Que el nombre James Calvin Wilsey dirá muy poco a la mayoría de nuestrxs lectorxs es casi seguro, y entendible. Que su muerte hace ahora prácticamente un año se nos pasara a tantos completamente desapercibida es menos perdonable. Pero entronca directamente con una de las injusticias más flagrantes de la historia del pop: el hecho de que dicho músico –arquitecto al 50% del sonido de Chris Isaak– siga siendo casi un completo desconocido, alguien que se benefició bien poco de la fama y el dinero que generó el éxito de Isaak, hasta el punto de morir el 24 de diciembre de 2018 prácticamente en la indigencia y sin casi impacto mediático.
Así que, a modo de obituario aniversario, un año después traemos a James Wilsey a JENESAISPOP para enmendar el despiste y reivindicar su figura. ‘Wicked Game’ cumple 30 años este final de década, y representa sin duda la cumbre de la carrera de ambos músicos. Pero no fue fácil llegar hasta allí. Wilsey venía de formar parte de los pioneros del punk californiano The Avengers, y a primeros de los 80 conoció a Isaak, que acababa de formar la banda Silvertone y le invitó a unirse a ellos. El estilo guitarrístico de Wilsey, que amalgamaba rockabilly, country y el sonido instrumental cósmico de Hank Marvin de los Shadows le sentó al proyecto como un guante, y pronto se volvieron inseparables sobre y fuera del escenario. Pero mientras Isaak mantenía la mirada fija en el éxito Wilsey jugueteaba con la heroína, algo que no afectó su implicación en el proyecto, pero que a la larga le traería problemas. Después de dos años en el cerrado circuito del rockabilly, Silvertone consiguieron llamar la atención del productor Erik Jacobsen (afamado por sus éxitos con los sensacionales Lovin’ Spoonful pero algo fuera de onda en los complicados 80) y con él pasaron otros dos años grabando maquetas, trabajando y refinando el sonido del grupo. Wilsey se sentaba junto a Jacobsen durante las grabaciones, aprendiendo muchos trucos y técnicas de estudio que después usaría en la gestación de ‘Wicked Game’.
Finalmente, en 1984, Silvertone dieron en la diana y Warner los fichó. Pero entonces, por razones legales, hubo que cambiar el nombre del grupo: Silvertone era una marca comercial y parecía que eso podía dar problemas. Parecía obvio que, a pesar de que la dirección artística la llevaban Isaak y Wilsey, lo más inteligente y comercial era llamar al proyecto Chris Isaak, por la propia imagen tan llamativa del cantante, y también porque él componía el repertorio, aunque con ayuda de Wilsey en los arreglos. En ese momento también se le planteó a Wilsey un arreglo económico inferior a Isaak en cuanto a royalties y otros ingresos. Con cierta amargura, lo aceptó. Los dos primeros discos del proyecto no tuvieron un gran impacto en el gran público pero vendieron lo suficiente para mantener su contrato con la compañía. Son también muestras brillantes de su sonido, una fórmula doble irrepetible: por un lado Isaak y sus trenzados de acordes melancólicos, con sus letras sobre tragedias del corazón o la vida, cantadas siempre con la leve sombra del sollozo. Por el otro, su pareja musical perfecta, las guitarras de James Wilsey respondiendo a todo ese sentimiento con un lirismo sutil y perfecto, empapado de eco, quizá el sonido más evocador de los 80, una avalancha de emoción salida de una, quizá dos cuerdas, pulsadas por Wilsey e impulsadas por un tanque de reverb.
