La adaptación del best seller de Kathryn Stockett ‘Criadas y señoras’ (Maeva, 2009) es lo que en el ámbito anglosajón y en los estudios culturales se denomina «women’s picture», un melodrama protagonizado por mujeres y (tele)dirigido a un público mayoritariamente femenino. El director Tate Taylor esparce chorretones de sentimentalismo y ofrece varias recetas de cocina sureña para saciar el apetito emocional de su público potencial, ese al que Oprah Winfrey no se cansó de azuzar en su programa desde el estreno de la película.
El sleeper del año en Estados Unidos ha intentado trascender su mera adscripción al subgénero femenino por medio de dos decisiones estratégicas: consiguiendo un extraordinario reparto de actrices y tocando un «tema fuerte». A juzgar por sus nominaciones a los Oscar y cierto prestigio crítico, lo ha conseguido.
Gracias a su estupendo plantel de intérpretes femeninas, el filme puede disfrutarse como una carrera a muerte hacia el Oscar entre sus seis principales actrices. Han llegado tres a la meta: una esforzada Viola Davis, una conmovedora Jessica Chastain y una algo cargante Octavia Spencer. Pero perfectamente podrían haber llegado las otras tres: una fantástica Emma Stone, una sobreactuada pero eficaz Bryce Dallas Howard y una divertida Sissy Spacek.
Y luego está lo “importante” del tema. Realizar un ejercicio de memoria histórica siempre legítima, aunque sea de nivel de párvulos. ‘Criadas y señoras’ lanza una mirada benevolente, artificial y demasiado contemporánea a los conflictos raciales de los años 60 en el sur de Estados Unidos. Un Mississippi Mud Pie hecho de racismo, feminismo y clasismo, perfectamente horneado para satisfacer a los paladares menos exigentes de los académicos de Hollywood. 5.