A las 19:45 un WiZink Center medio vacío acogió a Bartees Strange, uno de los artistas más prometedores en el indie rock americano del momento. Su set estuvo marcado por su versatilidad como vocalista y músico, alternando codas rockeras con versos casi hip hop. El cantante mostró su buen hacer en el escenario en un concierto dinámico que funcionó como un buen aperitivo para lo que vendría después.
The National comenzaron aproximadamente a las 21:15 ante un recinto ya prácticamente lleno. Los de Matt Berninger inauguraron su set con tres canciones de ‘Two Pages of Frankenstein‘, el primero de sus dos discos de este año. ‘Once Upon a Poolside’, su colaboración con Sufjan Stevens, sirvió como introducción, asentando solventemente el tono del concierto. ‘Tropic Morning News’ y, especialmente, ‘Eucalyptus’ brillaron mucho más en directo que en el estudio. Ya ahí Berninger estableció su conexión con el público, interactuando con él a través de sus poses teatrales y una energía contagiosa. Sin embargo, quien más hablaba entre canción y canción era Aaron Dessner, presentando los temas y contando pequeñas anécdotas, como el recuerdo de haber tocado ‘Abel’, de su disco ‘Alligator’ en la sala Moby Dick hace años.
Pese a que el motivo de la gira es la presentación de sus dos discos más recientes, The National tiraron de repertorio y se marcaron en honor a su colega Taylor todo un “Eras Tour”. El único álbum que no repasaron fue el primero y homónimo. De ‘Sad Song for Dirty Lovers’ rescataron ‘Slipping Husband’, que llevaban sin tocarla desde 2006. La presencia de los demás discos estuvo bastante equilibrada, ofreciendo un amplísimo repertorio para todos los gustos y todos los fans de cualquiera de sus etapas. Algunas de las más celebradas fueron la gran ‘Bloodbuzz Ohio’ -un auténtico himno que se ha convertido a méritos propios en una de sus canciones más emblemáticas- ‘England’ o ‘Day I Die’ (donde Berninger se acercó a la valla y cantó en la cara de sus enloquecidos fans).
El concierto duró más de dos horas y media, y aunque hubo momentos hacia la mitad en el que el ritmo decayó ligeramente, el nivel que ofrecieron los de Cincinatti fue siempre muy elevado. Su show fue toda una lección de clase: un concierto de rock que supo ser tan elegante (sobre todo en baladas como ‘I Need My Girl’ o ‘About Today’) como desenfrenado. Esto último es pleno mérito de Berninger, un frontman carismático que ofreció su versión más desatada en el tramo final. Quizá de voz no andaba tan fino como otras veces -las notas altas se le resistían un poco-, pero no importaba lo más mínimo, porque en cada canción trasmitía una enorme pasión y eso siempre es mucho más valioso que la perfección técnica.
El cantante se bajó del escenario, se metió en el foso y se dio un baño de masas, decidiendo ser la peor pesadilla de los vigilantes de seguridad que tuvieron que seguirle, ya que este llegó hasta el final de la zona frontal de la pista (esto es, hasta la mitad de su totalidad) y hasta se subió a la barra del bar mientras cantaba ‘Mr. November’. Por si fuera poco, volvió a hacer lo propio con ‘Terrible Love’, esta vez yéndose hacia el lado opuesto.
Para culminar, The National optaron por darle el protagonismo al público. Dessner cogió una guitarra española y la acercó al micrófono, Berninger se despojó del suyo e incitó a la gente a que coreara ‘Vanderlyle Crybaby Geeks’ entera, logrando crear un momento realmente emocionante. Y así, con esa sensación de unión y agradecimiento a los suyos, The National abandonaron el escenario del Wizink Center dejando a todo el mundo rendido a sus pies.