Neil Young publicó en 1972 su gran obra maestra ‘Harvest’. Dada la popularidad abrumadora de ‘Old Man’ y sobre todo de ‘Heart of Gold’, quizá no todo el mundo recuerde que la Orquesta Sinfónica de Londres tocó en dos pistas de aquel álbum, con arreglos espectaculares de Jack Nitzsche. Sufjan Stevens se ha fijado en una de ellas y la ha elegido para cerrar su nuevo álbum ‘Javelin’. Le pega mucho: ‘There’s a World’ tenía uno de los arranques más imponentes de toda la carrera de Neil Young, incluso sonrojando a algunos de sus seguidores. Ahora suenan todos esos viejos metales y casi que veo a Sufjan volar disfrazado de ángel como en la gira de ‘The Age of Adz‘. Pero en este disco no pasa eso exactamente.
En la nueva versión de ‘There’s a World’, casi irreconocible, el artista de Michigan ha decidido dejar de lado los arreglos pomposos originales y los propios de otras veces. La parte más divertida de los créditos de un álbum de Stevens es aquella en la que detalla quién ha tocado una guitarra, quién ha hecho unos coros, y después añade «todo lo demás lo ha tocado Sufjan Stevens». En este disco vuelve a ser así, y los arreglos son tan ricos como siempre, solo que nuestro hombre orquesta se ha decantado más bien por el susurro. Por ese minimalismo de cantautor que le hemos visto en otras obras como ‘Seven Swans‘ o ‘Carrie & Lowell‘, y que habitualmente utiliza para desnudarse como letrista.
Así, ‘Seven Swans’ era su primera gran obra maestra sobre fe y religión, y ‘Carrie & Lowell’, un álbum sobre la muerte de su madre y su relación con su padrastro. ¿De qué nos habla ‘Javelin’? Esta vez las letras del álbum no parecen presentar una temática uniforme. ‘Goodbye Evergreen’ habla de la muerte. A continuación, ‘A Running Start’ es un recuerdo del primer amor y de los primeros besos que suena alegre como un cuento infantil: es uno de sus villancicos más primorosos. Y justo después ‘Will Anybody Ever Love Me?‘ suena desesperanzada y pesimista, sola como la una. Una de las composiciones más hermosas que jamás haya escrito Sufjan Stevens es también una de las más tristes. Sus metáforas son pura autolesión.
El libreto de 48 páginas del vinilo, compuesto por decenas y decenas y decenas de collages con fotos de amigos, familiares, famosos y él mismo, nos ayuda a comprender que la temática principal del disco es el amor en todas sus formas. Aparecen 10 textos hilados -con cierta correspondencia con las 10 canciones del álbum-, en los que Sufjan Stevens narra de manera algo obtusa, cuáles han sido los amores de su vida. Comienza en el vientre materno, habla de la universidad, de música, acaso de salud mental, de Dios en femenino… Entre momentos hermosos, momentos tristes, y muchos momentos indescifrables, comprendemos por qué ha decidido llamar este disco ‘Javelin’.
En la canción titular, la octava pista, Sufjan tira la piedra y esconde la mano. «Busco entre la nieve la jabalina que no había querido tirarte / porque si hubiera alcanzado su objetivo, habría sangre en el lugar donde estás». Un «pensamiento terrible» que se repite con alguien que se lanza de las rocas en una segunda estrofa, abierta a las interpretaciones. Esta ‘Javelin’ puede ser una canción de amor, retratar un momento de rabia o escenificar un suicidio en menos de 2 minutos. Sufjan pronuncia una y otra vez la palabra «terrible», en contraste los arreglos vocales son celestiales… y por el contrario, las últimas notas de piano no apuntan a un feliz desenlace. Son tensas.
