«A mí, donde me pongan un chuletón al punto, eso es imbatible». Y el premio a la frase del mes va a parar a Pedro Sánchez. No es un cumplido. La expresión con la que Sánchez ha ridiculizado la campaña por la reducción del consumo de carne de Alberto Garzón es, digamos, graciosa; le podemos perdonar el cuñadismo porque seguramente el presidente del Gobierno se merece marcarse un chascarrillo de vez en cuando, aunque desde luego no es apropiado que lo haga a costa de uno de sus propios ministros; pero tampoco es cuestión de dejarla pasar como si no hubiera dicho nada, porque la frase da ganas de coger un avión a Marte y no volver nunca más. Sin poder ni respirar se estaría mejor que aquí.
La burla de Pedro Sánchez refleja la facilidad con la que ciertos mensajes pioneros son ridiculizados gracias a la presión social con la que se intenta imponer el pensamiento general. Es una especie de «bullying» sutil donde el matón actúa porque sabe que es respaldado por la mayoría, sin reconocer en ningún momento la valía de lo que la otra persona está proponiendo. Es un «háblale a mí mano» de libro pero llevado a escala política. Y lo peor es que el mensaje de Garzón ni siquiera es pionero: el Ministro de Consumo se ha limitado a reproducir las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud, que se llama así por algo, y que el consumo no moderado de carne roja aumenta el riesgo de sufrir ciertas enfermedades cardiovasculares o cáncer no es información nueva en absoluto, se sabe desde hace décadas. En las implicaciones éticas (el maltrato animal) o medioambientales (la contaminación y el cambio climático) que acarrea dicho consumo masivo de carne ya ni hace falta entrar porque están igual de probadas.
El debate en torno al bienestar de los animales y del planeta lleva tiempo colándose en la conciencia popular, con la consecuencia de que numerosas celebridades actuales han adoptado dietas veganas o, como mínimo, más sostenibles. Billie Eilish, probablemente la mayor popstar del momento, es vegana por los animales; Miley Cyrus también, Ariana Grande lo ha sido, Lizzo lo es ahora también por salud, así como Azealia Banks. Hasta Beyoncé ha sacado una dieta vegana. A$AP Rocky es o ha sido vegano. Natalie Portman es vegana. Su amigo Moby ha convertido el veganismo en su seña de identidad. En España, Alejandro Sanz ha promovido la dieta vegana y Dani Rovira es vegano también por motivos éticos y medioambientales. Victor Cabezuelo de Rufus T. Firefly ha reflexionado sobre su veganismo en Twitter apelando a la importancia de estar informados. Ante esta realidad la frase de Sánchez parece que venga de los años 70 como mínimo.
Da la sensación de que a España le está costando horrores avanzar hacia la siguiente dirección, la de la sostenibilidad, como demuestran las reacciones absurdas que ha tenido la campaña de Garzón, completamente desproporcionadas, y a la galería de fotos de chuletones que ha dejado a su paso me remito. La del propio Presidente del Gobierno ha sido la más sonada y además ha provocado una contradicción, porque la estrategia de reducción del consumo de carne ya aparecía en el plan 2050 que presentó Sánchez hace unos meses. No ha sido la única: varios líderes autonómicos que han criticado la campaña de Garzón gobiernan en lugares cuyas consejerías de Sanidad suscriben palabra por palabra lo que el Ministro ha dicho. Cualquier persona cabal pensaría que un líder como Miguel Ángel Revilla no haría declaraciones públicamente contradiciendo a su propio Gobierno, pero es lo que ha hecho, y sin embargo parece que es Garzón quien se ha propuesto acabar con España solo por proponer un consumo de carne más sostenible.
La reacción ante la campaña de Garzón recuerda a la que se vio hace unos años cuando el entonces líder de Izquierda Unida se «atrevió» a aseverar que la culpa última del asesinato de una multitud de personas LGBTQ+ en una discoteca de Orlando la tenía el heteropatriarcado. Los memes tipo «di tu frase, Garzón» tuvieron su gracia pero no hay que ser un lince para darse cuenta de que estas reacciones son exactamente la misma y que provienen de una actitud contraria al cambio e incapaz de reconocerse parte de un problema. Es más fácil enfadarse y no respirar que dedicar un segundo a reflexionar. Como ha resumido este tuit con mucho atino: «Lo que defiende Garzón es la ganadería extensiva. Que las vacas estén en praderas, montes, dehesas; manteniendo el entorno y mejorando la economía local y no en macrogranjas. Por alguna extraña razón, lo que llega a nuestros oídos es que Garzón no quiere que comamos carne». Demasiadas veces uno escucha lo que quiere.
El 14,5% de las emisiones de gases de efecto invernadero proviene de la ganadería, especialmente de las macrogranjas, mientras que para que tengamos 1 kilo de carne de vaca se requieren 15.000 litros de agua.
De ello os hablo en este vídeo:#MenosCarneMásVida pic.twitter.com/wMDOd1GI8J
— Alberto Garzón🔻 (@agarzon) July 7, 2021