«Weekender» puede ser el mejor Primavera Sound: Amaia de cerca, Slowdive, descubrimientos…

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«Weekender» puede ser el mejor Primavera Sound: Amaia de cerca, Slowdive, descubrimientos…

Benidorm continúa siendo escenario de un sinfín de actividades relacionadas con el mundo del pop, algunas tan imprevisibles como su despliegue de rascacielos random. Al Low Festival y a esa maravilla llamada Benidorm Fest, hay que sumar el Primavera Weekender, creado poco antes de la pandemia. Primavera Sound, que no ha dejado de expandirse por el mundo a través de sus ediciones en Oporto, Los Ángeles, Santiago, Buenos Aires, Sao Paulo y próximamente Madrid, siempre ha anhelado tener un hermano pequeño. Weekender parece a todas luces el sucesor de Primavera Club, un concepto abandonado, desconozco si porque murió de éxito, o por todo lo contrario.

Aquel evento medio olvidado se celebraba a la vez en Madrid y Barcelona, en varios recintos de estas ciudades de manera simultánea, suponiendo una locura logística entre ciudades y dentro de las mismas también, con todas las dificultades que conllevaba para el mismo público, entre otras la frustración de encontrarse en las APPs el cartel de «aforo completo» para los artistas más populares. Primavera Weekender se celebra ahora alejado de las grandes ciudades, en una fantasía de resort al modo ATP, este de reminiscencias medievales, con alojamiento en unas muy confortables cabañas con cuartos de baño y nevera para emergencias tipo vinos y embutido; restaurante con bufet libre y otros servicios, todo ello 100% Benidorm.

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Se puede ir pagando entrada de día (unos 60 euros) o abono (algo más de 100), pero lo más aconsejable es alquilar una de estas cabañas (300 euros, abono incluido) y vivir la experiencia completa, aunque solo sea porque el recinto viene a estar, respecto a Benidorm en sí, un poco donde Cristo perdió el mechero.

Una vez allí, como estás aislado, las vivencias no pueden ser más inmersivas. El ambiente es amigable y muy divertido, por muy esnob que suene decirlo -que lo es-, en parte gracias a lo caros que son los abonos con alojamiento respecto a lo que podría ser, por decir algo, el Arenal Sound o el nuevo FIB. La gente que acude a Primavera Weekender lo hace porque le interesa mucho la música, tanto la pasada como aquella de la que se va a hablar en el futuro, por lo que todo el mundo permanece muy atento a todo lo que puede pasar. En otras palabras: me mandaron callar en el concierto de Arab Strap. Repito: esta vez fui yo al que mandaron guardar silencio y no al revés.

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A su vez, el aforo total, en torno a las 1.000 o 2.000 personas, impide las masificaciones propias de un macrofestival. En gran medida, esto no deja de ser un Primavera Club, más o menos con la misma gente de Madrid y Barcelona, con algo de público valencià. Un festival íntimo y recogido, en el que es muy fácil conocer gente, entre «¿nos prestáis un sacacorchos?» y «por favor, hacednos una foto con esta estupenda cabeza de ciervo que alguien ha puesto justo aquí», y en el que, por decir algo malo, apenas se duerme. Seguro que me pasé el concierto de Arab Strap hablando, en venganza porque me habían despertado el sábado por la mañana con una prueba de sonido tan larga que sentía que ya había visto todo su show. El año que viene, tapones para dormir.

