En el último día de un festival es cuando toca reflexionar sobre lo vivido y hacer balance. Este año Mad Cool puede presumir de haber superado muchas expectativas con un cartel mucho más interesante de lo que en un principio podía parecer, y sobre todo, gracias a una organización generalmente ordenada, a un recinto cómodo y a una buena acústica en todos los escenarios.
En uno de los principales, a las 19h empezó Years & Years, el proyecto en solitario de Olly Alexander tras anunciar antes de la salida de su tercer disco que había dejado de ser una banda y que continuaría la aventura él solo. Comienza a capella cantando ‘Nightcall’ mientras va apareciendo su equipo, formado íntegramente por mujeres (dos bailarinas/coristas, una batería y teclista). En la pantalla se proyecta una suerte de videoclip para la gira con el propio cantante como protagonista. El aspecto visual no llegó a apreciarse todo lo que debería simplemente porque el sol cegaba (y abrasaba) y los vídeos eran bastante oscuros, de atmósfera nocturna.
Olly se mostró muy amable con su público, sonriente y cercano. Una lástima que durante buena parte del show no terminara de encontrarse, dando lugar a algunas interpretaciones vocales que dejaron que desear y a versiones alteradas de sus canciones que no funcionaron. ‘Shine’ salió mal parada, convertida en una balada acústica hasta su segundo verso; ‘Take Shelter’ también. Las canciones de su último trabajo, como ‘Sweet Talker’, tampoco sonaron particularmente bien. Sin embargo, aunque irregular, el show sí contó con algún destello interesante. ‘Desire’ sonó convincente y divertida, la cover de ‘It’s a Sin’ -que comienza con el cantante sentado frente a un teclado- funcionó bien dentro del set… Pero lo mejor llegó al final y de forma bastante inesperada. Es cierto que ‘King’ es, con mucho, la mejor canción de Years & Years, pero tras un concierto -reconozcámoslo- algo mediocre, quién podría imaginar que conseguiría hacer de ella el mejor momento del festival: el público absolutamente desatado desgañitándose en cada palabra, el cantante pasándoselo en grande… un auténtico fiestón para terminar por todo lo alto.
En el otro de los escenarios grandes, Liam Gallagher convocó a un número considerable de asistentes, llenando el espacio a una hora mucho más temprana que los días anteriores. Con un gran cartel en el que se leía “Rock N’ Roll”, el inglés, consciente de lo que el público quería oír, hizo de su set prácticamente un concierto de Oasis. ‘Morning Glory’, ‘Rock N’ Roll Star’ y ‘Stand By Me’ marcaron la primera mitad del concierto, a las que la gente, evidentemente, respondía con energía cantando sus letras con el artista. Hacia el final llegaron otros dos grandes momentos de colectividad con ‘Wonderwall’ y ‘Champagne Supernova’.
Entre medias fuimos a ver lo que Kurt Vile and the Violators estaban haciendo en el escenario Region of Madrid. Había considerablemente menos gente que en el de Gallagher, pero un ambiente muy relajado y agradable. El cantante de Pensilvania y su banda sonaron magníficos en todo momento con sus largos y bellísimos pasajes instrumentales repasando las nuevas canciones de su álbum reciente, ‘(Watch My Moves),’ así como otras más antiguas. Vile tiene una gran presencia escénica y una voz cálida que embelesa. Fue un concierto íntimo y precioso para ver bajo la luz cambiante del cielo mientras el sol bajaba.
Hace unas semanas, Janelle Monáe, previamente citada como cabeza de cartel, se caía de la programación por incompatibilidades de agenda. El festival inmediatamente anunció su sustitución, ni más ni menos que M.I.A. Este cambio de última hora, cuando los abonos del día estaban prácticamente agotados, puede haber afectado a que la explanada del escenario Madrid Is Life estuviera mucho más vacío de lo habitual teniendo en cuenta que ya eran las 21:35. No obstante los que estábamos allí no pudimos resistirnos a sus encantos en cuanto salió, acompañando a dos bailarinas vestidas de amarillo fluorescente que hacían poses de taichí. La rapera británica surgió con una energía arrolladora y con una gran actitud. Una de sus primeras frases fue “Tengo una mala reputación, me siguen cancelando en 2023”. Recordemos que M.I.A. ha estado envuelta en controversias sobre su posicionamiento antivacunas en la pandemia o sobre sus reticencias respecto al movimiento Black Lives Matter centralizado en Estados Unidos.
