Dos generaciones distintas son fans de ‘None of Dem‘, y solo hay que entrar en su (algo aburrido, todo hay que decirlo) vídeo oficial y ver los comentarios para darse cuenta: están quienes la descubrieron mientras escuchaban ‘Body Talk’, y quienes la descubrieron en la escena inicial de la 4ª temporada de ‘Skam‘, con la presentación de Sana. Tanto un grupo como el otro cayeron rendidos ante uno de los temas menos «agradables» de Robyn: Pitchfork definió la canción en su momento como «un cruce entre Missy Elliot, Fever Ray y el planeta Neptuno», y es una descripción tan extraña como cierta. La agresividad de los beats mientras Robyn expresa lo aburrida y cansada que está de todo se combina con un estribillo bastante más vulnerable de lo que parece, y una segunda parte en la que se combina con un outro machacón y un fragmento instrumental que nos transporta al caos y al hastío, casi anhedonia, que reina en ese momento la mente de Robyn. Y por si lo agresivo de la producción de Röyksopp no nos dejase ver la naturaleza vulnerable de ‘None of Dem’, Austra versionaron el tema en formato acústico, apreciándose mucho mejor ese estribillo que es casi una llamada de auxilio. Pablo N. Tocino
Robyn no ha ocultado que este gran tema que realza la segunda mitad de ‘Honey’ es, más que un homenaje al house de los 90, es consecuencia de tratar de imitar a Crystal Waters. Así lo reconoció a Pitchfork: “A veces imitas cosas hasta que creas algo propio”. Ese sonido impregna buena parte del último disco de Carlsson, más influida por la música de clubs que por la música pop. Por si había dudas, el clip oficial resume el periplo de la artista de vacaciones (y ejerciendo de DJ) en Ibiza. Aunque esta composición –la única de este disco en la que cuenta con su viejo aliado Åhlund– no rehuye el gancho melódico con ese estribillo que repite el título de la canción con autocoro, lo que brilla es su sutileza (precisamente la letra habla de cómo los gestos pueden decir más que las palabras, provocando incluso reacciones físicas involuntarias) ese espíritu que evoca la cultura ball. Hasta se diría que esos ad-libs con una ambigua voz distorsionada podrían emular a una drag-queen.
Tras el desencanto con la deriva que tomó su carrera después de su tercer disco –la compañía quería hacer de ella una Christina Aguilera, dijo–, Robyn planteó a Jive Records poner fin a su relación contractual. Algo perdida, un encuentro casual con los hermanos Dreijer, The Knife, la motivó a crear su propio sello para publicar su nuevo álbum, con el que quiso recuperar la excitación que sentía por el hip hop cuando era una adolescente. Así nació ‘Robyn’, álbum autoeditado y creado con la ayuda de Klås Ahlund: el miembro del grupo sueco Teddybears –de los que el disco incluye una versión, ‘Cobrastyle’– la ayudó a acercarse al panorama electropop alternativo que bullía a principios del siglo. Ahí encontró acomodo Carlsson con canciones que equilibraban espíritu rebelde y potencial comercial. ‘Bum Like You’ es uno de los mejores ejemplos de ese sonido, que caracterizó a Robyn no solo en ese disco sino también en el ambicioso ‘Body Talk’ que lanzó 5 años después. Sutileza rítmica, vocación bailable, sonidos ácidos, ganchos impecables y letras divertidas (en este caso, sobre pillarse por alguien que es un desastre y tendría todas las papeletas para lo contrario) iban de la mano en esta y otras canciones de este disco. Pero no siempre fue así: en la versión original de ‘Robyn’, ‘Bum Like You’ era un medio tiempo rockero situado en la pausada recta final del disco. Tras convertirse en un éxito independiente, el álbum fue reeditado en 2008 por Universal con la versión más conocida de la canción re-secuenciada como el corte 5, en pleno subidón.
