Las mejores películas de 2020

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Las mejores películas de 2020

1. ‘Estoy pensando en dejarlo’, Charlie Kaufman

Como todo el cine de Kaufman, ‘Estoy pensando en dejarlo’ es enrevesada y chocante, y coquetea con el surrealismo tanto o más que cualquiera de sus obras anteriores. Es un viaje psicológico, o más bien psicótico, en el que se nos presentan reflexiones sobre la identidad, el paso del tiempo, la memoria y, por supuesto, la soledad. No es tanto una búsqueda de respuestas, sino dialogar con el espectador basándose en las preguntas que los filósofos han tratado de responder durante toda la historia de la humanidad: ¿quiénes somos?, ¿de dónde venimos?, ¿adónde vamos? Para ello, en ocasiones recurre a referentes culturales, libros y películas que sirven como punto de partida para que los personajes comiencen a divagar sobre estos temas. ‘Estoy pensando en dejarlo’ es un film exigente, denso y árido que puede ser todo un reto para quien no logre conectar con su propuesta, pero para quien lo consiga, es una de esas experiencias cinematográficas extrañas y estimulantes que cuesta quitarse de la cabeza.

2. ‘El faro’, Robert Eggers

El segundo trabajo de Robert Eggers tras la atmosférica y enigmática belleza de ‘La bruja’, fue presentado en el Festival de Cannes 2019, causando verdadero entusiasmo entre la prensa (finalmente se alzó con el premio FIPRESCI de la sección). ‘El faro’ supone un ligero cambio de registro para su autor, pero continúa explorando leyendas y mitos siniestros de la antigüedad. Eggers se confirma como un cineasta capaz de crear atmósferas malsanas e inquietantes sin someter al espectador a sobresaltos convencionales. Al igual que en ‘La bruja’, aísla a sus personajes en un entorno natural salvaje e incontrolable. Pese a lo que pueda sugerir que dos actores tan famosos sean quienes la protagonicen (Willem Dafoe y Robert Pattinson), ‘El faro’ está muy lejos de buscar satisfacer al público medio. Es una película-pesadilla tan radical como histérica en su narrativa. No solo resulta ser la confirmación del talento de Robert Eggers, sino que directamente lo sitúa entre los grandes cineastas americanos en activo.

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3. ‘Nunca, casi nunca, a veces, siempre’, Eliza Hittman

Tras labrarse un nombre en el cine indie con ‘It Felt Like Love’ y ‘Beach Rats’, Eliza Hittman se consolida como una directora prometedora con esta su tercera película, ganadora del Gran Premio del Jurado en Berlín y el Premio especial del Jurado en Sundance. La cinta nos presenta a Autumn, una introvertida adolescente de 17 años que, además de ir al instituto, trabaja como cajera en un supermercado en una ciudad pequeña de Pensilvania. Ella tiene la sospecha de que está embarazada y al acudir a la clínica se lo confirman. A partir de ese momento comienza una auténtica odisea que le hará ir de su estado –donde el aborto para las menores de 18 solo se puede realizar con el permiso de sus padres o un tutor legal- a la ciudad de Nueva York con el objetivo de abortar. ‘Nunca, casi nunca, a veces, siempre’ es una de esas películas pequeñas y discretas, que de repente, se sienten como una especie de revolución. Hittman, atenta siempre a los pequeños detalles, a gestos, a una mano estrechando otra, construye un relato duro, pausado y finalmente emocionante.

4. ‘Under the Skin’, Jonathan Glazer

undertheskin2Una de las mejores estrenadas en España en 2020, es de 2013. Así son los inescrutables caminos de la distribución cinematográfica. Con un dominio de la elipsis apabullante, Jonathan Glazer nos cuenta una historia de ciencia ficción absorbente y turbadora. Pero también una historia de amor, y de terror, y de erotismo, y de existencialismo. La película es de una enorme riqueza visual. Está plagada de imágenes provocativas, sugerentes, inolvidables; de encuadres llenos de recovecos poéticos y rincones misteriosos. Si parte del placer de ver una película es vivir una experiencia que no se parezca a ninguna otra, de poder visionar imágenes nuevas (o viejas vistas desde una perspectiva que las renueven), ‘Under the Skin’ sería algo así como un shiatsu cinematográfico, la experiencia audiovisual más sorprendente y subyugante de este año.

