Aimee Mann, clasicismo contra el mainstream

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Aimee Mann, clasicismo contra el mainstream

Muchos conocen la historia detrás de ‘Yankee Hotel Foxtrot‘, el ya mítico álbum de Wilco que fue rechazado por su compañía por ser demasiado arriesgado y que provocó la ruptura del grupo de Chicago con el sello Reprise. Pero quizá no tantos saben que, pocos años antes, hubo una artista llamada Aimee Mann que vivió una experiencia similar. Entonces, Geffen rachazó su tercer álbum en solitario, ‘Bachelor No. 2 or, the Last Remains of the Dodo’, por considerar que carecía de ninguna canción radiable. Mann dio el, entonces no tan habitual, paso de crear su propio sello, SuperEgo (no me digáis que no tiene guasa), para publicar ese álbum. En estos días llega ‘Charmer’, su octavo álbum, habiendo conservado su total independencia durante todos estos años, haciendo los discos que ella quería hacer, edificando una inusitadamente sólida, y quizá poco apreciada, carrera en el pop adulto que hoy repasamos.

Aimee Mann comenzó su carrera musical en la banda ‘Til Tuesday, un cuarteto formado en Boston que se alineaba en la vertiente más pop de la New Wave ochentera, la de peinados cardados y teclados extravagantes (o viceversa), logrando un hit con ‘Voices Carry’, gracias a la promoción que MTV hizo de su imperdible clip. Publicaron tres álbumes sin que lograran repetir el éxito de su primer single pero, a cambio, las composiciones de Mann se fueron ganando la declarada admiración de artistas como Elvis Costello, que puso su voz en ‘The Other End (Of The Telescope)’, un tema del último álbum del grupo.

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Tras la disolución del grupo en 1990, a Aimee y sus abogados les llevó varios años resolver el contrato con Epic que la permitiera emprender su carrera en solitario, lo cual no sucedió hasta 1992, cuando publicó su debut ‘Whatever’. Este álbum la enmarcaba en la entonces popular categoría de cantautores que, como Liz Phair o Fiona Apple, hacían un pop con cierto toque alternativo (ineludibles imposiciones estéticas del mercado de la época). En su caso, gracias al single ‘I Should’ve Known‘, logró una considerable repercusión que se multiplicó cuando una nueva canción, ‘That’s Just What You Are’, apareciera en la banda sonora de la popular serie ‘Melrose Place’.

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Eso fue suficiente para redoblar la confianza del sello Geffen en ella y en su segundo disco, ‘I’m With Stupid’. Producido, como su debut, por el hoy reputado Jon Brion, contenía las bases de su sonido hoy característico: canciones de estructura y melodías clásicas, que apuntaban a su admiración por el ya mencionado Costello o The Kinks aunque se vieran envueltas en esa pátina pseudo-grunge tan típica de la época (es decir, cajas de ritmo como baterías y un toquecito, sin pasarse, de distorsión en las guitarras). Fue gracias a su colaboración en ese álbum como conoció al también compositor Michael Penn (sí, hermano de Sean y Chris), con el que comenzó a salir entonces y que hoy sigue siendo su marido. Por entonces, Mann había compuesto y grabado su nuevo álbum, pero Geffen lo rechazó por no encontrar su viabilidad comercial. Era ‘Bachelor No. 2’, el que es, sin lugar a dudas, su obra maestra.

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Se trata de un álbum magistral, un impoluto y emocionante compendio de un pop que, como el de otros genios semi-ocultos como Ron Sexsmith, está alejado de poses y aspavientos, hecho a la manera de los grandes álbumes de los 60 y los 70. Maneras clásicas en melodías y arreglos que regala una de las mejores colecciones de música pop de las últimas décadas, resultando poco menos que imposible destacar uno u otro tema. Tras muchas disputas, Mann logró comprar los derechos del álbum y Geffen la liberó de su contrato, hecho que ella aprovechó para crear su mencionado sello, convirtiéndose en una de las primeras artistas conocidas en vender su música exclusivamente online. Además, la publicación del álbum tuvo un gran espaldarazo (y fue, seguramente, un buen bofetón para la multinacional que la dejó ir) con la película ‘Magnolia’. Paul Thomas Anderson, amigo de Michael Penn, conocía las canciones de ‘Bachelor No.2’ y quiso, no solo incluir, sino convertir en protagonistas de su película a algunas de ellas. Esto supuso cotas de fama inéditas para Mann desde los 80, además de lograr que el álbum rechazado alcanzara la nada despreciable cantidad de 200.000 copias vendidas.

Fue a partir de ese momento que Aimee logró el respeto y admiración también de una crítica que la había despreciado por sus inicios mainstream, y que descubrió su talento para indagar en la naturaleza humana menos virtuosa, retratando con sencillez asuntos tan incómodos como la depresión y la adicción. Gran parte de su siguiente álbum, ‘Lost In Space’, está dedicado a esos temas. Aunque la crítica nunca fue muy entusiasta, se trata de un fantástico álbum de continuación a ‘Bachelor No.2’, con canciones tan agridulces como ‘High on Sunday 51’ (sobre estar solo y drogado el domingo antes de Navidad) o ‘Pavlov’s Bell’ (en este caso, la dependencia es de una persona, no de una sustancia). Con todo, logró superar las ventas de su predecesor y alcanzó el Top 35 de Billboard. Como curiosidad, su edición especial incluía una versión de ‘The Scientist’, de Coldplay.

En 2005, emprendió uno de sus proyectos más ambiciosos. ‘The Forgotten Arm’ era un álbum conceptual, ambientado en la Virginia de los 70, sobre un ex combatiente de Vietnam reconvertido en boxeador y alcohólico que huye junto a su novia de sus problemas, encontrando un destino cada vez más trágico y retorcido. Producido por el gran Joe Henry, es, posiblemente, su álbum más oscuro y difícil. Aun así, Mann siempre ha mostrado un especial cariño por este álbum, incluso invirtiendo tiempo y dinero en convertirlo en un musical que, finalmente, ha sido inviable. Tras ello, Mann redujo la gravedad con un álbum navideño, al estilo de los clásicos discos que Sinatra o Dean Martin publicaban por esas fechas. En 2008 publica un ‘@#%&*! Smilers’ («putos sonrientes», sí) que la devolvía a la senda de la sencillez de antaño, con canciones directas y especial peso de teclados tipo Moog, como ‘Freeway’, ’31 Today’, ‘Borrowing Time’ o la preciosa ‘True Believer’, un dueto con su viejo amigo Grant Lee Philips (Grant Lee Buffalo).

Decepcionada por tener que desistir de su ambicioso proyecto para convertir ‘The Forgotten Arm’ en un musical (al parecer, su argumento guardaba grandes similitudes con la película ‘The Fighter’), se dedicó a grabar ‘Charmer’, al parecer un disco dedicado a dar la vuelta a cualidades aparentemente positivas como el encanto, la espontaneidad o la lealtad, que incluye como momento estelar la participación de James Mercer (The Shins) en ‘Living A Lie’ y cuyo single ha sido ‘Labrador’, con un vídeo magnífico en el que desborda sentido del humor (atención al supuesto director del invento) reinterpretando escena a escena lo que le valió su salto a la fama, el clip de ‘Voices Carry’. Aimee nunca ha sido una del montón y con estos detalles nos lo recuerda. Con eso y sus enormes canciones, claro.

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