Recientemente la cantante se ha convertido al cristianismo y así nos lo hace saber proyectando una inmensa cruz en la pantalla y sujetando una contra su micrófono. Sea cual sea tu opinión sobre su persona, ideas y comportamientos, M.I.A. dejó claro con su espectáculo que es una estrella. Es entretenidísimo en todo momento, donde tan pronto suena un fragmento de ‘Rumble’ de Skrillex como se pone a cantar el temazo que es ‘Bad Girls’, con su correspondiente videoclip detrás de ella. Con proyecciones de palomas de la paz y mensajes antibélicos, el show de M.I.A. es mucho más que conciencia social y política. Es, sobre todo, un gran concierto pop (y hip-hop) en su máximo esplendor. Además, la artista se da un baño de multitudes en su icónica ‘Paper Planes’ haciendo crowdsurfing en ambos lados del escenario cubierta de billetes, creando una poderosa energía con su público.
El momento más esperado para la grandísima mayoría de los asistentes, a juzgar por la infinidad de camisetas detectadas de la banda, por fin llega: Red Hot Chili Peppers se llevan sin lugar a duda la mayor atención de todo el festival. No cabía ni un alma y se estaba apretado rodeado de gente incluso desde muy atrás. Los californianos desataron una fiebre generalizada en un público de todas las edades que coreaba exaltado todas las canciones de sus héroes. Empezaron con una larga intro instrumental que servía como presentación de los miembros de la banda y que derivaba en ‘Around the World’ de su emblemático álbum ‘Californication’. Pese a que los de Anthony Kiedis están de gira con su disco del año pasado ‘Return of the Dream Canteen’, solo le dedicaron tres canciones, entendiendo que allí la gente estaba para otra cosa: los hits. Y así sonaban, uno tras otro, estableciendo una evidente conexión con los fans. El sonido y la actitud de la banda sobre el escenario fue irreprochable y ofrecieron ni más ni menos que lo que la gente ansiaba. Cerraron con ‘I Could Have Lied’ y ‘Give It Away’ de su disco de 1991 ‘Blood Sugar Sex Magik’.
Como los horarios del festival dejaron algunas coincidencias dolorosas, dejamos por un momento la locura multitudinaria de los Red Hot para ver una propuesta que se encuentra en las antípodas de ellos: Ava Max. La prometedora diva pop presentó un show discreto en cuanto producción escénica pero cargado de hits que defendió de manera muy solvente. Sin músicos en el escenario, solamente acompañada de un grupo de bailarinas, la cantante mostraba su potencia vocal mientras bailaba sus coreografías. Dedicó la mayor parte del set a su nuevo álbum ‘Diamonds and Dancefloors’, pero, por supuesto, no se olvidó de su macrohit ‘Sweet But Psycho’ ni de ‘Kings and Queens’ de su anterior disco. Fue un buen concierto de evasión pop sin más pretensiones que pasártelo en grande bailando con tus amigos.
Para cerrar el festival sacrificamos a los veteranos The Prodigy para acercarnos al set de Jamie xx, que empezó un pelín errático, como si estuviese buscando el estilo de sonido que mejor pudiese ajustarse a su público. Afortunadamente, no tardó demasiado en encontrarlo. Hubo un poco de todo: pinchó desde ‘CUUUUuuuuuute’ de Rosalía hasta ‘Ritmo de la noche’ de Lorca, pasando, por supuesto, por temas suyos como ‘Idontknow’ o ‘KILL DEM’. En las pantallas se proyectaba, con filtros psicodélicos, a la gente bailando cerca de la torre de sonido, sintiendo y disfrutando de los beats y las texturas atmosféricas del productor inglés.