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5. ‘Solo nos queda bailar’, Levan Akin

Cuenta el director Levan Akin que la inspiración para la historia vino del Orgullo de Georgia de 2013: los que se arriesgaron a manifestarse fueron agredidos por personas convocadas por la Iglesia Ortodoxa. Tres años después, el director, sueco pero de padres georgianos, se decidió a documentarse sobre el asunto para el que sería su cuarto largometraje, con diferencia, el de mayor impacto internacional, siendo ‘And Then We Danced’ la película propuesta por Suecia para los Oscar. Finalmente no acabó en la lista, pero no nos hubiese sorprendido verla, e incluso ver una sorpresa en la categoría de mejor actor para Gelbakhiani, porque se lo hubiese merecido. Y, aunque él lleve todo el peso, destacan también el trabajo de Bachi Valishvili (Irakli), de Marika Gogichaishvili (la abuela de Merab) y, sobre todo, de Ana Javakhishvili, quien da vida a Mary, la novia de Merab y responsable de una de las escenas más tiernas de la película.

6. ‘Diamantes en bruto’, Ben y Joshua Safdie

La última película de los hermanos Safdie sigue la estela estilística y narrativa de su anterior ‘Good Time’: un thriller vertiginoso, con toques de humor negro y apuntes de drama familiar (en este caso sobre las relaciones y rituales de una familia judía), protagonizado por un hombre en plena huida hacia el abismo. Sandler interpreta a un endeudado joyero neoyorquino que, como Harvey Keitel en ‘Teniente corrupto’ (Keitel fue la primera opción para interpretar este papel), intentará saldar sus deudas de juego subiendo la apuesta. Esto es: endeudándose aun más. Al igual que el protagonista camina por la cuerda floja, ‘Diamantes en bruto’ hace equilibrios entre el thriller, el drama y la comedia. Los Safdies realizan una apuesta arriesgada, incluida la elección del actor protagonista (aunque Sandler ya había demostrado su versatilidad en películas como ‘Punch-Drunk Love’, ‘Hazme reír’ o la mencionada ‘The Meyerowitz Stories’). Una apuesta que al final -¡y menudo final!- resulta ganadora.

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7. ‘My Mexican Bretzel’, Nuria Giménez Lorang

El recorrido comercial que ha tenido ‘My Mexican Bretzel’ es cuanto menos curioso. Comenzó viéndose en el Festival de Gijón en 2019 y continuó su camino en el prestigioso festival de cine de autor de Rotterdam. Sin embargo, cuando realmente la película cobró una nueva vida fue gracias a su exhibición en Filmin en la programación del D’A, donde tuvo un sorprendente éxito que terminó alzándola con el premio del público. Meses más tarde llega a varias salas de cine una película tan pequeña, personal y única que parece un milagro que haya llegado tan lejos. Y, claro, no queda otra que celebrarlo. La inteligencia y sensibilidad mostradas en este trabajo sitúan a Nuria Giménez Lorang como una cineasta audaz y valiosa. En su naturaleza experimental ‘My Mexican Bretzel’ rebosa pasión por hacer cine, por encontrar un medio para evocar el pasado, para crear nuevas vidas a través de las ya vividas. Es una obra poética, emocionante y evocadora, tan íntima como universal, y que además, guarda para el final una reflexión poderosa.

8. ‘1917’, Sam Mendes

Tras una década dedicada a la franquicia James Bond, Sam Mendes regresa a un guion original con ‘1917’. La cinta nos sitúa en ese mismo año, en mitad de la Primera Guerra Mundial. La propuesta del director es realizar una experiencia física e inmersiva, transportando al espectador al campo de batalla. Para llevar esto a cabo, Mendes plantea la película como si fuese un único plano-secuencia (que realmente no lo es, al igual que en ‘Birdman’ de Iñárritu) y su apuesta tiene sentido. Los primeros cuarenta minutos atrapan, se entiende el motivo por el que Sam Mendes usa este recurso; es vivir la guerra en primera persona, sudar, correr y sufrir con su protagonista. La técnica impresiona: la cámara se mueve por los recovecos más insospechados, la planificación es impecable a nivel de organización de figurantes y actores –muy bien tanto George MacKay como Dean-Charles Chapman-, la fotografía de Roger Deakins supone otro grandísimo trabajo en su prestigioso currículum, el diseño sonoro sobrecoge…