En algún oscuro lugar de América, David Lynch escuchaba atento y percibió la magia instantáneamente: para 1986 ya había utilizado música de Isaak en su película ‘Terciopelo Azul’. En 1989 llega ‘Heart Shaped World’ en el momento perfecto. De golpe, la crítica empieza a aclamar a Chris Isaak mucho más unánimemente, en consonancia con los tiempos: ya en los charts del año anterior se empezaba a percibir un nuevo gusto por producciones más orgánicas con un toque 50s (‘Perfect’ de Fairground Attraction, por ejemplo) y el éxito en listas a principios de ese mismo año de Roy Orbison (uno de sus referentes más claros) alisaba el camino para la llegada de ese tercer disco en el momento óptimo, en verano de 1989. Justo entonces Lynch vuelve a pedirles material. Le encanta el nuevo disco y les encarga unos fragmentos musicales para su nueva película, ‘Corazón Salvaje’. Confundidos con las instrucciones del cineasta, acaban mandándole las cintas de 24 pistas del álbum para que remezcle y altere lo que le dé la gana. Y así es como en la película acaban apareciendo versiones instrumentales de algunos de los temas, a veces remezclados o incluso ralentizados. Y entre ellos, claro está, aparece -en una de las escenas absolutamente inolvidables de la película, con Sailor y Lula conversando en el coche- ese lienzo inolvidable de misterio inhóspito, la versión instrumental de Wicked Game, la que lo cambió todo en la fortuna de Chris Isaak:
‘Wicked Game’ en versión instrumental permite degustar cada una de las notas, rasgueos y sutiles pulsaciones de la palanca de trémolo en las delicadas pero precisas manos de Wilsey. Pero curiosamente, y a pesar de esa naturalidad orgánica que rezuma la canción, el tema es el resultado de muchas vueltas y de un auténtico patchwork digital. De hecho es uno de los primeros y mejores ejemplos de cómo la tecnología empezaba a facilitar muchísimo las cosas a los músicos. James Wilsey siempre estuvo interesado en las técnicas digitales de grabación, y ya en la primera mitad de los 80 usaba el programa pionero Deck en su Apple Mac II para experimentar y hacer sus propias grabaciones. ‘Wicked Game’ llevaba compuesto varios años pero nunca acertaban a grabarla de forma satisfactoria. Finalmente, durante la preparación del disco, grabaron una nueva sesión en 1988 en los estudios Fantasy de Berkley. De entre las múltiples tomas, Wilsey y el productor Jakobsen empezaron a seleccionar pequeñas secuencias de batería con escobillas que les parecía que tenían el tempo y el espíritu adecuado. Estaban en la era pre-ProTools, así que usaron el Akai DD1000, un sampler de la época. Reprogramando esos loops, reinventaron el groove de la canción hasta que dieron con lo que tenían en la cabeza.
Hicieron algo parecido con los trozos de bajo que encajaban, y cuando tuvieron una secuencia completa llamaron de nuevo a Kenny Dale Johnson (el batería) para que grabara el plato de “ride” por encima de toda la toma, para darle una unidad y naturalidad a toda la canción. Y para ayudarle a no perder el tempo le pusieron un pedal de bombo sin bombo. A pesar de un enfoque tan de laboratorio, la cosa indudablemente funcionó, y pronto vino Isaak y grabó dos acústicas con afinaciones diferentes. Finalmente, James Calvin Wilsey: aunque su parte de guitarra estaba bien definida y clara porque venía de tocarla a menudo en directo y en intentos de grabación anteriores, le dedicó dos semanas para que cada fraseo y nota fuesen perfectos en sonido, ejecución e intención.
Chris grabó las voces en la mesa de control, sin auriculares. Oía el playback con dos pequeños altavoces: algo no muy habitual pero que puede cambiar dramáticamente la forma de cantar, volviéndola mucho más natural que con la distracción de los cascos (nota para nerds: parte del playback se coló en la toma vocal, por eso el sonido de los platos cambia cada vez que suena la voz en la canción). El resultado fue el esperado, y el hecho de que Isaak cantara como si estuviera en su habitación tiene también mucho que ver con el éxito de la canción. Pero es el riff de guitarra el verdadero gancho de la canción, y probablemente el mejor ejemplo del estilo de James Wilsey: sutileza, emoción, y economía. De hecho son tan sólo dos simples notas, en forma ascendente y descendente, que derivan en un delicado arpegio:
El resto es historia: la película de Lynch es un éxito, un DJ de Atlanta se obsesiona con el instrumental de ‘Wicked Game’, busca el disco para pincharlo y se encuentra con que en realidad es una canción con voz. La programa obsesivamente durante semanas y el tema empieza a despegar. A pesar de que en su lanzamiento el álbum no pasó del numero 172 de las listas, en 1990 se relanza, se edita ‘Wicked Game’ en single, y para 1991 ‘Heart Shaped World’ había vendido medio millón de copias. La fórmula “Elvis reverbcore” de aquellos Silvertone finalmente había triunfado.
