Henryk Górecki, destacado compositor polaco de música clásica minimalista, escribió esta Sinfonía nº 3 (o Sinfonía de las lamentaciones) en tres movimientos en 1976. De acuerdo con Wikipedia, recoge elegías de madres por sus hijos, de hijas por sus madres. El primer movimiento se basa en un lamento del s. XV atribuido a la Virgen María. El segundo se erige sobre una invocación a la Virgen escrita por una prisionera polaca en una cárcel de la Gestapo. La tercera, basada en una canción popular polaca del s. XVI, incluye un pasaje en que la Virgen habla a su hijo crucificado. Hay muchas lecturas que la erigen como una obra sobre el Holocausto, aunque Górecki siempre esgrimió que trataba de reflejar un sentimiento de aflicción universal, el de las madres llorando a sus hijos.
En la web de Beth Gibbons se explica de manera sucinta la génesis de este disco, en el que la británica interpreta esa obra al frente de la Orquesta Sinfónica de la Radio Nacional polaca, dirigida por el prestigioso Krysztof Penderecki. De cómo una actuación de Portishead en 2013 en el festival Sacrum Profanum de Cracovia culminó en el concierto en el Gran Teatro Nacional de la ópera de Varsovia en noviembre de 2014. Muy recomendable leerlo para entender el titánico esfuerzo que llevó a cabo Beth para interpretar estas canciones dolientes en polaco.
Que nada de esto ahuyente al fan de Portishead o al aficionado pop medio. No hace falta bagaje ni conocimiento en música clásica o contemporánea para acercarse a esta obra. Primero, porque es una composición simple y limpia, sin atonalidades, sin coartadas intelectuales de ninguna clase. Porque habla sobre el dolor y está pensada para conmover. Y, ¿quién mejor que Gibbons para cantar sobre el dolor y conmover? Su voz no se ajusta a las exigencias previas de la obra; Górecki la escribió para soprano. Gibbons es una cantante de pop, no de ópera, y su categoría sería la de contralto; fuerza su voz para elevarla a registros inéditos. Quizás, si nos ponemos quisquillosos, se nota el esfuerzo en los puntos más altos –un leve quiebro, un pequeño desafine–. Pero, francamente, da igual. Porque nadie es capaz de transmitir los sentimientos de desamparo y desolación como ella. Cualquiera que haya visto a Beth Gibbons en directo sabe que no le hace falta más que su garganta y su presencia agazapada tras el micrófono para llenar completamente un escenario. Y emocionar.
Su voz, sin embargo, no aparece hasta el minuto 12.21 del larguísimo primer movimiento ‘I. Lento—Sostenuto tranquillo ma cantabile’. Dura más de 24 minutos, el doble del resto de piezas. Antes, se puede paladear el sencillo constructo de cuerdas sobre el que se teje el movimiento. El sonido no es limpio del todo. Pero transmite la calidez del auditorio, hace sentir como si estuvieras en la sala, respirando su atmósfera, el leve crujido del movimiento de los músicos, la resonancia de la madera. La sobrecogedora voz de Beth ocupa pocos minutos del total. Suficiente para acongojar y, a la vez, mostrar serenidad ante el dolor y ser capaz de transmitir un hálito de esperanza.
Es en el segundo movimiento, ’II. Lento e largo–Tranquillissimo’, el más breve, donde se despliega el poder de Gibbons. Esta es la pieza con mayor carga melodramática y cinematográfica. Pero donde se eleva y mortifica es en la tercera pieza. Sobrecoge en su recorrido a las notas más altas. En particular, el tramo que se abre en el minuto 7.30, trémula, se abre un rayo de esperanza, mientras la orquesta la reviste de progresiva intensidad.
Este es un disco de escucha absorbente, que exige el tiempo y la atención del oyente. Y esa exigencia se traduce en un periplo que conmueve hasta el tuétano. Esos segundos que transcurren del final de la pieza a los aplausos en que rompe la sala dan fe de lo sobrecogedor de la pieza y la interpretación de Gibbons. Y me hacen pensar en que es una pena que Beth Gibbons, poseedora de la mejor voz de la música popular de las últimas décadas, se prodigue tan poco.
Calificación: 8/10
Lo mejor: ‘III. Lento––cantabile-semplice’
Te gustará si: amas la voz de Beth Gibbons.
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