Amaia ofreció el primero de los grandes conciertos durante la jornada del viernes, a eso de las 20.10. Fue un acierto programarla a hora tan temprana, pues es una propuesta tan dispar al resto del cartel que en otro momento quizá no habría encajado. No quiero ni pensar lo que habría supuesto verla, por ejemplo, después de la apisonadora de sonido de HEALTH, que actuaron de madrugada. Pero a primera hora de la noche fue estupendo verla y por supuesto oírla: su interpretación vocal fue la más perfecta que se escuchó en todo el festival. Además, dado que este no era especialmente su público objetivo, era fácil disfrutarla en primera fila. A ella y a sus personales bailes durante temas como ‘Dilo sin hablar’, ‘Así bailaba’ de Rigoberta Bandini -recién incorporado a su repertorio-, o ‘El encuentro’. Mejoran en vivo las baladas ‘Yamaguchi’ y la versión de Los Planetas, destacando también lo que ha crecido con el tiempo ‘El relámpago’ del disco anterior. Amaia agradeció a la gente que hubiera ido a verla, y recordó su experiencia el año anterior en el mismo recinto, al que acudió como público, subrayando que este era «el mejor Primavera» y un lugar al que «la gente va a beber». La cantante lamentó que «un sinte muy bonito» de ‘La vida imposible’ no llegara a sonar, y ahí se acaba todo lo malo que aconteció durante ese set.

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También cumplieron después Slowdive, si bien empiezan a acusar continuar dependiendo de un disco que presentaron hace 5 años, el mismo concierto que ya vimos en BIME, Tomavistas, etcétera. Con todo, su muro de sonido sin acoples ni imperfección técnica alguna continúa hipnotizando, y a la solemnidad de todo su directo hay que añadir un par de notas de humor. Por alguna razón un cisne rosa, acaso un posavasos, coronaba el atril de Rachel Goswell, a quien dio tremendo ataque de risa durante el hit ‘Sugar for the Pill’ por causas desconocidas.

Sharon Lopez

Salieron igualmente por la puerta grande Triángulo de Amor Bizarro, en estos momentos en modo «greatest hits» hasta la llegada de su nuevo álbum el año que viene, que ya han terminado de maquetar. No sonó nada de él, sino que se dedicaron a provocar pogos en el público al ritmo de ‘De la monarquía a la criptocracia’, ‘Robo tu tiempo’, ‘Ruptura’, ‘Estellas místicas’, ‘Barca quemada’ o ‘Vigilantes del espejo’. Isa bromeó sobre haberse cargado un ampli con una canción y media, como siempre, haciendo alarde de su actitud.

Terminamos la sección leyendas con el concierto de Arab Strap, marcado por la interpretación de melodías deliberadamente monótonas, aletargadas y algo mortuorias: el final de todo siempre estuvo entre sus temas favoritos. La solemnidad y la elegancia permanecen tan intactas como el carisma de Aidan Moffat. Como en el caso de Slowdive o de Triángulo, son capaces de convencerte de que sus últimos pasos son los mejores y la relevancia de las canciones encabezadas por ‘The Turning of Our Bones‘ son prueba de ello.

Christian Bertrand

Todo esto ya nos lo sabíamos. Pero la gracia de Primavera Weekender es mostrar a los talentos de los que más se ha hablado durante los últimos meses y avanzar quiénes pueden ser aquellos de los que más se hable en el futuro. En el primer grupo, no decepcionaron el sábado ni Luna Li ni Nilüfer Yanya. La primera, encantadora y sonriente, agradeciendo la recepción de esa preciosidad llamada ‘Afterglow’ que tanto nos ha llevado al sonido de los primeros Cardigans. Y la segunda con una aspereza a la guitarra eléctrica tan PJ Harvey que hasta sonó una versión de ‘Rid of Me’ en la que un instrumento de viento recreaba el estribillo principal.

Sharon Lopez

En cuanto a nuevas promesas, conquistó al público Grace Ives, pese a coincidir con la atractiva propuesta de Charlotte Adigéry y Boris Pupul, a quienes ya habíamos visto interpretar su ataque de risa ‘Haha’ hace unos meses en Paraíso Festival. Grace salió sola. La fórmula consistía en darle al «play» y ponerse a dar saltos, a excepción de una canción en la que sí tocó un teclado o similar. Pero ella es más de «performance», desplegando un carisma muy poco común entre los artistas que se han curtido durante la pandemia, por razones evidentes. Hay beats electro, drum&bass y hasta reggaetón en partes de las canciones, y en general pareció tan emocionada desde el inicio de ‘Isn’t It Lovely’ (nada más salir lanzó su chaqueta y aquello se convirtió en una fiesta) a la interpretación de ‘Shelly’ dedicada al personaje de ‘Twin Peaks’, pasando por su pequeño hit ‘Lullaby’, que decidió improvisar un bis que no suele realizar. En la primera fila un fan altísimo parecía saberse todas las canciones, aunque lo importante es que Grace evitó por casualidad una cerveza que una chica había derramado sin querer sobre el escenario, y que pudo haber producido su desnuque.