El día de lanzamiento de ‘Javelin’, Sufjan Stevens, convaleciente en el hospital, en una silla de ruedas desde la que se recupera de una enfermedad neurológica, dedicó este disco a su «querido compañero», el cual había fallecido en abril. Se desconoce en qué circunstancias, pues se desconocía siquiera que el artista tuviera pareja, y muchos ni podían imaginar que fuera un chico. El impacto de la noticia fue tal, el año que se ha quedado para este artista es tan nefasto, que es muy difícil disociarlo de ‘Javelin’, cuando él mismo ha querido asociarlo. Algo parecido a lo que ocurrió con ‘Blackstar’ de David Bowie: por mucho que Tony Visconti se haya esmerado en explicar que Bowie no dejó en tal disco mensajes sobre su muerte, porque él en realidad esperaba sobrevivir y tenía planes de futuro, la narrativa que se ha creado en torno a ‘Blackstar’ es tan poderosa que nadie se molestará en luchar contra ella. Y lo mismo sucederá con ‘Javelin’. Por mucho que la lógica nos diga que estas canciones fueron escritas y grabadas hace meses -algunas incluso hace algunos años-, subrayaremos en rojo sus referencias a la muerte, percibiremos el luto en sus momentos de desesperanza y hasta hablaremos de lo optimista que suena a veces para la temática que trata.
De manera más amplia y abierta, ‘Javelin’ es un disco hermoso como el amor, y uno de los más accesibles que ha escrito Sufjan Stevens. Sobre una base de guitarra y/o piano, las producciones van añadiendo elementos, a veces electrónicos, como sucede al término de ‘Goodbye Evergreen’, de ‘Everything That Rises’ -que tiene cierto aire a la melodía principal de ‘La historia interminable’- y de ‘Genuflecting Ghost’. Esta última, una maravilla que podrían haber escrito ABBA, incluso en su toque new-age, que empalma con el toque celta de ‘My Red Little Fox’. Bryce Dessner toca las eléctricas y acústicas en ‘Shit Talk’, ese tema de 8 minutos concentrado en la idea «no quiero discutir», también presa de sus contradicciones («siempre te querré, pero no puedo vivir contigo (…) pero no puedo mirarte»). Si bien la colaboración más importante de ‘Javelin’ es la de los coros.
Las voces amigas de Adrienne Maree Brown, Hannah Cohen, Pauline Delassus, Megan Lui y Nedelle Torrisi brindan armonías esenciales. ‘Genuflecting Ghost’ no sonaría tan ceremoniosa sin Adrienne, casi como una banda sonora del Hollywood clásico; ni ‘A Running Start‘ tan navideña sin Nedelle, ni ‘So You Are Tired‘ tan apesadumbrada en su odisea y retrato de una ruptura («yo todavía era el hombre enamorado de ti, cuando ya sabía que había acabado») sin Megan y Hannah.
Finalmente, merece la pena recordar la historia de la que ha sido una de las canciones más optimistas del repertorio de Neil Young. ‘There’s a World’ fue incluida en una lista de Rolling Stone de «Canciones Terribles de Grandes Artistas». La llamaron «cheeseburger con chocolate», asegurando que la gente «la pasaba al escuchar ‘Harvest’ aunque no lo admitiera». El propio arreglista de Neil Young, el mencionado Jack Nitzsche, concedió una entrevista en la que se avergonzaba de haber hecho aquellos arreglos tan lustrosos para Neil Young. Músicos como Scott McCaughey afirmaron que la canción era «rara» e «impropia de Neil Young». Remando en contra de un mundo que parece dar la espalda deliberadamente al color y a la felicidad -como él mismo en ocasiones-, Sufjan reclama el valor de esta canción apestada para cerrar su disco con un mensaje optimista sobre el amor y la vida. Hay menos florituras, pero la idea es la misma: «hay un mundo en el que vivimos, y nadie puede ocupar tu lugar». Y suena muy feliz y tranquila tras los 8 minutos de ‘Shit Talk’.
No sabemos a ciencia cierta cuándo Sufjan Stevens empezó a componer las canciones de ‘Javelin’, cuándo las grabó -no se indica en los créditos- ni cuándo las seleccionó, las secuenció y les dio los toques finales. Cuándo decidió cerrarlo justo con ese tema de Neil Young, y no con otro. Sí sabemos que, como ‘Yankee Hotel Foxtrot’ de Wilco o ‘Stories from the City, Stories from the Sea’ de PJ Harvey, es un álbum que comenzó siendo una cosa, y los acontecimientos le han llevado a ser otra. En mi propio relato de lo que significan estas 48 páginas, todas estas coloridas fotos de amigos y famosos queridos y admirados, estas 10 canciones, me agarro al clavo ardiendo de la estrofa más optimista de ‘There’s a World’: «caminando por la avenida, observa qué te aguarda, podría haber cosas buenas, en el aire para ti y para mí».