Las rockeras arrasan Mendizabala

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Las rockeras arrasan Mendizabala

La jornada del viernes en Azkena prometía ser muy feliz. Qué más daba que mi note book hubiera decidido morir esa misma mañana y hubiera tenido que escribir la crónica del jueves con el móvil. Salí a comprarme otro. Y, en la puerta del hotel, me encontré a Greg Dulli, cantante de los Afghan Whigs: uno de mis mitos. Le pedí fotos y le di brevemente la tabarra en modo fan locaza. Luego encontré un note book baratito, lo dejé en el hotel y fui a la Virgen Blanca.

La Virgen Blanca es la plaza principal de Vitoria-Gasteiz, donde se celebran conciertos en formato vermut. Uno de esos sitios mágicos donde no haces más que encontrarte amigos. El sol era abrasador y pocos se aventuraban a ver el soul de Alexis Evans en frente del escenario. Los demás seguimos la jugada desde la sombra de las terrazas. Todo eran risas, encuentros, reencuentros con amigos que pensabas que ya no volverías a ver, hablar de música, especular con qué bandas podría traer la organización de cara a próximas ediciones, evaluar qué artistas son o no “azkenables”…

Jordi Vidal

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Me dirigía a la comida pensando si no era todo eso que estaba viviendo la felicidad. La comida deliciosa. Y el vino. Y el calor de la calle… Tanta felicidad, ay, tuvo consecuencias. En el recinto se discutía si los Drive By Truckers habían resultado aburridos o si habían acabado remontando, si el sonido era malo o increíblemente bueno en las primeras filas. Pero mi objetivo era, claro, The Afghan Whigs. El mejor grupo de rock de los 90. La banda sonaba como un tiro, Dulli derrochaba voz, carisma, pasión. Cayeron seguidos ‘Gentleman’ y ‘Algiers’, temazos de la vida. También hubo un recuerdo para Mark Lanegan, cuya efigie se dibujaba en la lona izquierda. Pero para entonces toda la felicidad del mediodía me había llevado a un fundido en negro.

Oscar L Tejeda

El sábado se repitió la liturgia. Virgen blanca, amigos, terraza y concierto. Pero esta vez, sólo agua. Y el country cortavenas de Theo Lawrence and The Possums. El aire al mediodía y a primera hora de la tarde abrasa. Pero en el interín de descansar, ducharse y volver al recinto, ocurre el milagro: refresca. Llueve. Queda una tarde-noche ideal para presenciar el gran triunfo de las mujeres en el Azkena. Si hace algunos años se criticó que el cartel fuera prácticamente masculino, en esta edición se ha demostrado que las mujeres rockean más y mejor, con tres conciertos para enmarcar de tres clásicas mayúscula: Emmylou Harris, Patti Smith y Suzi Quatro.

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Pero la jornada la empiezo en el Trashville, una coquetona carpa que remeda un Saloon del Oeste. Allá tocan las Tiburona, pero no se las ve, entre el gentío, el humo y lo bajito que es el escenario. Este parece el espacio ideal para su garage surf ibérico. Pero los 45° que hace en el interior me empujan afuera, a Israel Nash. Con la bajada de temperatura su concierto sabe delicioso. Además, se escucha tan bien… Como teletransportado de Texas, Israel nos gana por su neulyounguismo, sus pintas genuinas y su melena al viento.

El primer gran concierto de la jornada es el de la gran dama del country y la canción americana Emmylou Harris. La del Azkena es fecha única en Europa. Todo un tanto para el festival. La elegancia, la clase, la presencia, y la voz de Emmylou, todo eso está casi intacto. Abre con ‘Here I Am’ y se va virando hacia las baladas. Emmylou está especialmente comunicativa. Explica la invención de bluegrass antes de tocar un ‘Get Up John’ muy divertido. Luego nos pone la piel de gallina con ‘My Name Is Emmett Till’. Y Emmylou nos explica que la canción versa sobre el brutal asesinato de un chico negro en 1955, que arrancó el camino de los derechos civiles. “Aún queda mucho, pero soy optimista”, exclama Emmylou.

Oscar L Tejeda

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Emmylou recupera la fiesta en ‘Ooh Las Vegas’ de Gram Parsons. A continuación bromea: “Ahora voy a hacer un a capella, para dar un descanso a vuestros oídos y los míos”. La gente pide silencio a todo aquel que ose charlar. Se siente una emoción genuina en el ambiente. Un show delicado y hermoso.

