Dentro de las muchísimas canciones icónicas en la carrera de Nacho Vegas, hay pocas como la introducción instrumental que abría su primer disco bajo su nombre propio (recordemos que antes fue ‘Diariu‘), ‘Actos inexplicables‘. La canción, que comparte su título, contiene una evidente herencia de los míticos westerns musicados por Morricone para Sergio Leone, desde esa armónica que se va acercando hasta nosotros desde lontananza hasta tocarse con los rasgueos de guitarra en vibrato en primer plano. Los fabulosos arreglos de cuerda y viento compuestos por Carlos J. Martínez y el propio Vegas tienen un tono crepuscular y evocador que alude claramente al maestro y que, además, no son una rara avis: la maravilla cohenesca ‘El camino’ le va a la zaga.
El maravilloso cuarto álbum de Richard Hawley suponía un leve cambio de rumbo en su carrera –además de un considerable impulso comercial– al introducir en su retro rock unos exuberantes arreglos orquestales que engalanaban todo el álbum y que entroncaban con la tradición del Scott Walker más amable y, también, con un aire country que volvemos a relacionar con Ennio casi indefectiblemente (aunque su vasta carrera fuera mucho más allá del western). Cabe destacar que, no en vano, Hawley ha participado en la composición de varias bandas sonoras (más con canciones que con scores, eso sí) y que al frente de los arreglos de este álbum estaba Colin Eliott, que ha dado muestra de su talento en esa parcela en discos como el orquestal ‘The Abbey Road Sessions’ de Kylie Minogue o ‘Complete Surrender‘ del dúo Slow Club.
Está fuera de toda duda que el autor de scores tan míticos como los de ‘La misión’ o ‘El bueno, el feo y el malo’ ha debido influir de una u otra manera a cualquiera que se haya sentado a escribir música para una película en los últimos 30 años. Unos de esos han sido los británicos Tindersticks, compositores fetiches de la ahora consagrada cineasta Claire Denis que recopilaron en una caja todos sus trabajos para películas de la francesa, desde ‘Nénette et Boni’ (1996) hasta ‘White Material’ (2009) –Stuart A. Staples en solitario también se ha encargado de la última, la reciente ‘High Life’ (2019)–. Pero en los propios álbumes del grupo originario de Nottingham ya sobresalía esa capacidad evocativa tan cinematográfica. Especialmente en su célebre tercer álbum, ‘Curtains’ (1997), un dechado de melodramatismo propulsado por secciones de cuerda espectaculares. Curiosamente, una edición especial del disco contenía ‘A Marriage Made In Heaven’, un dueto que la banda quiso compartir con la actriz Isabella Rossellini. La hija de Ingrid Bergman y Roberto Rossellini debutaba en el cine en 1979 con la película ‘El prado’, y no adivinaréis quién era el autor de su banda sonora…
Los silbidos sobrenaturales que abren ‘Lovely Head’, primer corte del glorioso debut de Alison Goldfrapp y Will Gregory, tienen una deuda evidente con el Maestro. El italiano fue una influencia declarada desde sus inicios. En 2001 contaban a The Guardian que el dúo nació intercambiando música que les apasionaba: ella enviaba cassettes de François Hardy; él, de Ennio. Hay quien asegura, además, que ‘Utopia’, uno de sus singles más célebres, tiene reminiscencias de ‘Tema italiano’, incluido en su trabajo para ‘El clan de los sicilianos‘ de Henri Verneuil (1969). Pero es que prácticamente todo el disco, desde las reminiscencias latinas de ‘Human’ a la melancolía marciana de ‘Horse Tears’ parecen tener algo de homenaje a Morricone.