En buena medida, ‘Body Talk’ era una evolución del exitoso ‘Robyn’ en la que cabían nuevas variantes sonoras. Pero también permanecía fiel a los hallazgos del cuarto disco de la sueca. En ese cajón entraría la potente ‘Love Kills’, uno de los temas que incluía el segundo de los tres volúmenes en los que se estructuró el lanzamiento de manera insólita (es curioso que, a pesar de los peros que encontró Robyn en lanzar el disco así, este año Miley Cyrus, MARINA o Foals la están imitando). Y es un ejemplo perfecto de la idea de evolución, porque aunque está firmada a medias con Klås Ahlund –consolidado como su mejor aliado musical, aún ha estado presente en la creación de ‘Honey’ – tiene claros ecos de las colaboraciones con Röyksopp que había comenzado a desarrollar en 2009. Con una profunda base house y sonidos electro por bandera, Robyn comienza con valentía, lanzando su potente estribillo, que contrasta con unos versos casi rapeados, reservándose la crema melódica para ese fantástico puente que canta “síndrome de Estocolmo y miseria / hay un castigo para los crímenes de amor”. De eso va, sin ambages, la letra de esta canción, que advierte que “si vas buscando el amor, más te vale tener un corazón de hierro, porque el amor mata”. Aunque hay quien ve en los versos “protégete o te destruirás / en este frío mundo, así que hazte revisiones” una invitación al control de las ETSs. Que nunca está de más.
Aunque la figura de Max Martin se suele ligar a la de Robyn, en realidad su trabajo conjunto ha sido bastante menos frecuente de lo que parece. Pero eso sí, es de los pocos que ha estado ligado a su trabajo en distintas etapas y, sobre todo, cabe atribuirle cierta responsabilidad de su éxito inicial en Estados Unidos: sus dos grandes éxitos en la gran Meca del pop contenidos en (la reedición de) el debut de la artista sueca llevan su firma. Uno era ‘Show Me Love’, del que hablaremos próximamente, y el otro este ‘Do You Know (What It Takes)’ que nos ahora nos ocupa. Dada las sucesivas publicaciones internacionales de ‘Robyn Is Here’, fue el tercer single en Suecia, el segundo en UK y el primero en USA, donde se convirtió en el primer top 10 (fue número 7) de su carrera cuando se lanzó en 1997. De hecho, se puede decir que esta canción pudo ser el prototipo que convencería a algunos ejecutivos de que este sonido de pop-soul-R&B con base hip hop auparía a lo más alto a Britney Spears, como de hecho ocurrió un año después con su debut. Martin y Denniz Pop –co-productor del tema, conocido por su trabajo junto a Dr. Alban– supieron imprimir una pátina de modernidad a ese candoroso estilo Motown de los otros singles previos del álbum, que ayudó a este tema a conectar aún más con el público. ‘Do You Know (What It Takes)’ es, además de una buena canción, el arquetipo del sonido pop de toda una época.
En el paso entre la Robyn más infantil de sus primeros discos y la que conocemos ahora fue clave su disco homónimo, el primero con Konichiwa Records, su propia discográfica una vez fuera de Jive Records (tras las quejas de esta compañía por, atención, ‘Who’s that girl’… choices). Su nueva casa comparte nombre con este lead-single que, como decimos, anticipa a la nueva Robyn y también coge lo mejor de la anterior, con un punto gamberro de estrella teen que quiere hacerse la rebelde llevado al paroxismo, presente en rimas como “I’m so very hot that when I rob your mansion / you ain’t call the cops, you call the fire station”. La autora de ‘Honey’ comentaba sobre los orígenes del tema que ella y su compañero de fatigas Klas Åhlund se tomaron la creación de éste como una competición de “rimas locas”, llamándose incluso a altas horas de la noche solo para decirse la última que se les había ocurrido. La sueca llega a recordar a Yolandi Visser en los fraseos, y el videoclip del tema, dirigido por Johan Sandberg, Fredrik Skogkvist y Henrik Timonen, también va por esta línea macarra, resultando todo esto en un corte que desde luego no es su mejor canción (recordemos que el single que le sucedió fue ‘With Every Hearbeat’), pero sí un divertimento con alto nivel de replay value -más teniendo en cuenta que no llega a los tres minutos- y que incluso llegó a tener versión en el idioma de ‘Los Sims’, como ocurrió con Amaia (Montero) y su ‘Dulce locura’. Pablo N. Tocino
Como venimos repitiendo, el entendimiento artístico entre Christian Falk y Robyn era tal que sus canciones conjuntas eran susceptibles de sonar tanto en los discos del productor como en los de la intérprete y compositora. De hecho, algunas se han publicado en discos de ambos, como es el caso de ‘Dream On’: inicialmente se incluyó en ‘People Say’, el 2º largo del productor, pero también se sumó a la edición norteamericana de ‘Robyn’, lanzada en 2008. Tenía todo el sentido, porque en su creación también estuvo involucrado Klas Åhlund, principal artífice del sonido de ese disco de la sueca. Sin embargo, las versiones publicadas eran algo diferentes, puesto que la del disco de Falk contaba con la voz de Ola Salo, miembro del grupo The Ark, que también participó en la composición de la canción. La versión incluida en ‘Robyn’, en cambio, prescindía de él. Para mí un error, porque el contrapunto de su voz masculina aporta aún más épica. Es, en ambos casos, una fantástica canción del electropop ensoñador, un puro crescendo que parece poder continuar “sine die”.
