de puertas para fuera no rehúsan a emplear un discurso radicalmente homófobo cuando, en la intimidad, viven su sexualidad de un modo no tan secreto como algunos piensan. Como bien apunta el autor, los más homófobos suelen ser los que más tienen que ocultar. Y esto no solamente es aplicable a la Iglesia.

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Algunos podrán acusar a Martel de recrearse en sacar del armario a demasiadas personas a lo largo de estas páginas, pero lo fascinante del asunto es cómo sus interlocutores, lejos de dar la callada por respuesta, no tienen impedimento alguno en señalar y hablar sin tapujos de esta conducta que sigue la misma premisa del «don’t ask, don’t tell» estadounidense. Los secretos en la Santa Sede tienen las patas muy cortas, y más cuando el lector advierte que sus propios protagonistas son los primeros en querer destapar esta reprimida realidad que nada tiene que ver con un lobby gay. Al contrario: los chantajes y las amenazas al respecto de la orientación sexual están a la orden del día en ese microcosmos que es el Vaticano.

Martel deja en muy mal lugar a Juan Pablo II (no hay que olvidar que él y sus principales palmeros, como el secretario de Estado en la Santa Sede, Angelo Sodano, o su secretario personal, Stanislaw Dziwisz, se opusieron al uso del preservativo en los tiempos en que el VIH acababa con la vida de millones de personas); se compadece de algún modo de Benedicto XVI (quien fuera conocedor de esta situación: uno de los múltiples motivos que, según él, le llevaron a renunciar a su pontificado en 2013) y deja la puerta abierta a un posible cambio en manos del Papa Francisco. El tiempo dirá…

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Por el libro también se pasean los chaperos de la romana estación de Termini; los dos Vatileaks que pusieron en jaque los cimientos del catolicismo; unas capas magnas dignas de las mayores divas del pop; un Rouco Varela que no pudo frenar la legalización del matrimonio homosexual en España en 2005 y, en definitiva, un sinfín de tramas, historias y anécdotas fascinantes capaces de enganchar a cualquiera. No tengan miedo a su extensión porque estas páginas valen mucho la pena.

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