Phoebe Bridgers / Punisher

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Phoebe Bridgers / Punisher

Con tan sólo dos álbumes en solitario, uno colaborativo con Conor Oberst y otro con Julien Baker y Lucy Dacus como boygenius, Phoebe Bridgers se ha convertido en una voz generacional. Cuando habla largo y tendido de las canciones que componen este segundo álbum ‘Punisher’, no se va por las ramas. Promocionando ‘Garden Song’, que va sobre la consecución de los «sueños», decía en Apple Music: «Si eres una persona miserable que piensa que los buenos mueren jóvenes y las corporaciones malvadas dominan todo, ya tenemos pruebas suficientes de que es verdad». Hablando de ‘ICU’, que va sobre una relación de amor ya pasada que tuvo con su batería, comentaba igualmente: «me encantaría ser supercreativa cuando estoy deprimida, pero en lugar de eso, todo lo que hago es mirar el móvil durante 8 horas».

Cercana y sencilla, lo suficiente como para presentar una canción en la televisión americana desde una bañera y acompañada de un único instrumento, Phoebe Bridgers nos habla en ‘Punisher’ de lo que es su día a día y su visión de las cosas. ¿Que unos fanáticos mueren a las puertas de un estadio? La letra de ‘Halloween’ dice secamente: «han matado a un fan en el estadio / solo estaba de visita / lo han golpeado hasta matarlo». ¿Que no le gusta aquella canción que Eric Clapton dedicó a un hijo que murió al precipitarse desde una ventana? La letra de ‘Moon Song’ dice secamente: «Odiamos ‘Tears in Heaven’ / pero es triste que su bebé muriera / Nos peleamos hablando de John Lennon / hasta que lloré / me fui a la cama y me puse triste».

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Este tratamiento de temas indistintamente cotidianos o graves, livianos o trascendentales, está llamado a dividir: sin que ‘Tears in Heaven’ sea mi composición de cabecera, es muy obvio que Phoebe Bridgers está a años luz de hacer una canción de este tamaño que pueda trascender barreras, géneros y generaciones. Lo bueno es que tampoco es que parezca su objetivo, más bien ‘Punisher’ es una obra deliberadamente modesta, intimista y carente de grandes ambiciones, a veces para muy bien.

El momento más triunfal se produce con ‘Kyoto’, una canción en la que Phoebe Bridgers expresa su malestar porque, después de haber estado tanto tiempo queriendo actuar en Japón, sintió el «síndrome del impostor» cuando tuvo que hacerlo. Da igual que nunca hayas ido a Kyoto o que nunca hayas tenido que dar un concierto, el estribillo eufórico y su sección de vientos saben realzar las cosas similares que hayan podido acontecerte. Lo mismo sucede con ‘Garden Song’, un tema sobre las pesadillas recurrentes que tiene de gira, o con ‘Punisher’. Aunque no te obsesione Elliott Smith como a ella -le dedica la canción a él y a la decepción que un ídolo puede ser para sus fans-, su producción a medio camino entre Jon Hopkins y Phosphorescent es maravillosa.

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Tras un tramo medio menos lustroso hasta que llegan los bonitos arreglos al final de ‘Saviour Complex’, una canción que Phoebe Bridgers dice haber escrito en sueños, el álbum remonta con la mencionada ‘ICU’, una cucada country llamada ‘Graceland Too’ que escribió en un viaje de MDMA -coincide más o menos por tanto con ‘Slow Burn’ de Kacey Musgraves– y finalmente una gloriosa ‘I Know the End’ que recuerda al Sufjan Stevens más majestuoso. Tres grandes canciones que se sostienen sin necesidad de subrayados y matizaciones en Genius.

Calificación: 7,6/10
Lo mejor: ‘Kyoto’, ‘ICU’, ‘I Know the End’, ‘Garden Song’
Te gustará si te gustan: Sufjan Stevens, Clairo, Tegan & Sara
Youtube: vídeo de ‘Kyoto de Phoebe Bridgers

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