Como para demostrar al mundo que Coldplay no son los únicos aspirantes a sustituir a U2, Muse han actuado en el Vicente Calderón de Madrid ante más de 40.000 personas, sin agotar localidades pero casi. Y lo han hecho por méritos propios (como siempre, poca gente parecía conocer a los teloneros) y con una puesta en escena que haría temblar a la mismísima Madonna y también a Lady Gaga. El grupo aparece sobre lo que parece el porche de una edificación gigante y espectacular que apunta, en forma triangular, hacia el público. La disposición de las pantallas es además de innovadora, perfecta, pues permite ver al grupo desde diversos ángulos y desde diferentes puntos del estadio.
El show comienza con una decena de personas en el escenario sosteniendo una serie de banderas mientras el edificio frente al público se revela como un proyector gigante de escenas bélicas, colores o efectos visuales. ‘Uprising’, single de presentación de ‘The Resistance‘ y por tanto de la gira, es la canción perfecta para abrir, por su carácter combativo y político, que hace pensar en Pink Floyd, referencia que aparecerá de nuevo durante la interpretación de ‘Unnatural Selection’, que cierra la primera parte del set.
Muchas cosas pasan entre medias. La primera es que si no eres fan piensas que te vas a aburrir frente al acostumbrado exceso de guitarras, voces traídas desde los infiernos, estribillos que buscan desesperadamente una cúspide y terminan pareciéndose demasiado entre sí (‘Time Is Running Out’, ‘Resistance’, etc). Te equivocas. Muse han organizado muy bien su show y algunas de las canciones contienen sorpresa. Durante uno de los temas se lanza confetti con unos cañones tan potentes que alcanzan la mitad del campo. ‘Undisclosed Desires’ se interpreta sobre una plataforma giratoria que acerca y eleva a los Muse sobre el público en un momento bastante Depeche Mode.
Pero lo mejor llega, como todos los medios se encargarán de destacar, en el bis, cuando después de ‘Unintended’, en la que el batería pide que la gente saque los móviles en plan mechero, un OVNI, sí, un OVNI, aparece por un lateral del escenario, avanza sobre el público durante ‘Exogenesis: Symphony Part 1 (Overture)’ y de él de repente cuelga una bailarina. Desde este momento pensar que Muse eran demasiado pomposos es historia. De aquí en adelante lo que te pedirá el cuerpo será que a la próxima lo sean más y se decidan a aparecer, por ejemplo, dentro del platillo, de manera similar a lo que practicaron U2 en el mismo recinto durante la gira Pop Mart o Madonna durante la gira ‘Confessions’.
Lástima que frente a lo que pudo ser un final apoteósico, el grupo decidiera hacer un segundo grupo de bises que en realidad el público no exigió. Los fans encantados de volver a ver a Matt atacando temas como ‘Plug In Baby’, ya no con un traje plateado sino con otro de luces rojas que se encienden y se apagan y unas gafas tipo Shutter Shades, pero el asistente casual, después de cinco horas de espectáculo, no piensa en más que en irse a casa. Eso sí, nadie pudo salir diciendo que los 50 euros no estaban bien aprovechados. 7.
Después de haber visto esto, poca gente recordará haber estado en el set de Editors y de Big Pink, pero lo cierto es que fueron buenos teloneros, cada uno en su estilo, muy afines a Muse. El cantante de The Big Pink, que no se anda con tonterías, apareció con una camiseta de su mismo grupo (el teclista prefirió a los Rolling) e interpretó directamente las canciones más llamativas de su disco. En el set de media hora no faltaron ‘Velvet’ o, para cerrar, ‘Tonight’, que sonó más Stone Roses que nunca, y por supuesto ‘Dominos’ en último lugar. Muy pocos la reconocieron como hit. En primera fila y a lo lejos en las gradas aún semivacías algunos sí movían los brazos al ritmo del estribillo, pero poco más.
Quizá no ayudó demasiado la inclusión en el set de un tema como ‘Crystal Visions’ hacia la mitad, una balada de seis minutos con pinta de resultar más eficiente en recintos pequeños. Quizá impidió de alguna manera que la gente se pudiera meter de lleno en su concierto. La labor de telonero, qué desagradecida es. A pesar de todo, se les vio cómodos y confiados en el gigante escenario, la ejecución fue excelente y la batería que de vez en cuando enseña las tetas por razones artísticas, recibió alguna que otra ovación cuando se levantó para despedirse, lanzó las baquetas y mostró que llevaba únicamente un chaleco y un body rosa con flecos. 7.
Editors, que no hace tanto tuvieron que cambiar un show en Madrid al Palacio Vistalegre porque sus fans no cabían en La Riviera, salieron dispuestos a comérselo todo desde el segundo cero y de hecho lo consiguieron. La gente sí los reconoció y alguno los recibió con exaltadísimos gritos de «¡bravo, bravo!». Está claro que hay que ir a un macroconcierto al año como mínimo para vivir estos subidones de adrenalina.
Comenzaron con ‘Bricks and Mortar’, justo en el ecuador del concierto interpretaron ‘Eat Raw Meat = Blood Droll’ y cerraron con ‘Papillon’, todas del último disco. Es indudable que el público sigue prefiriendo viejos sencillos como ‘An End Has A Start’ o ‘Munich’, pero de alguna manera son sus nuevas canciones las que consiguen que su futuro parezca interesante y su concierto no resulte aburrido o monótono. El líder Tom Smith es histriónico en sus muecas y aspavientos tocando todos los instrumentos y perfecto por tanto para el público de Muse. Salvo la falta de volumen que se notó en el primer tema, algo que se resolvió de golpe durante el segundo, también muy buen concierto. 7.
Fotografía del Flickr de Natalia Romay. ¡Gracias!