Juanma, Fernando, Alex… y Merichane. Así comienza el nuevo videoclip de Zahara: siete hombres con nombre, y una mujer con mote; un apodo que se remonta a los tiempos de Cleopatra y el antiguo Egipto, y que llegó a Úbeda en los noventa -donde creció la cantante- convertido en sinónimo de “puta del pueblo”. A partir de ese prólogo tan elocuente se encadenan una serie de escenas que representan, con mayor o menor amplitud alegórica, distintos episodios de violencia machista. El director, Guillermo Guerrero (autor también de ‘Hoy la bestia cena en casa’), utiliza la simbología de la “manada” para ilustrar esas escenas: hombres bailando alrededor de la cantante, peleando, susurrando, señalándola, toqueteándola, “crucificándola”, devorándola con la mirada, encerrándola en un cubículo de cristal que recuerda al de ‘La celda’ (2000)… Una línea narrativa que se ve continuamente “violentada” por varios insertos. Flashes sórdidos y agresivos, rodados con la textura sucia del vídeo de baja definición, que funcionan como chispazos del inconsciente, como destellos de recuerdos traumáticos que ilustran el leitmotiv de la canción: “Yo estaba ahí”.
El fabuloso nuevo vídeo de Bicep, autores de ‘Isles’, nuestro «Disco de la Semana», viene a engrosar la larga lista de clips realizados en virtuosos planos-secuencia. En este caso, en aparente plano-secuencia, ya que está (obviamente) manipulado en posproducción. Una larga toma que le sirve al director David Bertram (a quien no conocía y merece la pena seguir) para representar visualmente la imposibilidad de encontrar una salida cuando entramos en un bucle mental, en una espiral de pensamientos y sentimientos recurrentes que no nos dejan avanzar. En ‘Saku’, basta una mirada llena de silenciosos reproches entre una adolescente a punto de salir de fiesta y su padre, para que se active esa espiral (metafórica y literal) cargada de tristeza y culpabilidad. El director contrapone el dinamismo de la cámara, en constante movimiento, con la imposibilidad de la chica para avanzar. Una tensión que provoca una sensación de pesadilla, de mal sueño claustrofóbico, que solo se interrumpe cuando el padre rompe la espiral a través de la aceptación de los deseos de emancipación de su hija.
Armie Hammer queriéndose comer las costillas de su amante a la barbacoa, famosos engullendo placenta como una cabra recién parida, C. Tangana con ganas de “comerse entera” a Barbara Lennie… El canibalismo parece estar en boca de todos. Sin embargo, “El madrileño” no ha tirado por el camino de lo literal. El único plato de comida que sale en su nuevo videoclip es el cocidaco que se zampa la actriz de ‘Magical Girl’ en Lhardy. Aunque no es la única alusión a la comida: el cantante aparece cortando ajos con una cuchilla de afeitar después de haber usado todos los cuchillos que tenía en la cocina (no le valía ninguno). Y tampoco es el único icono madrileño que sale: aparece la Casa Carvajal de Somosaguas, donde bailan y fuman los dos protagonistas, y dos monjas en segway recorriendo la Plaza de Oriente. Un juego de contrastes –modernidad/viejunez, vanguardismo/costumbrismo- ya un poco gastado, pero que funciona bastante bien en el caso de Barbara Lennie: una elegante mujer vestida de Gucci, comiendo sola un cocidito madrileño en un “templo gastronómico” de señores de negocios casposos.
El nuevo capítulo de la saga ‘After Hours’ parece aclarar una cosa: que ‘In Your Eyes’ y ‘Too Late’ ocurrían en la perjudicada cabeza del cantante. ¿Quizás por lamer mucho sapos, como en ‘Heartless’? ‘Save Your Tears’ retoma al The Weeknd más “realista”, al que le calentaron el morro en Las Vegas y va escupiendo sangre por las esquinas. Después de reconstruirse el rostro (detalle que conecta con la pareja de operadas de ‘Too Late’ y con su aparición lleno de vendas en la gala de los American Music Awards), el cantante vuelve a los escenarios. Aparece actuando en una fiesta elegante donde todo el público va con máscara. Su imagen, que recuerda al Mickey Rourke post-bisturí, también se asemeja a una máscara. La metáfora parece obvia: todos nos escondemos tras un disfraz, nadie muestra su verdadera cara, su verdadero yo. Y si te encuentras con alguien que lo hace… corre, sácala a bailar.
En los años sesenta, a partir del inesperado éxito de ‘Mondo Cane’ (1962), las salas de cine se llenaron de documentales sensacionalistas que, bajo la coartada intelectual de la exposición sin censura del registro realista, explotaban todo tipo de tabúes culturales y visuales, imágenes que todavía no se podían reproducir en la ficción. Entre ellas, la crueldad animal. El videoclip ‘Reigns’ recupera el espíritu de esos violentos documentales mondo y lo utiliza como metáfora del amarillismo audiovisual, la explotación de la violencia en los medios y la lucha de clases. Por medio de un potentísimo montaje, vemos a un variado grupo de espectadores disfrutando de escenas de caza de grandes depredadores, de la aristocracia del reino animal, y jaleando los momentos más sangrientos. Como si fueran un David Attenborough jacobino, Idles señalan el camino: el palacio de Buckingham.