La retórica visual de los villancicos está más gastada que el anuncio de la lotería. Poner en imágenes el espíritu navideño no es tarea fácil. Lo fácil es pasarse de tradicional, y que quede cursi y rancio, o de moderno, y que quede cínico y postizo. La veterana Sophie Muller (empezó dirigiendo los videoclips de Eurythmics hace 35 años) encontraba un atinado punto medio: ni demasiado resabiado ni muy inocentón, con cierto sentido por tanto incluso cuando la Navidad se ha acabado.
Y es que en ‘Little Things’ conviven dos discursos narrativos: el cuento navideño y la nostalgia musical. En cuanto al primero, la directora utiliza el tema de las funciones escolares para proponer un relato que reivindica el trabajo colaborativo infantil como experiencia lúdica y formativa más allá de las pantallas digitales. Para llevarlo a cabo, Muller invoca el espíritu analógico de Michel Gondry. Como hacían los protagonistas de ‘Rebobine, por favor’ (2008) con las cintas de los 80, los niños hacen su propia versión artesanal de un concierto de la gira ABBA Voyage, que el público aún no ha podido ver, pues se desarrollará en 2022, y tendrá lugar al margen de las fiestas.
En cuanto a la nostalgia, ‘Little Things’ está llena de rimas visuales que remiten al paso del tiempo. Desde la propia recreación de las actuaciones musicales del pasado, hasta las imágenes del cuarteto sueco proyectadas, fundidas, sobre los rostros de los niños. La representación como forma de preservación de un legado, como regalo navideño envuelto en las formas del homenaje intergeneracional.