Aunque esta década ha parecido algo yerma en cuanto a producción por los 8 años que separaron ‘Body Talk’ de ‘Honey’, lo cierto es que Robyn ha hecho muchas cosas. Además de los EPs firmados al 50% con Röyksopp y The Bagatelle Magique, entre 2014 y 2016 colaboró en el citado 2º disco de Kindness, en ‘Summer 08’ de Metronomy, el debut de Zhala, obras de Mr. Tophat y Todd Rundgren y en ‘Blank Project’ de Neneh Cherry. La hijastra del mítico trompetista de jazz Don Cherry explicó a Pitchfork que esta pista del disco en concreto se le atascaba. Su productor Kieran Hebden, el hombre tras Four Tet, le sugirió entonces que quizá era el momento de llamar a Robyn y concretar una colaboración que habían pactado y llevaban tiempo posponiendo. Lo cierto es que, por su sonido, no es la colaboración que uno cabía imaginar de los implicados: marcial, oscura y algo agresiva, con un punto kraut, es un tema muy orgánico en el que un bajo sintetizado y una batería natural marcan la pauta para que Neneh y Robyn prácticamente rapeen su letra, hasta que en el pre-coro irrumpen sintetizadores que rompen la dinámica y apuntalan la bonita, aunque melancólica, melodía del estribillo. En una línea similar, su letra tiene un poso de empoderamiento de dos mujeres que se enfrentan diariamente al sexismo y al racismo (en el caso de Cherry) en su Suecia natal, como bien señala su caleidoscópico y algo retro vídeo. En él, como en su letra, llaman a la unión de las mujeres para confrontar al miedo.
En 2018 Robyn regresaba con ‘Honey’, un disco en el que muestra una nueva cara, más madura quizá. Y más reflexiva también. ‘Human Being’, una suerte de dueto con su protegida Zhala (y que por tanto publica sus trabajos en su sello, Konichiwa Records), es ejemplo de que la sutileza y la instrumentación delicada también forma parte de esta era. Una caja de ritmos minimalista pero potente marca toda la canción, bajo la que los acordes se van marcando lenta y prolongadamente, mientras que la melodía se va desarrollando de manera progresiva desde el inicial, recitado, “soy un ser humano, y tú también”. A pesar de todo, la elegante producción de Carlsson junto a Joseph Mount (forjando una complicidad artística especial con el líder de Metronomy, que antes floreció en ‘Hang Me Oyt To Dry’) está poseída por un ritmo bailable que va y viene. De forma llamativa, el texto de la canción tiene cierto trasfondo animalista y futurista: está inspirado por la lectura de ‘Sapiens: A Brief History of Humankind’ de Yuval Noah Harari y, como en el estudio de este historiador israelí, plantea un futuro en el que la Inteligencia Artificial acabe por considerar a la Humanidad como una especie inferior, del modo que esta lo hace con los animales. Espeluznante idea con la que marcarse unos pasos de baile, ¿no?
Adam Bainbridge, más conocido como Kindness, se ha convertido en otro nombre de referencia en el universo Robyn. Después de que este lograra una gran atención mediática al publicar su debut ‘World, You Need a Change Of Mind’, Carlsson trabó amistad con él, al compartir una estética musical muy próxima, con sonidos tan bailables como libres, emocionales y experimentales. Pareció lógico que la sueca participara en este single de su segundo trabajo ‘Otherness’, publicado en 2014. ‘Who Do You Love’ es una canción de estructura reconocible pero de forma abrupta, en la que la batería es como el Guadiana: aparece y desaparece. Cuando no está, emerge un órgano Hammond que aporta cierta espiritualidad, sobre todo al escuchar a Robyn cantar, casi acapella, un “¿a quién amas?” que puede ser leído de manera ligera pero también espiritual. Lo cierto es que la canción es apasionante, y nos transporta a la curiosa situación que la inspiró: si Bainbridge no bromea en Genius, narra una noche de fiesta en un karaoke de Robin, Adam y Max Vitali – por entonces pareja de la artista– que, tras ser expulsados del bar, terminaron haciendo migas con el dueño de una tienda de guitarras, donde terminaron tocando música hasta el amanecer. Aunque de ahí llegan a una reflexión sobre la incomunicación en nuestros días y sobre permanecer ajenos a los demás.