Puede que ‘Rebel Heart‘ sea el disco mejor titulado de la carrera de Madonna. En este sencillísimo nombre que pretendía -antes de las filtraciones– encerrar un álbum doble con una parte más revolucionaria y otra más vulnerable, la cantante se define a la perfección. Si añadimos que los autores de ‘Fight for your Right (to Party)’ fueron sus teloneros en 1985, cualquier disco de la cantante podría haberse llamado ‘Rebel Heart’: incluso los más fiesteros, underground o contestatarios han tenido su parte sentimental (el primero incluía ‘Borderline’; «Confessions», ‘Isaac’; el amenazante ‘American Life’ no podía en verdad contener más miedo) y los más personales una parte ligeramente más social (hay alegatos feministas muy claros en sus dos discos post-divorcio y en general en todo su discurso).
Madonna está teniendo problemas obvios para conectar con las nuevas generaciones y empieza a ser algo incómodo llamarla «reina del pop», pero en muchos sentidos sigo pensando que sí es una rebelde y una adelantada a su tiempo. Basta escuchar un disco de One Direction o incluso uno de los dos últimos de Taylor Swift, basta encender la radio, para darse cuenta de que su último elenco de productores (de Kanye West a Blood Diamonds pasando por SOPHIE, Diplo, DJ Dahi o Ariel Rechtshaid) no es exactamente convencional y va muy por delante de gente como Ariana Grande, que por cierto formó anoche un enorme revuelo en el Madison Square Garden de Nueva York al entrar como invitada aún con las luces encendidas. Y lo que es más importante, Madonna está haciendo reflexionar a generaciones sobre lo que ha de ser la sexualidad pasados los 50. En Occidente. «Yo personalmente no pienso cortarme la polla cuando llegue a los 56», nos indicaba un fan veinteañero en nuestros foros. Llegarán días mejores, pero de momento, el presente es leer comentarios dejados en Youtube con motivo de su último vídeo ‘Bitch I’m Madonna’ y querer programar tu suicidio para tu 40º cumpleaños. ¿O era el 30º?
Esto es este ‘Rebel Heart Tour’ -como muchos otros espectáculos suyos- en definitiva: un acertado equilibrio entre el desafío a lo establecido y la muestra de cierta debilidad emocional. Madonna sale de la jaula donde se ha sentido gran parte de su vida, y donde se siente una mujer «de cierta edad» para reivindicar su «derecho a la fiesta», y se burla de la esclavitud de la religión -que está claro que continúa siendo una lacra en la mentalidad de muchos, cuando se decide qué tiene y qué no tiene que hacer una mujer de 57 años- en el más espectacular de los shows vistos en esta gira, el de las monjas stripper. Pero a veces sus fuerzas flaquean y necesita apoyos. Entre los momentos más cercanos, destacan lo que ha querido aproximarse a sus seguidores, extendiendo el escenario a lo largo de toda la pista, y la reducción acústica de algunos de sus hits. Porque otro de los interesantes encuentros del show es el producido entre pasado y presente. Por supuesto el público prefiere los viejos éxitos, y los ochenteros suman una decena contando medleys. Para ellos en general se reservan los shows más austeros porque se sostienen por sí mismos. En cambio, ella es tan lista que son los temas más desconocidos y nuevos los que presentan montajes que pasarán a la historia, como en la gira anterior lograban ‘Gang Bang’, ‘Girl Gone Wild’ o ‘Give Me All Your Luvin’.
Spoiler alert
Entre las viejas recuperaciones no ochenteras, están ‘Deeper and Deeper’ y ‘Music’, ahora con una acertada adaptación tipo años 20. Muy emocionantes resultan esa obra maestra llamada ‘True Blue’ después de casi 30 años de ausencia en setlists y diferentes recopilatorios (¿será cierto que quiere volver con Sean Penn como dicen los tabloides?); una versión de Édith Piaf que hará que se te olvide cierto abuso de los pregrabados en algunas partes de la primera mitad; y un precioso número realizado para ‘Heartbreak City’ que recupera un fragmento de su versión de ‘Love Don’t Live Here Anymore’, y al que esperamos que su bailarín principal sobreviva durante las más de 70 noches que quedan de gira.
Madonna no ha dejado de incluir una parte étnica, un guiño a otras culturas, en cada una de sus giras, y esta vez nos ha vuelto a tocar para bien o para mal, con una sesión medio flamenca, medio salsera, muy dura de ver para un español, pero que en Estados Unidos diría que fue la más celebrada. Es una incógnita qué pasará en Barcelona: además de la parte torera en la ciudad menos torera del país, habrá una mención a Barcelona en ‘Dress You Up’ que se está repitiendo recinto tras recinto, pero también algún guiño a la bandera nacional correspondiente en el final del show (¿la veremos en las noticias como a los Scorpions?). La dirección artística es en esos momentos algo confusa, pero la cantidad de hits ochenteros que le asocia, ahora que tanto se reivindica a la primera Madonna (saludos a Charli XCX), es la que recibe más vítores.
Como también la humorística. Aunque no le auguramos mucho éxito en el mundo del monólogo, frente a sus fans se defiende. La cómica Amy Schumer había ejercido de telonera hablando por ejemplo de por qué a las mujeres no les gustan las corridas, y después apareció para ser azotada durante ‘Unapologetic Bitch’. No son los backdrops, esta vez algo holgazanes; ni la espectacularidad de los interludios; ni las muestras de la buena forma física en que se encuentra vistas en ‘Iconic’, ‘Holy Water’ o el número años 50 de ‘Body Shop’. El humor es probablemente lo que hace que Madonna haya aguantado donde está, riéndose de sí misma al hablar del matrimonio, de la poca ropa que suele llevar encima para desesperación de sus mánagers («este es el único momento del show donde mi mánager dice que llevo demasiada ropa»), montándote una rocambolesca Última Cena en un punto del escenario sin que te des cuenta o replicando el número de horror con caída que dejó en los Brits mientras el público grita aterrorizado: «¡Noooo!». Debería haber más conciertos a los que fuéramos a reírnos, y el de Madonna lo logra con creces.
Puedes quejarte de alguna ausencia imperdonable (‘Ghosttown’, ¿en serio no va a cantar esto en Italia o Francia, donde lleva 6 meses entre las canciones más radiadas?), alguna presencia perezosa (‘Candy Shop’) o algún remix indeseado (‘Living for Love’), pero incluso de sus flaquezas suele salir victoriosa. Madonna, como performer, sigue resultando inigualable. ¿Quién quería escuchar su número 1 menos recordado, ‘Who’s That Girl?’? Nadie. Y al final, ver al público de Nueva York, de todas las edades, cantando el improbable estribillo en castellano «señorita más fina» con bien de mecheros de fondo, no tiene precio. Madonna se pregunta dónde está esa chica que fue, expresamente indica al público durante este tema (y lo repite durante una ‘Rebel Heart’ en la que proyecta fotos suyas retocadas por sus fans y recuerda sus primeros shows en la ciudad) que aún lucha por profundizar en su propia identidad, por encontrarse a sí misma. Esperemos que siga buscándolo. Más de 30 años después continúa dejando momentos inolvidables en el intento. 9.
Madonna actúa los días 24 y 25 de noviembre en Barcelona. Entradas, aquí.