Emmylou Harris ha sido un tanto. Pero el de Patti Smith es un concierto histórico. Sí, usamos el adjetivo “histórico” con demasiada frecuencia. Pero el de anoche pasará a los anales no solo del festival, sino a los míos. Patti está en una forma superlativa, de voz y de todo. Y el concierto fue un derroche de emotividad, pasión, fiereza, alegría y comunión, con una banda en estado de gracia, que incluía a su hijo Jackson y a Lenny Kaye. El inicio no puede ser más colosal: ‘Redondo Beach’. La emoción ya empieza a dispararse con un ‘Grateful’ precioso. Patti bromea sobre el tiempo y la bajada de temperaturas: “El tiempo ha sido bueno con nosotros. ¡Gracias cielo!”. Más chula que un ocho, bailando risueña ‘Dancing Barefoot’. Ay, qué maravillosa la guitarra, esos “Oh God!” finales.

Patti recuerda que este año se cumplen 25 años de la muerte de Allen Ginsberg antes de recitar con tremenda fuerza el poema ‘Holy’. Canta la canción, se exalta, nos arenga. Salta la fabulosa ‘Free Money’ de ‘Horses’. Patti nos arenga de nuevo. Y es tal la energía que recorre Mendizabala que Patti se emociona y rompe a llorar, aplaudimos locamente. Y nos arenga de nuevo: “Raise your hands, feel your blood, feel your freedom, you’re the future, the future is now!”
Es tanta la emoción, que Patti descansa por dos temas. La banda se dedica a hacer dos versiones de aúpa: ‘Helter Skelter’, que dedican a Paul McCartney, aprovechando que es su 80 cumpleaños (y presentada como “la primera canción punk”). Y una fiera ‘I Wanna Be Your Dog’ de los Stooges. Enloquecemos. Patti baila por detrás. El único momento en que tuerzo el morro es cuando le dedica una pequeña canción al capitán Jack Sparrow, que también, dice, es su cumpleaños. Pero aun así, una canción muy bonita. Como bonita es ‘One Too Many Mornings’ de Bob Dylan, que Patti dedica a Emmylou Harris.

El final del concierto ya es celebración y euforia desatados. Un ‘Pissing a River’ arrebatado y emocionantísimo. Un ‘Gloria’ estratosférico, en el que la comunión, el éxtasis colectivo, todo se desata. Chillo, canto, bailo casi histérica. Y como colofón, ‘People Have the Power’, con Emmylou haciendo coros. Lo dicho. Histórico.

El bolo de Patti me deja tan anonadada que, durante unos cuantos minutos ando como pollo sin cabeza por el recinto, hasta que aterrizo en el divertido concierto de Robyn Hitchcock, en el que aparece Lenny Kaye a la Stratocaster para cantar el ‘I Wanna Destroy You’ de los Soft Boys.

Jordi Vidal

Suzie Quatro se marca el concierto con más actitud y poses rockeras por minuto de todo el festival. Viene con una bandaza que incluye a dos coristas y tres vientos. Y es todo una pura verbena rock, muy al estilo americano, pero divertidísima. Suzie tiene el desparpajo y la clase, sabe cómo dominar al público. Ella está tremenda, de voz y de forma. Va vestida de tejano, camiseta negra transparente, gargantilla de cuero y muchas, muchas tachuelas. Una reina del rock total. Arranca con ‘The Wild One’, sigue con ‘Stumblin’ In’, que presenta como “su mayor éxito”, a dúo con el guitarrista, hay felicidad y cantes entre el respetable. Pone el recinto patas arriba con su versión del ‘Rockin’ in the Free World’ de Neil Young. La alarga, pide palmas, juega con el público, hay pausa dramática y remontada. Tiene un emotivo recuerdo para su madre, nos explica que lleva ya 60 años en el negocio y que ahora es oficialmente “la doctora Quatro”. Hay una larga presentación de la banda, cada una mostrando su talento etc. Se hace luego una exhibición al bajo, otra a la batería… Canta ‘Can the Can’, que presenta como su primer número uno en 1973. Y el cierre felicísimo con ‘If You Can’t Give Me Love’: brazos agitándose, felicidad, saxos, parejas poniéndose tiernas… Verbena, sí. Exhibicionista, también. Pero qué clase y qué empaque. Y qué maravilla poder disfrutar a tantas diosas del rock que, pasados los setenta, patean culos y cierran bocas con su arte. Un espectacular colofón para el 20 aniversario del Azkena Rock Festival. Y que dure así muchos años más.

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