Irónicamente, el éxito trae desencanto: tras un año girando para explotar el éxito del disco, Wilsey está agotado. En el cuarto disco de Isaak empieza a descolgarse del proyecto y abandona, cansado de haber dedicado más de diez años a este proyecto sacrificando amigos, familia y proyectos personales. Así que con la nueva década empieza a tratar de empezar a vivir. Sus proyectos musicales (el grupo instrumental The Mysteries) salieron adelante con peor que mejor suerte, de la manera inconstante propia de un adicto. También en esos años conoce a la artista de Los Ángeles Winter Mullender e inician una relación en la que se mezclan de la peor manera posible drogas y paternidad. Tras muchos intentos y fracasos, finalmente en 2007 edita un disco en solitario titulado ‘El Dorado’, un excelente ejercicio de estilo de los distintos palos de la guitarra instrumental. En él se mantiene su gusto intacto, y esa sombra de melancolía suprema que imprimía a sus forma de tocar.
En uno de los mejores obituarios escritos este año, su amigo Michael Goldberg afirmaba que su sonido de guitarra no es sino una cristalización de la tristeza de la que estuvo escapando toda su vida. Porque ciertamente triste fue el final de su vida: a pesar de unos prometedores proyectos al comienzo de esta década (una canción en la BSO de ‘Mátalos suavemente’, protagonizada por Brad Pitt, una colaboración con Lana del Rey en unas demos del tema ‘Black Beauty’) su diagnóstico de hepatitis C, de la que se contagió por su consumo, acabó causándole problemas: para 2014 le habían transplantado el hígado y se encontraba en buena forma, incluso participando en una reunión especial de los Avengers ese mismo año.
Pero entonces las cosas se torcieron de forma bastante horrible: los analgésicos que le habían recetado para su recuperación del trasplante le volvieron a enganchar absolutamente y empezó a consumir de nuevo de manera desproporcionada. No se sabe demasiado de cómo fue su vida esos últimos cuatro años, aunque seguía posteando cosas en FB e incluso empezó a recordar sus años con Isaak con añoranza, diciendo que fue un gran amigo y recordando aquella época como la más divertida de su vida. En 2016 volvió a la zona de San Francisco, pero sus amigos le veían muy poco. Finalmente volvió a vivir con su exmujer y su hijo Waylon en 2017, pero pocos meses después perdieron la casa, les embargaron por problemas económicos, y a pesar de que soñaban con irse a una casa en el desierto y montar un estudio, la realidad era más cruda. Para 2018 no tenían sitio fijo para vivir, Wilsey volvió a estar solo, con problemas en su riñón debido a su adicción, y empezó a vivir literalmente sin techo. Su mujer también desapareció del mapa, y de hecho fue en diciembre, cuando unos amigos de ella fueron a ver si la localizaban en un campamento de homeless en Eagle Rock, que descubrieron allí a James, vestido con tan sólo una camiseta en una fría noche. El final trágico era inevitable en esas circunstancias: desde su móvil el propio Wilsey llamó a una ambulancia el 19 de diciembre de 2018 y fue ingresado con fallo orgánico multiple, entrando en coma. El 24 de diciembre murió.
En su Instagram, Chris Isaak escribió: “Jimmy tenía un gran corazón y un gran sonido. Cuando iba a tocar un solo solía gritarle «¡a por ellos, Cal!». Ahora miro su foto: aquel guapo, cool y joven Jimmy, y le echo de menos, y me alegro del tiempo que compartimos. Voy a poner un viejo disco y escuchar a mi amigo. Descansa en paz James Calvin Wilsey.”
La entrega nº 340 de Popcasting es un especial dedicado a la carrera de James Wilsey, y está disponible en este enlace.