‘La Trinchera Infinita’: el Goya a Mejor Actriz tiene el nombre de Belén Cuesta

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‘La Trinchera Infinita’: el Goya a Mejor Actriz tiene el nombre de Belén Cuesta

Higinio y Rosa son un matrimonio de un pueblo andaluz indeterminado en 1936 y cuya relación, como las de tantas otras parejas, se rompió por la Guerra Civil. Solo que, en este caso, el motivo no es que ejecuten o hagan prisionero a uno de los dos… o, en cierto modo, sí: uno de los dos se convierte en prisionero en su propia casa. Jon Garaño, Jose Mari Goenaga y Aitor Arregi debieron pensar en todo el potencial que escondían -nunca mejor dicho- las historias de los llamados “topos” de la posguerra, de cara a su nuevo proyecto tras los éxitos con ‘Loreak‘ y ‘Handia‘. Así, ‘La Trinchera Infinita’ nos presenta primero cómo el estallido de la guerra sorprende a la pareja, con una especie de prólogo en el que Higinio intenta escapar para, finalmente, volver a su casa y esconderse “temporalmente” bajo el suelo de ella, hasta que se calmen las aguas. Lo que ni él ni ella saben es que las aguas no se van a calmar y que ese “temporalmente” va a durar más de 30 años.

Pude ver la película en el Festival de San Sebastián, donde se llevó múltiples elogios de la crítica y varios premios del Festival, entre ellos a mejor dirección y mejor guión, y no puedo estar más de acuerdo. ‘La Trinchera Infinita’ es una historia complicadísima de poner en pie; es difícil contarla y contarla bien, y, aún más, conseguir que el espectador no pierda la atención en sus casi tres horas de metraje, que abordan varias décadas de nuestra Historia. Pero el guión (del propio Goenaga junto a Luiso Berdejo) y la dirección son claves en esto, y aciertan a la hora de poner al espectador como el propio topo: nos acercan esa sensación de enclaustramiento y asfixia del propio Higinio, consiguiendo que ‘Buried’ y ‘La habitación del pánico’ parezcan ambientadas en el prado inicial de ‘Midsommar‘, algo a lo que ayuda también la cuidada fotografía de Javier Agirre.

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El diseño de sonido es también reseñable en una película donde son tan importantes los silencios, donde tenemos que sentir el ambiente como si nosotros fuésemos también un topo. Esos silencios son clave incluso en el sexo, dando una de las escenas de sexo más incómodas, realistas y a la vez llenas de pasión que hemos visto en los últimos años en nuestro cine. Porque si la película llega tanto a quienes han podido verla no es por su retrato de la época de posguerra (y toda la dictadura), que también, sino porque el miedo, la soledad y la asfixia que tan bien consiguen transmitir afecta a sus personajes y afecta a ese amor tan puro que vemos al principio, y que pensamos que aguantará carros y carretas… pero llega un momento en que empieza a resquebrajarse. ‘La Trinchera Infinita’ retrata cómo todo esto afecta a Higinio, pero también a quien ejerce el rol de cuidadora y protectora para que la artimaña funcione, a Rosa (y a tantas mujeres como ella).

Antonio de la Torre vuelve a entregarnos una interpretación magistral, quizás la mejor hasta el momento (viendo la capacidad con la que este tío se supera, no creo que le dure mucho el récord), por lo complicado de este personaje, especialmente cuando, por cuestiones técnico-cronológicas, se podría caer en la parodia involuntaria. Todo el reparto desprende una envidiable naturalidad (criticada con los argumentos de siempre contra el acento andaluz, ahí tenemos las quejas de Boyero sobre los “necesarios” subtítulos para esta película y, curiosamente, también para ‘Entre dos aguas’) y cumple su función estupendamente. Desde el hijo de la pareja (interpretado por el pequeño Adrián Fernández y por el solvente Emilio Palacios una vez ha crecido) hasta personajes que parecen tener menos importancia pero son clave para darnos un soplo de humanidad y un respiro cómico (pienso en ese cartero obligado a permanecer en el armario y en los potajes de su madre), pasando, por supuesto, por el antagonista Vicente Vergara. Y no, no me he olvidado de Belén Cuesta. Es que merece un párrafo aparte.

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Belén se confirma como una de las mejores actrices que nos ha dado el cine español en los últimos años, y, viéndola, no podemos evitar acordarnos de cuando su Magüi buscaba a “la actriz 360, que es buena en comedia y en drama”. Personalmente, encuentro absurdo que a una actriz que borda la comedia no se le considere “buena actriz” hasta que no hace un papelón en drama (cuando hay muchas “buenas actrices” de drama que no hacen comedia porque tienen menos arte que un san jacobo), pero es cierto que muchísima gente sigue pensando así. Y esa gente se quedará de piedra viendo a Cuesta en ‘La Trinchera Infinita’, viendo cómo es capaz de darnos toques de comedia que se agradecen bastante (la descripción que hace Rosa de Franco es uno de los momentazos del cine de 2019), cómo es capaz también de dejarnos con un nudo en el estómago y, sobre todo, cómo expresa con tanta honestidad la tensión que Rosa va acumulando a lo largo de los años, cómo se va quemando y los cambios que va sintiendo. ‘La Trinchera Infinita’ se ha estrenado muy cerca de ‘Mientras dure la guerra’, y eso perjudica al ya de por sí difícil destino comercial de las películas españolas ambientadas en la Guerra (por el estereotipo existente alrededor de ellas). Pero si vais a verla comprobaréis que no solo es bastante superior a la de Amenábar, sino que es, con permiso de ‘Dolor y gloria‘, la película española del año. 8,5.

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