BAM 2010: ¿Cualquier tiempo pasado en la Mercè fue mejor? Difiero. Quizás muchos aún tengan en mente aquella edición de 1997 en que se tuvo que abandonar a The Magnetic Fields y Belle & Sebastian para poder acudir a Primal Scream, pero como viene siendo habitual, la edición de este año ha sido inabarcable y llena de solapamientos. Y la lluvia nos respetó. ¿Se puede pedir más? Esto es sólo una pequeña muestra de lo que se pudo ver.
Jueves 23:
Nacho Umbert y la Compañía (plaça del Rei): Nacho Umbert nos relató que su último concierto como Paperhouse se celebró en ese mismo escenario, en el BAM de 1996, y que su primer concierto de nuevo con banda era este que estábamos viendo. La Compañía, liderada por Raül Fernández, Refree, consiguió un sonido perfecto, casi mimético al del disco y arropó a un ensoñador Umbert mientras desgranaba al completo las letras cotidianas, a veces tiernas, a veces siniestras, de su ‘Ay…‘. 8.
El Guincho (Plaça dels Àngels): Pablo Díaz-Reixa ponía patas arriba la Plaça del Àngels en compañía de la mitad de Extraperlo (Aleix y Borja) y demostraba que lo suyo es, más allá del cliché tropicalista en el que lo hemos encajonado, la búsqueda de la perfecta canción pop luminosa. Fiesta continua, con los elementos precisos encajados a la perfección y explosiones de euforia desatada con la enormísima ‘Bombay’ o con mi favorita, ‘Novias’. Eso sí, fue un concierto para disfrutar en las primeras filas, ya que las ondas expansivas se perdían en la distancia; ‘Palmitos Park’, desde la lejanía, brillaba mucho menos que enfrente del escenario. 8,5.
Viernes 24:
Tulsa: Lo de adjetivar a la Plaça del Rei de “marco incomparable” es, aparte de un tópico, en ocasiones una verdad como un templo. El choque entre la aridez (esas letras) y la dulzura (esa voz) de Tulsa se vio resaltado por un escenario adecuado a su sobriedad. Su concierto, que ya empezó bien con ‘El duelo’, fue ganando intensidad (clímax con ‘Algo ha cambiado para siempre’ y ‘Matxitxako’) y carrerilla según iba transcurriendo. Tanta, que la banda nos regaló un tema más de los previstos, al percatarse de que aún les quedaban minutos encima del escenario. 7,5.
The Morning Benders (Plaça Reial): Los jovencísimos californianos (¿pero de verdad tienen ya dos discos?) eran uno de los platos más esperados del cartel, gracias a su disco ‘Big Echo‘ y, especialmente, a ‘Excuses’, uno de los temas del año. Chris Chu nos anunció que iban a tocar todo su álbum entero, y así fue (más algún tema extra). Y como en su álbum, los momentos de atmosferismo intenso y hechicero se alternaron con los tramos-bache, menos inspirados. Al final llegó el momento que todo el mundo esperaba: ‘Excuses’, transformada en un sing-a-long coral a instancias de un radiante y ensimismado (sí, todo a la vez) Chris, que acabó convirtiendo la canción más deseada en uno de esos momentos de felicidad colectiva que tanto nos gusta vivir en los conciertos. 7.
Sábado 25:
Recinto antigua Fábrica Damm: Els amics de les arts arrasaron, pero llegué demasiado tarde como para comprobarlo en vivo y en directo. Que el recinto estuviera ligeramente esponjado en la actuación de OK Go, me hizo pensar que un grueso considerable del público venía a corear las irónicas letras de la banda de casa. Y en cuanto a Ok Go, el debate es: ¿son mejores sus vídeos que ellos mismos? Su tercer disco es muy bueno y sus canciones no necesitan coartadas audiovisuales para defenderse… pero son precisamente esas pequeñas obras de arte las que le dan la pátina de grupo único. En directo, ellos no confían sólo en sus temas y regalan toda la parafernalia y trucos que se supone que ha de tener un buen concierto para que el público se vuelva loco: abandonar el escenario para cantar en medio del público (ante la incredulidad y el alborozo popular, el cantante Damian Kulash se marcó un acústico ‘Last Leaf’ en medio del gentío), despiporre general con la súper tatareada ‘Here It Goes Again’, lanzamiento de confetti al ritmo de la canción en ‘Get over it’, intentos de karaoke colectivo y chanzas a costa de la rivalidad Madrid-Barcelona en la apoteosis final de ‘This Too Shall Pass’, confetti otra vez… ¿Son mejores que sus vídeos, entonces? Pues aún no he despejado la incógnita, pero entretenidos lo son un rato. 6,75.
Belle & Sebastian: Que traigan a grupo que te gusta mucho gratis a un concierto multitudinario, ¿es un placer inmenso o una putada muy grande? Para la que esto escribe, más lo segundo que lo primero. Si el disfrute a veces se empaña en los conciertos “normales”, en estos eventos no os cuento. Te pongas donde te pongas, siempre habrá alguien molestando (y mucho): o guiris conversando a grito pelado en tu oreja, o pijas danzarinas arreándote con el bolso. A eso hay que sumarle la congestión; el recinto estaba tan atiborrado que servidora no tenía espacio ni para aplaudir. Y todos estos nervios, incomodidad y claustrofobia alteran la percepción del concierto; en tales circunstancias, reclamas algo muy grande que te compense. Y no, la recompensa no llegó del todo. Porque Belle & Sebastian estuvieron bien, pero no lo suficiente como para obviar las molestias (aunque siendo justos, sí lo bastante como para desestimar la idea de la huida).
Un dicharachero Stuart Murdoch, enfundado en una ceñida camiseta blanca que dejaba poco a la imaginación (para nuestro solaz, la chaqueta no le duró puesta ni medio tema), ejercía de animador jefe, sin parar de bailar, saltar, cantar por los laterales o infiltrarse en las primeras filas. El grupo desgranó algunos de sus nuevos temas aunque, lamentablemente, no tocaron la magnífica ‘I Want The World To Stop’ y nos regaló sus tradicionales parones entre canción y canción (cada vez son menos, por suerte).
En el combate de los álbums ganó, sorprendentemente, ‘Dear Catastrophe waitress’: cinco canciones contra sólo dos del enorme ‘The Life Pursuit‘. Los temas más recientes sonaron muy bien, pero ‘Like Dylan in the Movies’ o “Get Me Away From Here, I’m Dying’, dos de de los temas más coreados, nos llegaron descafeinados. Quizás no fue problema de la banda; una chica del público se quejaba continuamente de que no sonaba una de las guitarras (yo debo tener oídos de corcho, porque no me di cuenta). Finalmente, parece que esa incidencia se arregló en el momento de ‘The Boy with the Arab Strap’. En el tramo final, ya liberada de pijas y guiris charlatanes, llegó, esta vez sí, el instante mágico, ese que justifica haberte tirado más de dos horas sin apenas moverte ni descansar ni otros menesteres: ‘Judy and the Dream of Horses’ y ‘Sleep the Clock Around’. Vellos de punta. Un breve amago de despedida y regreso para finiquitar la faena con ‘Me and the Major’. Una hora y veinticinco minutos de concierto, una buena duración, pero voy a expresar un deseo final; por favor, la próxima vez que vuelvan por aquí, que lo hagan con un concierto propio. 7.
Foto: BAM.