Con la taquilla en cifras para llorar, la gran idea de los grandes estudios ha sido posponer los estrenos más esperados hasta no se sabe cuándo. ¿Quizá hasta que no quede ni un cine abierto? Almodóvar no da crédito. Asegura que ahora es cuando hay que trabajar más que nunca y su propuesta ha sido conducirnos a los cines, entre semana y bajo la lluvia, para ver su primera obra en inglés, de 30 minutos, rodada después del confinamiento. Merece la pena tragarse los 15 minutos de anuncios previos para ver esta obra de media hora, aunque solo sea para reflexionar durante un par de ellos sobre cosas como «¿alguien ha oído algo parecido a «me contagié viendo una película en el cine»?».
‘La voz humana’ (1930) de Jean Cocteau, una obra fetiche en la filmografía de Almodóvar desde los 80, no es ajena a la historia del cine ni al mundo del pop. La idea era que la interpretara Édith Piaf aunque no llegó a hacerlo, Roberto Rossellini hizo una adaptación en 1948, Ingrid Bergman protagonizó otra en los años 60 y Alaska y Dinarama sacaron en 1986 una canción así llamada que parecía inspirada en este texto. Si la letra de aquella «Voz humana» decía «Júrame que llamarás, aunque no existas, aunque no sea verdad», esta nueva versión de Almodóvar es una vuelta sobre aquella Marisa Paredes que en ‘La flor de mi secreto’ se preguntaba: «¿Hay una posibilidad, por pequeña que sea, de salvar lo nuestro?».
El monólogo de una mujer a punto de volverse loca por una ruptura es el pilar de este cortometraje para el lucimiento de Tilda Swinton. La actriz tuvo que «pellizcarse dos veces» cuando recibió el mail de Almodóvar, pues ambos habían coincidido pero ella tendía a comportarse en esos encuentros como «un animal extraño y tímido» mientras el director estaba «rodeado de admiradoras»; y ahora es el espectador el que tiene que «pellizcarse dos veces» para sobrevivir a esa mezcla de «locura y melancolía» de la que su mismo personaje presume y que de manera tan fehaciente define a la protagonista de ‘Tenemos que hablar de Kevin‘.
Almodóvar, como es lógico, no le deja todo el protagonismo. ‘La voz humana’ era referenciada en ‘La ley del deseo’ (1987) e inspiró el personaje principal de ‘Mujeres al borde de un ataque de nervios’ (1988), donde la imagen de Carmen Maura al aparato es una de las más recordadas. Entre muebles utilizados en otras de sus películas, esa terraza con alguien que si se tira, que si no se tira, y ese libro de Alice Munro sobre una mesa, los «Eastern Eggs» a su carrera son continuos. El espectador se termina de sentir como en casa con la reconocible música de Alberto Iglesias.
Esa sensación de confortabilidad termina jugando también algo en contra de ‘La voz humana’, un corto cuyos máximos pros son la actuación de Swinton, reforzada porque esta adaptación presenta una versión más moderna del personaje femenino; y la dirección artística, un absoluto espectáculo con una inesperada referencia escenográfica al Lars Von Trier más teatral, el de ‘Dogville’, ‘Manderlay’ y ‘Wasington’.
El gran contra es que ambos mundos -el de Swinton y el almodovariano- no terminan de integrarse para crear un nuevo universo frente a un espectador impaciente por que se saque partido a ese hacha, a la referencia a ‘Kill Bill’, a toda la violencia que se insinúa durante esta media hora. Dejando el humor relegado a un cameo, Almodóvar es fiel a su visión de la mujer en general, y de la mujer doliente en particular, pero en ‘La voz humana’ ha trabajado sobre todo el lado formal y estético -del teléfono rojo a rozar el spot de Airpods-, sin turbulencias tarantinescas, ni afectaciones dramáticas, al menos que al espectador afecten. El director manchego continúa en ‘La voz humana’ la senda que tan buen resultado le dio en ‘Dolor y gloria‘ de jugar con el contexto cinematográfico (la película dentro de la película), interpretando la salida del escenario como una forma de liberación. Swinton y Almodóvar brillan por separado, sin atreverse a dar un paso histórico en unas carreras de vértigo. 7.