Otro que se sirvió de la interacción con el público fue el misterioso Lynks, quien cubierto hasta las cejas literalmente con un disfraz de piel de leopardo, se sorprendió de que la gente incluso cantara los temas que estaba estrenando esa misma noche (??!!). Adaptando el mítico lema «girls to the front» de las riot grrrls, pidió que la gente queer pasara a la primera fila al grito de «queers to the front!». Entre lo que tocó por primera vez destacó un tema sobre Grindr y la promiscuidad sexual, bromeando sobre otro tema que iba a ser «muy personal», pero se convirtió en una lección sobre «cómo hacer una salsa bechamel en 10 pasos». Ecos de electroclash y los primeros Scissor Sisters, o de Miss Kittin y Peaches, más bien.

Todo esto, reírnos, movilizarnos, agitarnos… es lo que esperábamos el sábado a primera hora del show de Mykki Blanco. Desgraciadamente, no tuvo el día. Todo parecía ir bien cuando salió, se lanzó al público y pidió que le hicieran un círculo, como es habitual. Por desgracia tras 1 canción -quizá 2 cortas-, algo se le cruzó y abandonó el concierto, dejando con dos palmos de narices al público y también a sus 2 músicos, uno de los cuales improvisó un solo de guitarra, pero después abandonó el escenario también. Una voz en off nos informó de que «por indisposición del artista» el concierto no iba a tener lugar, y poco después Mykki Blanco inundó su Instagram de Stories sobre las penurias que se pasan de gira. Estoy seguro de ello, aunque no sé si esta es la mejor forma de comunicarlas o de obtener la empatía del respetable. Mucha gente allí también pasó penurias económicas y logísticas para estar a tiempo en el festival.

Entre las curiosidades que nos dejó Primavera Weekender hay que hablar del muy vistoso concierto de Crack Cloud, de sonido entre glam y punk, muy 70’s y marcado por la sección de vientos (lo del arpa se oye menos), y de dos actos que nos vamos a hartar de ver en festivales. Lo de Confidence Man es un terremoto gracias a la viveza de la batería y sobre todo al carisma de Janet Planet y Sugar Bones, que no paran de dar botes en ningún momento, reservando el hitazo ‘Holiday’ para los últimos instantes del set. Y antes de eso el colectivo catalán Mainline Magic Orchestra hasta consiguió hacerme olvidar que yeule actuaba, no solo por su ritmazo, sino porque inundaron todo el festival de sus disfraces. Los portaron y los regalaron, de manera que medio recinto se convirtió durante al menos algunos minutos e incluso horas, en un miembro de Mainline Magic Orchestra. Tremenda jugada de márketing: oirás hablar de ellos, si no lo has hecho ya.

La mención especial va para los pintorescos dj’s, entre los que gracias a Dios al booking del festival, no había nadie ni medio normal. Yung Prado compitió dignamente con Yung Lean y la túnica de este, batiendo huevos y preparando una tortilla en vivo. Boris Pupul invitó a la invasión del escenario para terror del personal de seguridad. Marcelo Pantani se trajo decenas de bicis estáticas para una sesión de spinning colectiva en la que no faltó el remix de ‘What It Feels Like for a Girl’ de Madonna. Y cerraron los colegas de Indiespot y Xtrarradio, pinchando ‘Puedes contar conmigo’ de La Oreja de Van Gogh. Es verdad que fue en la versión hyperpop de Maria Escarmiento, pero cuánto han cambiado los códigos desde que empezó aquello del Primavera Sound.

Christian Bertrand

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