1.-La ciudad de los vivos (Nicola Lagioia)
‘La ciudad de los vivos’ es una de las crónicas criminales más impresionantes de los últimos años. El retrato de una amistad tóxica entre dos jóvenes romanos de familias acomodadas, profundamente narcisistas, con problemas de identidad sexual y llenos de frustraciones existenciales, que acaban cometiendo un crimen atroz durante una noche de alcohol y cocaína. Siguiendo el camino abierto por Truman Capote en ‘A sangre fría’ y desbrozado con maestría por otros como Emmanuel Carrere o Javier Cercas, Nicola Lagioia se suma a la polifonía de voces del relato criminal describiendo cómo fue el proceso de elaboración del libro y cuáles fueron sus impresiones tras haberse asomado al abismo de la naturaleza humana. Las preguntas se agolpan: ¿por qué matar a un chico al que apenas conocían? ¿Por qué esa forma salvaje de asesinarlo? ¿Por qué ese ensañamiento? Crítica completa.
2.-La familia (Sara Mesa)
La nueva novela de Sara Mesa se compone de un conjunto de relatos que articulan una narración coral, poliédrica. La historia de una familia –llamada El Proyecto por el padre, como si fuera una secta– que le sirve a la autora para cuestionar la propia idea de familia. Aunque esta estructura coral es una novedad en la obra de Mesa, ‘La familia’ es plenamente reconocible para cualquiera que haya leído una novela suya. Con su prosa magnética y cristalina, tan precisa que es fácil leer sus libros de una tacada (aunque luego permanezcan durante días en la memoria), la escritora vuelve a demostrar su extraordinaria habilidad para describir ambientes opresivos, construir personajes de una enorme riqueza psicológica (es todo un acierto que el padre sea una suerte de dictador progresista) e imaginar situaciones donde la tensión es tan intensa que el lector se puede cortar al pasar las páginas. Crítica completa.
3.-El mago (Colm Toibin)
El célebre autor de ‘Muerte en Venecia’ es retratado por Colm Toibin a través de una biografía novelada que se adentra con mano maestra en la intimidad del escritor. ‘El mago’ hace un recorrido por la vida pública de Mann –su éxito literario (ganó el Nobel en 1929), su oposición al nazismo, sus años en el exilio- pero también por la privada. A través de sus diarios publicados póstumamente, Toibin recrea la esfera íntima del escritor, marcada por la ocultación de su orientación sexual y su intensa vida familiar (se casó con una rica heredera y tuvo seis hijos). Un ámbito doméstico donde abundan los conflictos (con su hermano, el también escritor Heinrich Mann), las tragedias (con varios suicidios) y el salseo, ya que sus hijos mayores, Erika y Klaus, fueron los reyes de la cabaretera Alemania de Weimar. Sin duda, uno de los libros del año. Crítica completa.
4.-Hierba (Keum Suk Gendry-Kim)
La coreana Keum Suk Gendry-Kim llega a nuestro país con el aval que supone la infinidad de premios que ha recibido y el favor de la crítica especializada. Trae bajo el brazo una obra basada en hechos históricos en la misma línea que ‘Persépolis’ o ‘Maus’, con el inconveniente de que su éxito llega aquí algo tarde, pues se editó originalmente en 2017. Con una gran claridad narrativa, una composición espontánea de viñetas y un estilo propio de dibujo que no pierde de vista al lector de manga, ‘Hierba’ destapa cómo el ejército japonés, durante la Segunda Guerra Mundial, tejió un entramado de esclavas sexuales coreanas obligadas a complacer a las milicias niponas, bajo el sobrenombre nauseabundo de “mujer de consuelo”, constituyen un perfil tan sobrio como la propia supervivencia en el infierno de Lee Ok-Sun. Crítica completa.
5.-El señor Wilder y yo (Jonathan Coe)
La novela ‘El señor Wilder y yo’ está ambientada durante el rodaje de ‘Fedora’ en Corfú. A través del protagonismo de una intérprete griega, el británico Jonathan Coe (‘¡Menudo reparto!’, ‘Expo 58’) retrata, con gran ingenio y encanto, la decadencia del genial director Billy Wilder, su complicidad con el no menos genial guionista I. A. L. Diamond (autor de ‘Con faldas y a lo loco’, ‘El apartamento’ o la propia ‘Fedora’), y los profundos cambios que se estaban produciendo en Hollywood durante esos años con la irrupción de la “panda de la barba”: Spielberg, Scorsese, Coppola… Un homenaje cinéfilo teñido de melancolía que incluye un episodio fabuloso: la evocación de la huida de Wilder de la Alemania nazi contada en forma de guión cinematográfico. Crítica completa.