9. ‘Sobre lo infinito’, Roy Andersson

El octogenario cineasta sueco Roy Andersson, que presentó ‘Sobre lo infinito’ en la pasada edición de Venecia, ha llegado este año a nuestra cartelera con este ramillete de hipnóticos microrrelatos, en los que van desfilando distintos comportamientos de la naturaleza humana, del miedo al deseo. Una fantasía que no da lugar a un film usual, pero sí a algo así como una visita guiada por una pinacoteca, en la que cada sala estuviera dedicada a un pintor. Saben a poco los apenas 75 minutos de metraje, o que el relato de Adolf Hitler roce lo chirriante, neutralizado con la fortaleza emocional del resto de historias, como la de los amantes que sobrevuelan una ciudad. Una obra de arte en definitiva al encadenar la angustia y el aislamiento social bajo un manto frío, aparentemente sin emociones, pero sobre el que se genera una empatía sin sentimentalismos nostálgicos. Un universo artístico que emparenta sin paliativos con las pinturas de Edward Hopper como cronista de la historia; y plasma la obsesión y la vulnerabilidad física de nuestro cuerpo como los trabajos de Tetsuya Ishida.

10. ‘Las niñas’, Pilar Romero

El excelente guión de ‘Las niñas’ nos habla sobre cómo fue crecer en una España que ya habíamos olvidado lo devota que pudo llegar a ser. Sobre cuántas cosas nos hemos perdido por la influencia del “qué dirán” o lo traumático que puede ser desnudarte delante de alguien por primera vez cuando no te han explicado un par de cosas. Y en particular sobre cómo fue todo esto siendo mujer. No oculta la cinta su vocación feminista desde su mismo título, y sus primeras líneas hoy en día nos hacen rasgarnos las vestiduras: una niña que es censurada por moverse de manera demasiado “marimacho”; decenas que cantan en el patio de colegio una canción con una letra tan tóxica como aquella del “capitán de un barco inglés, que en cada puerto tiene una mujer”… Emocionante como ‘Verano 1993’, con la que comparte productores, y a la vez divertida cuando toca, suena ya fuerte para las candidaturas a los Goya del año que viene.

11. ‘Martin Eden’, Pietro Marcello

Una de las películas europeas del año. Tras la celebrada ‘Bella y perdida’, el director Pietro Marcello regresó por todo lo alto con esta monumental adaptación de Jack London, premiada como mejor película en la edición 2019 del Festival de Cine Europeo de Sevilla y ganadora de la Copa Volpi al Mejor Actor (impresionante Luca Marinelli) en el Festival de Venecia. La película es una versión muy libre, y a la vez muy fiel a su espíritu, de ‘Martin Eden’ (1909), la novela más autobiográfica del novelista estadounidense. El director italiano cambia de escenario (de Oakland a Nápoles) y de época (de la década de 1900 a un periodo indeterminado entre los años 40 y 70 del siglo XX), pero narra la misma historia: el proceso de formación de un marinero sin estudios que, tras entrar en contacto con una refinada familia burguesa y enamorarse de la hija, decide convertirse en escritor. Y lo hace combinando de manera muy poética las imágenes de archivo con el material original.

12. ‘Tenet’, Christopher Nolan

En esencia, ‘Tenet’ no es más que una película de James Bond con envoltorio sci-fi lioso. Un ambicioso y sofisticado blockbuster, que utiliza las paradojas temporales, la manipulación de las leyes de la física y los palíndromos múltiples como imaginativa excusa argumental para construir un thriller de espías visualmente asombroso. Da igual no entender la trama en su totalidad, la fuerza de las imágenes es tan intensa y la tensión narrativa tan potente que es capaz de arrastrar al espectador más perdido por un viaje fascinante. La representación visual de la manipulación del tiempo que hace Nolan, su exposición de la coexistencia en un mismo plano de lo lineal y lo invertido, es deslumbrante, y narrativamente funciona de maravilla. A esto contribuye el fabuloso montaje de Jennifer Lame (la montadora de las películas de Noah Baumbach) y la potentísima banda sonora a lo Hans Zimmer de Ludwig Göransson, ganador del Oscar el año pasado por ‘Black Panther’ (la canción de Travis Scott, ‘The Plan’, aparece en los créditos finales).

