“Yo no soy Jesucristo García. A mí no vienen a verme los enfermos. A mí viene a verme la gente sana y los pongo a todos ciegos”, enunció una profunda voz, referenciando a Extremoduro, en los primeros instantes del show. Uno no es consciente de la influencia que tiene Depresión Sonora en su público hasta que lo ve en directo, con 2.000 personas de todas las edades, grandes y pequeños, gritando apasionadamente todas y cada una de las líneas de ‘Ya No Hay Verano’. Lo mismo se podría decir del resto de canciones que sonaron este viernes en La Riviera como parte de la programación del ciclo BeeWeek. Para algunos, Marcos Crespo sí es el Mesías.
El sold out coincidió con su cumpleaños y con uno de los conciertos más importantes de su carrera. Se trataba de la primera vez que tocaba con una banda al completo, incorporando teclados y batería. “Le he tenido los dos últimos meses encerrado tocando la batería para el día de hoy”, contó el de Vallecas antes de decir adiós al verano. Se notaba, porque no cualquiera es capaz de tocar la caótica percusión electrónica de los primeros segundos de la canción.
El proyecto de Depresión Sonora ha crecido más de lo que él mismo se podía esperar y los días de chándal y backing track ya quedaron atrás. “Nunca lo planteé para que hubiera más gente, siempre íbamos a ser tres personas, pero llegó el momento y está siendo muy bonito”, aseguró visiblemente emocionado. Esta novedad se juntó con el nuevo aspecto técnico y visual del show, renovado con luces de vivos y variados colores y un set adornado con unos nostálgicos televisores de cajón. También se trataba de la presentación de ‘MAKINAVAJA’. Había mucho en juego y lo único que quería Markusiano era un show perfecto. El traspiés en los primeros segundos de ‘Bienvenido al Caos’ (algún problema con la guitarra) fue interrumpido por un contundente “NO” de Marcos por esto mismo. “Vamos a darle otra”. Desde ahí, todo salió a pedir de boca.
La acogida del EP fue un éxito rotundo. ‘mala’ abrió el concierto y se recibió como si llevase años en el set, y no dos meses. Lo mismo con ‘estupefacientes’, que dio lugar a un pogo masivo en el centro de la pista, ‘nada importa’ y ‘vivo del aire’, el momento más luminoso de la noche. La nueva banda, otro exitazo. Todas las canciones se beneficiaron de un sonido más cañero y envolvente, sobre todo en la recta final del concierto. Esta estaba dedicada a los temas más míticos y queridos de Depresión Sonora: ‘Gasolina y Mechero’, ‘Apocalipsis Virtual’, ‘Como Todo el Mundo’ y ‘Hasta Que Llegue La Muerte’. Entre medias, una sorpresa bien descrita por Marcos como “la autofelación más grande que he hecho nunca”. Mientras se coreaba eso de “todos mis amigos me llaman Markusiano”, yo solo podía pensar en lo gracioso que eran los cayetanos que salían proyectados con la cara de Crespo. La autofelación fue a tanto que este se tiró al público y lo rescataron como pudieron. “Joder, ha sido intenso, ha muerto una persona, pero estamos bien”, soltó al reincorporarse en el escenario.
Markusiano vive su música al máximo y es muy bonito de ver. Ya lo dijo él: “Me gustan los conciertos y me gusta mucho veros. Veo gente que lleva viniendo tres años”. Como para no emocionarse. El de Vallecas se mete tanto en las canciones que da la sensación de que da igual si hay público o no, que él lo va a sentir igual. No es que esté pegado al micrófono en todo momento, más bien todo lo contrario. Sus movimientos de baile recuerdan a algo entre Ian Curtis y lo que haría cualquier chaval de barrio en una rave. En algunos momentos, de la euforia, pone hasta cara de desesperación. En ‘Veo tan Dentro’, una de sus favoritas, abre los brazos como preparándose para ser crucificado, pero solo está absorbiendo el momento. Para terminar, hizo su papel de profeta: “Esto es el principio de muchas cosas que vienen. Os quiero mucho, hasta la próxima”.