6.-Idaho (Emily Ruskovich)
Menudo debut. La estadounidense Emily Ruskovich ha entrado por la puerta grande en el panorama literario anglosajón. ‘Idaho’, un drama criminal ambientado en las montañas de Idaho, donde creció la autora, no ha parado de recibir halagos y premios. Ruskovich narra una historia terrible en cuyo núcleo hay un misterio, un hecho trágico ocurrido en una familia, tan atroz que resulta inexplicable, impensable. Alrededor de ese suceso nunca relevado del todo, de su reconstrucción años después por un personaje que quiere saber (y entender) qué ocurrió, gira toda la novela. Por medio de una compleja estructura temporal -con muchos saltos y puntos de vista diferentes- y una prosa exquisita y delicadísima, la autora teje un intrigante y emocionante relato sobre la memoria, la culpa y la capacidad de redención.
7.-Ceniza en la boca (Brenda Navarro)
Tras su celebrado debut con ‘Casas vacías’, la mexicana Brenda Navarro regresa con otra novela estupenda. ‘Ceniza en la boca’ comienza con una canción y un suicidio. La canción es ‘Sympathy’, de Vampire Weekend. Y el suicidio es de Diego García, el hermano de la protagonista, fan de la banda neoyorquina y cuyo nombre coincide con el del atolón que se nombra en la canción y que funciona muy bien como metáfora. A partir de ese suceso traumático –Diego se lanza desde un quinto piso en el madrileño barrio del Pilar-, acompañada por el eco del sonido del cuerpo estrellándose contra el suelo, su hermana cuenta la historia de su familia. Un viaje físico e iniciático marcado por el desarraigo, la xenofobia y la precariedad laboral. Una interrupción forzosa de la adolescencia llena de heridas, fracturas y amputaciones emocionales. Crítica completa.
8.-Una historia ridícula (Luis Landero)
‘Una historia ridícula’ también podría llamarse ‘Delirante monólogo de un acomplejado’. El autor de ‘Lluvia fina‘ sumerge al narrador de su último libro en la peor de las miserias intelectuales, mucho más abajo del síndrome del impostor, tan «de moda» últimamente. En su autodefinición como autodidacta, Marcial se nos presenta con un complejo de inferioridad que nos hace reflexionar sobre la deriva del mundo de las apariencias en entornos culturales y relacionados con el arte. Para él, su idolatrada Pepita, de una clase social e intelectual superiores, será inalcanzable. Pero antes que una reflexión sobre la extrema estupidez de la sociedad, y antes de un final anunciado catárquico, ‘Una historia ridícula’ es un libro divertido, con referentes clásicos como Kafka o ‘El Quijote’, pero también muy ameno en su hábil distribución en capítulos muy breves.
9.-Facendera (Óscar García Sierra)
Otro debut magnífico. ‘Facendera’ (término asturleonés que significa trabajo comunitario) narra una historia ambientada en la cuenca minera leonesa contada desde un after en un piso de Madrid. Como una suerte de ‘Las mil y una noches’, el narrador le cuenta a una chica cuentos sobre su pueblo –sobre coches tuneados, cierres de minas, tráfico de ansiolíticos, sexo en descampados, desindustrialización, desempleo, desesperanza- mientras ella le va interrumpiendo haciéndole preguntas que ayudan a completar el relato. Óscar García Sierra muestra sus extraordinarias dotes como narrador, manejando las distintas voces y líneas narrativas con enorme soltura. ‘Facendera’ es una novela sobre gente que se encierra en el baño con la tapa del váter bajada, que dice más sobre la despoblación y la desigualdad territorial que toda esa avalancha de discursos paternalistas y nostálgicos sobre “la España vaciada”. Crítica completa.
10.-Babysitter (Joyce Carol Oates)
Racismo, clasismo, violencia sexual, misoginia, homofobia, pederastia, control de armas… Todos estos temas aparecen en Babysitter perfectamente integrados en la trama. A través del extraordinario dibujo psicológico de su protagonista (una mujer víctima de la violencia y el poder masculino que la emparenta con la Marilyn de ‘Blonde’), Oates compone un retrato feroz de la sociedad estadounidense de los setenta. Una visión que resulta aun más terrible si tenemos en cuenta que muchos de esos problemas aún siguen vigentes. En cuanto a la narración, Oates demuestra un control absoluto del tiempo. Manipula la línea temporal, dilatándola de tal manera que la acción se transforma en pensamiento. Puede dedicar cinco o seis páginas a lo que pueden ser dos o tres minutos de experiencia real. Eso la da a la prosa una densidad hipnótica, de una subjetividad casi onírica, pesadillesca. Y funciona de maravilla.