Es uno de los grandes lugares comunes del audiovisual musical: el rapero multimillonario que hace un vídeo rodeado de “su gente”, dándose un baño de multitudes callejero porque “no olvida de dónde viene”. Benito Antonio Martínez Ocasio viene de una familia de clase obrera de Puerto Rico. Y así empieza ‘Tití me preguntó’: con una evocación de su infancia, cuando su “tití” (tita) le preguntaba cuántas novias tenía.
Bad Bunny tiene muchas. O de eso presume en el vídeo. También de que no se le caen los anillos por ir al súper Juanitos a comprar algo de beber (en taxi, eso sí), o a cortarse el pelo en una pelu de barrio (ya le arreglará el estropicio su estilista) rodeado de simbología portorriqueña y con una señora medio desnuda amenizando la espera de los presentes.
Por medio de un montaje muy dinámico, con mucho corte brusco y mezclando todo tipo de recursos formales –barridos, acelerones, vídeo en baja definición, foto fija, selfies-, el cantante perrea-perrea con sus fans por las calles de Nueva York, como si fuera un portorriqueño de barrio más.
La última parte del vídeo es la más narrativa. A Bad Bunny lo secuestran. Pero no para pedir un rescate millonario, sino para que deje de mariposear y se case como dios manda: en el altar y con su novia, la mocatriz Gabriela Berlingeri, que baja de los cielos cual Inmaculada Concepción. Aunque también admite otra lectura: Benito, deja de hacerte el chico de barrio, que te vas a casar en una mansión señorial vestido con un traje de firma. Como diría su tití: “¡que te doy chancletazo!”.