Arca explica en la nota de prensa que su canción ‘Prada’ habla “sobre la transexualidad y los modos no binarios de relacionar la energía sexual del subconsciente colectivo como forma de celebrar la vida. Para hacerles saber que el amor se extiende por completo a través de la amplitud del misterio de la vida y la muerte”. Y que ‘Rakata’ “es una canción sobre la seducción, sobre querer devorar el mundo entero por un deseo de follar, sin vergüenza, libre de condenas”. Vamos, lo que ya dijo en su día Manuela Trasobares pero sin tantos arabescos lingüísticos: “¿Por qué no la mujer vestirse con toda su lujuria? ¿Por qué no hablar del sexo? ¿Por qué no hablar de la fuerza de la carne? ¿POR QUÉ?”.
El discurso visual del clip ‘Prada/Rakata’ está en sintonía con el discurso verbal de la cantante venezolana. El vídeo ilustra una fantasía animada y “barroquista” (siguiendo con Manuela), donde se mezcla lo ancestral con lo cyberpunk, lo escatológico con lo simbólico, lo divino con lo (trans)humano, el arte digital con la intro de cualquier videojuego de ciencia ficción o terror.
El vídeo comienza con Arca subida a un tapir en clara referencia a la estatua de María Lionza (una diosa del folclore venezolano) ubicada en su Caracas natal. La imagen aparece sobre un pedestal situado en el centro del símbolo transgénero, en alusión al activismo LGTB+ de la cantante. El clip continúa con varias escenas diseñadas por el artista Frederik Heyman. Escenarios de pesadilla con influencias del BDSM, la “nueva carne” de Cronenberg (la fusión entre cuerpo y máquina), la apariencia física de los Ingenieros de ‘Prometheus’ (2012), la arquitectura del horror de ‘La casa de Jack’ (2018), o la iconografía del mito de Sísifo, empujando una gran rueda en vez de una piedra.