13. ‘El año del descubrimiento’, Luis López Carrasco

Tras fundar en 2008 el colectivo Los hijos (‘Los materiales’, ‘Circo’) junto a Natalia Marín Sancho y Javier Fernández Vázquez, el director Luis López Carrasco emprendió su carrera solitario con ‘El futuro’ (2013), un “imposible” cruce entre Almodóvar y José Luis Guerín que funcionaba casi como una reformulación del cine político. En la monumental ‘El año del descubrimiento’, sigue ahondando en esa vertiente política acercándose a la otra cara de los fastos de 1992, cuestionando el relato oficial a través de la iluminación de las esquinas olvidadas y ocultadas por la gigantesca sombra de Cobi, Curro y los trenes de alta velocidad: el cierre de fábricas y el desmantelamiento industrial de Cartagena. Unos cierres que provocaron protestas y disturbios que tuvieron su momento álgido con el incendio del parlamento regional a través del lanzamiento de cócteles molotov.

14. ‘Verano del 85’, François Ozon

La última película de François Ozon puede entenderse como la culminación de un estilo, un compendio de lo mejor de su cine, donde se combina con audacia la ligereza y la profundidad de todas las cuestiones que plantea. El primer amor está retratado con una sensibilidad enorme y transmite con mucha veracidad ese intenso estado de embriaguez con el que se vive, pero también se asume la fugacidad y la superficialidad que este a menudo conlleva. Todo el film está narrado desde el aprendizaje que supuso aquel verano para el protagonista. Es una mirada nostálgica y encantadora a aquellos días especiales, a esos momentos que marcan para siempre porque te hacen sentir cosas que nunca antes habías sentido y que probablemente nunca vuelvas a sentir de la misma manera. Es en la recreación de esos instantes y en los preciosos detalles de la puesta en escena de Ozon donde ‘Verano del 85’ crece y se convierte en una experiencia trascendente.

15. ‘El juicio a los 7 de Chicago’, Aaron Sorkin

Película cien por cien Sorkin. O, lo que es lo mismo: una exhibición de esgrima verbal, con unos diálogos más afilados que una espada de ‘Forjado a fuego’; un discurso brillante, lleno de segundas lecturas que resuenan con fuerza en el presente; y un notable dominio de la narración, hasta el punto de meter al espectador dos horas en un juzgado y que se lo pase como si estuviera en una montaña rusa. A estas virtudes hay que sumar otra: el espectacular reparto. Todos están fabulosos, pero hay dos duelos que brillan como una bomba de napalm en Vietnam. Por un lado, Sacha Baron Cohen y Eddie Redmayne, que encarnan a los representantes de dos sectores de la izquierda estadounidense sesentera, la hippy y la pija (este último, Tom Hayden, se convertiría en la estrella de la contracultura junto a su mujer Jane Fonda). Y, por otro, Mark Rylance y Frank Langella, el abogado progresista y el juez carcamal, que protagonizan algunos de los mejores momentos de la película.

16. ‘Mank’, David Fincher

‘Mank’ es algo así como el ‘Érase una vez en Hollywood’ de Fincher, una mirada fascinada –que no reverencial- al Hollywood de los años 30. En concreto, a uno de sus artífices más prolíficos pero menos conocidos: Herman Mankiewicz, uno de esos brillantes intelectuales neoyorquinos que cambiaron los estrenos de Broadway y las redacciones del New York Times o Vanity Fair, por los contratos millonarios en los estudios de cine hollywoodienses y las fiestas en San Simeón, el castillo del magnate de la prensa William Randolph Hearst. ‘Mank’ recrea el Hollywood dorado y la escritura de ‘Ciudadano Kane’ reproduciendo la caligrafía audiovisual y la estructura narrativa de las películas de esa época. En particular de la propia ‘Ciudadano Kane’, con la que dialoga constantemente. Una puesta en escena llena de estilo y sentido poético como se puede ver en la fabulosa secuencia entre Mankiewicz y Marion Davies (Gary Oldman y Amanda Seyfried están fantásticos) paseando por los jardines de San Simeón.

