Publicado hace ya más de un año, ‘Sombrero roto‘ de Kiko Veneno fue uno de los mejores discos de 2019 para nuestra redacción y el último disco nacional del año elegido por la redacción de Rockdelux (en su edición de papel, al menos). Fue una de esas decisiones valientes, a contracorriente, que marcaron la trayectoria de la cabecera dirigida por Juan Cervera y Santi Carrillo durante décadas. Y, también, un acto de justicia: el catalán, andaluz de adopción, merecía tal reconocimiento por la nueva y acertada reinvención sonora que llevaba a cabo en ese soberbio disco. Pero, curiosamente, la mejor canción de ese álbum difícilmente podía ser más clásica en fondo y forma.
Hablo de ‘Obvio’, una gran balada que se sitúa no por casualidad como eje entre la primera y la segunda parte del disco. Es una suerte de remanso de paz que nos lleva a un espacio sonoro y emocional muy distinto al del resto de ‘Sombrero roto’, de la que es muy difícil no enamorarse. “Le gusta a todo el mundo: a los niños, a las niñas, a los viejos, a las viejas, a los LGTB, a los Ñ, a los V, a los marcianos… A todos”, nos decía con su guasa característica el propio Kiko cuando le entrevistábamos ante la salida del álbum. “Es una canción sentimental, romántica, que te hace saltar las lágrimas”, añadía… casi como a él cuando le comenté que veía en ella la influencia de su admirado Nat King Cole. “No me digas eso, que es uno de mis grandes ídolos”.
Pero es cierto. La delicadeza y candor de la melodía la haría perfecta para un intérprete de jazz o swing. Además, aunque esté guiada por una sencilla guitarra acústica, los ampulosos arreglos de cuerdas recalcan su apabullante clasicismo. Arreglos que han sido compuestos y dirigidos por Michael Thomas, compositor británico que ha trabajado con Paul McCartney, Elvis Costello o Björk, y que actualmente dirige varias orquestas de cámara en Andalucía (de ahí la conexión). En todo caso, la belleza de esa combinación no escapa al carácter de búsqueda del disco, remarcado aquí por los teclados casi saturados que aporta el productor Bronquio hacia el final.
Pero además de la música, ‘Obvio’ es un triunfo lírico. Una letra que fácilmente hará que florezca un buen nudo en tu garganta o un vello erizado en tu brazo por la honestidad desarmante de su letra de amor, un amor de esos que dan ganas de vivir y que, por eso, resulta especialmente emocionante en un momento en el que es obligado dar las gracias a la providencia (o lo que sea) por poder escribir, leer y escuchar esto y sobre esto. Aunque en principio su lectura podría no ligarse necesariamente a una relación romántica sino extenderse a un amor fraternal o incluso una amistad, la lectura que hace Akimoski –responsable del arte del disco– en su vídeo oficial recién estrenado tiene una vis sensual muy directa, con planos de caras y cuerpos que denotan deseo y que, extraordinariamente, hasta se tocan. Todos ellos superpuestos sobre paisajes naturales o urbanos, dejando planos realmente poéticos. “Estaría encantado de que fuera la canción triunfadora de este disco”, nos decía el sin par Veneno en la citada entrevista. No cabe duda de que así puede ser.