Desde sus primeros trabajos como productor junto a Jemini The Gifted One, Brian Burton ya mostraba un profundo conocimiento de bandas sonoras clásicas que empleaba, vía sample. Pero donde echaría el resto en esa parcela fue en ‘Rome‘, un disco creado junto a otro apasionado de la música para películas de Ennio, Alessandroni, Piccioni… que es además de un virtuoso del órgano Hammond un reputado compositor de bandas sonoras. Eso cristalizó en un disco elegante y cinemático que pretendía ser el score de un film que no existía, pero que no era difícil evocar a través de los interludios instrumentales y las canciones con Jack White y Norah Jones.
«El compositor de películas más grande de todos los tiempos» es como Geoff Barrow ha definido a Morricone al poco de conocerse su fallecimiento. Y el de Bristol lo dice con evidente conocimiento de causa, puesto que en los últimos años, al margen de sus discos con Beak>, ha sido en esa parcela donde ha centrado sus esfuerzos profesionales junto a Ben Salisbury, tanto en cine (‘Annihilation’, ‘Ex-Machina’) como en televisión (‘Black Mirror’, ‘Hanna’, ‘Devs’). Pero su admiración por el compositor romano no es ni mucho menos nueva ni nace a raíz de este desempeño: el ya mítico ‘Dummy‘, primer disco del grupo Portishead (compartido con Beth Gibbons y Adrian Utley), tenía una evidente deuda con Ennio en la construcción de ambientes sonoros de película (aunque era Lalo Schiffrin, otro genio de la música cinematográfica, el sampleado en ‘Sour Times’). También sucedía con su segundo álbum, el homónimo de 1997, pero donde se evidenció la aspiración orquestal de Barrows y compañía fue en el disco en directo ‘Roseland NYC Live’, un concierto del trío en dicho espacio con arreglos ejecutados en directo por una decena de instrumentos clásicos, consumando sus pretensiones del todo.
Neil Hannon, acostumbrados como nos tiene (aunque en su último disco ‘Office Politics‘ se haya abierto a sonidos sintéticos) a imponentes arreglos orquestales, no podía faltar en este repaso. Bien es cierto que siempre fueron Burt Bacharach y Hal David sus referentes más cercanos en esa parcela, como evidenciaba el corto en minutaje pero enorme en emoción ‘A Short Album About Love’. Sin embargo, nunca ha perdido ese punto teatral conectado con la ópera (llegó a componer y estrenar una) y, claro, la música para películas. En ese sentido, su disco más cinematográfico y cargado de arreglos pudo ser el excelente ‘Absent Friends’, no solo por sus profusas orquestaciones, que bien se puede decir que se miran en los compositores clásicos de bandas sonoras, sino también por su espíritu narrativo, aun no siendo un disco conceptual como otros en su carrera. Curiosamente, su álbum de 2010 ‘Bang Goes the Knighthood’ se publicó en una edición limitada que incluía un disco en directo con versiones. Una de ellas era ‘Je changerais d’avis’ de François Hardy, la versión en francés de la gran ‘Se telefonando’ de Mina, una poco común incursión de Morricone en la música pop.
Cuando presentaban ‘Everything You’ve Come to Expect‘, Alex Turner y Miles Kane no ponían reparos en afirmar que las grandes influencias de su enorme primer disco habían sido Scott Walker, ‘Histoire de Melody Nelson’ de Serge Gainsbourg, ‘Mass in F Minor’ de The Electric Prunes’… y la banda sonora de ‘El bueno, el feo y el malo’ de Ennio Morricone. Quedaba evidenciado en su evidente querencia por la música de los 60 tanto como en las profusas orquestaciones interpretadas por la London Metropolitan Orchestra a los mandos de nada menos que el canadiense Owen Pallett. La impresión de estar escuchando números musicales (siempre cantados, eso sí) de una vieja película de acción e intriga, con un componente sentimental, es muy vívido en los 35 minutos de duración de este disco. Y lo cierto es que ese perfil caló profundamente al líder de Arctic Monkeys, como pudimos comprobar en el último disco de la banda, el algo incomprendido ‘Tranquility Base Hotel & Casino‘.