17. ‘Dragged Across Concrete’, S. Craig Zahler

Como es habitual en el director de ‘Bone Tomahawk’ y ‘Brawl in Cell Block 99’, ‘Dragged Across Concrete’ (que se puede traducir como “arrastrado por el asfalto”), comienza con el ritmo de una película iraní de los noventa. De hecho, hay una secuencia, un plano fijo con Vince Vaughn zampándose un bocadillo dentro de un coche, que podría haber firmado el mismísimo Kiarostami. Zahler se toma su tiempo (la película dura dos horas y cuarenta minutos), perfila los personajes con paciencia y escribe los diálogos con buena caligrafía. El resultado de esta cocción a fuego lento son unos diálogos con mucha sustancia (a veces muy amarga), unos personajes muy bien construidos (con peso dramático y profundidad psicológica, incluidos los secundarios, lo que permite que luego te importen), y una enorme sensación de verosimilitud en las acciones, por muy excesivo, salvaje y pulp que se vuelva todo.

18. ‘The Souvenir’, Joanna Hogg

Una de las joyas indie del año pasado. Cuando ‘The Souvenir’ ganó en Sundance, y Sight & Sound la eligió como mejor película del año, muchos nos preguntamos: ¿de dónde ha salido esta directora? Los tres largometrajes anteriores de Joanna Hogg apenas se habían visto fuera de Inglaterra. Pero uno de ellos, ‘Archipelago’, había cautivado a Martin Scorsese, que decidió producir su última película. ‘The Souvenir’ es un extraordinario ejemplo de cómo filmar los recuerdos. La directora parte de su propia biografía -sus años de estudiante de cine en los 80, su problemática relación con un hombre con muchos secretos- para componer un relato articulado a través de fragmentos de memoria. Una canción (Specials, Psychedelic Furs, Bauhaus, The Pretenders…), una imagen (las fotografías que ella misma hizo en la época) o una pintura (‘The Souvenir’, Jean-Honoré Fragonard), son las magdalenas proustianas que evocan los recuerdos de esta cautivadora historia de iniciación creativa y sentimental.

19. ‘The Vast of Night’, Andrew Patterson

Una pequeña joya del fantástico que ha alumbrado a un nuevo talento (con seguidores ilustres como Guillermo del Toro, J.A. Bayona o Nacho Vigalondo). El debut de Andrew Patterson (director, escritor, productor y montador de la película) es una evocadora historia de ciencia ficción que rinde homenaje a los clásicos del género (hay muchas citas para iniciados) pero sin caer en la simple imitación nostálgica. De hecho, hay más ideas, mirada y personalidad en los largos planos secuencia que componen ‘The Vast of Night’ que en la mayoría de filmes y series recientes que intentan emular este tipo de relatos fantásticos del pasado. La película es algo así como un capítulo muy estilizado y parlanchín de ‘La dimensión desconocida’ (hay un juego intertextual con la televisión de los 50, época en la que está ambientada la historia). Un atmosférico cuento de misterio, que utiliza el fetichismo tecnológico y la capacidad de sugerencia de la palabra y el sonido (los protagonistas son dos friquis de la radio) para crear desasosiego, lirismo retro y reivindicar el placer de la narración oral.

20. ‘Guapis’, Maïmouna Doucouré

Tras triunfar en los festivales de Sundance y Berlín, ‘Guapis’ fue linchada en las redes sociales después de su estreno en Netflix y su desastroso cartel promocional (por el que la plataforma pidió disculpas), muy alejado del discurso central de la película. El debut de la directora Maïmouna Doucouré fue acusado de hacer apología de la pedofilia. En realidad, el filme es todo lo contrario. A través del protagonismo de una niña de once años franco-senegalesa y de familia musulmana tradicionalista, la directora construye un intenso drama, tan duro como tierno, sobre las dificultades de crecer en un entorno dominado por el choque cultural, la precariedad económica, la desatención familiar y la hipersexualización de la infancia. Es una denuncia muy incómoda porque obliga al espectador a ver a niñas perreando y haciéndose selfies obscenos, pero también muy valiente por mostrar de frente una realidad que no se debería ocultar.

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