Buscando el mejor disco de… Sufjan Stevens

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Buscando el mejor disco de… Sufjan Stevens

sufjanEsta semana nos visita Sufjan Stevens, uno de los grandes genios de nuestra generación. Parte de la redacción evalúa su carrera, que ya repasamos hace unos años pero que ahora se ha visto enriquecida con la edición de otra gran obra, ‘Carrie & Lowell‘, la que viene a presentar este martes 29 de septiembre a Barcelona y este miércoles 30 a Madrid.

No hay sorpresa en el top 1. El mejor disco de Sufjan Stevens para la redacción -aquel que tiene que escuchar el que todavía no lo haya hecho ya- es ‘Sufjan Stevens Invites You To: Come On Feel the Illinoise‘, más conocido como ‘Illinoise’ o ‘Illinois’. Su casi inabarcable recorrido por los personajes que han poblado este estado a lo largo de la historia (Lincoln, su esposa demente, John Wayne Gacy Jr e incluso sus zombies) conformó uno de los grandes discos de la década pasada. Un simple vistazo a las letras deja claro que aquí el concepto no es una excusa o una coartada intelectual: lo es todo. Pero si no eres exactamente bilingüe no tienes de qué preocuparte. Así lo recordaba Sebas E. Alonso: «Los arreglos del disco son espectaculares y hacen de muchas de sus canciones una obra maestra sólo por la melodía y la producción, sabiendo llevar lo más concreto hacia lo universal. Ahí está el ejemplo de ‘Chicago’. Puede que nunca hayas llorado en una furgoneta conduciendo desde Nueva York a esta ciudad, pero igual no te hace falta ni escuchar lo que está cantando para adivinar su significado».

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Donde sí hay sorpresa en el top 2. Aunque no suele estar reconocido como uno de sus mejores discos, se cuela en este lugar el EP ‘All Delighted People’ editado por sorpresa en 2010 inmediatamente antes de ‘The Age of Adz’. Así defendía Mireia Pería este largo EP a su salida: «Sufjan se alimenta de toda la tradición de la música popular norteamericana: del soul exuberante al folk intimista, de todo el rock y el pop, pasando por el musical de Broadway, para crear una obra desmesurada, barroca, desbordante y delirante sobre el Apocalipsis (y cómo salir de él). Los arreglos orquestales suntuosos y los coros en cascadas se desparraman y burbujean a través de ese tema inicial de once minutos que le da título, una canción que es un homenaje a ‘The Sounds of Silence’, pero que recuerda muchísimo al ‘A Day in the Life’ de los Beatles (…) Y las canciones aparentemente más simples tampoco dan tregua; la emoción se desborda en ‘Heirloom’ o en esa acongojante balada “épica al piano” que es ‘The Owl and the Tanager’ o en ‘From the Mouth of Gabriel’, un clásico instantáneo. Pero si todo esto te parece poco, espera a escuchar ‘Djohariah’, la joya que cierra este EP. ¿Quién es capaz de perpetrar una canción de ¡17 minutos! y que no sólo no te aburra, sino que, además, te haga desear que, por favor, no se acabe jamás?».

A escasas centésimas queda el disco que salía inmediatamente después, ‘The Age of Adz’, un álbum muy diferente, más experimental y electrónico, su obra más monumental y ambiciosa (que ya es decir), pero también emocionante en muchos de sus momentos. Mireia, que modifica al alza la nota que le dio en 2010, nos contaba el origen de este largo: «El disco está basado en los dibujos y escritos de Royal Robertson, un tipo que se llamaba a sí mismo “profeta” y que se desquició después de que su mujer le dejara por otro. Su obra, perturbada y colorista, usa la estética de los cómics de superhéroes y ciencia ficción y mezcla visiones espaciales, proféticas y misóginas con continuas invectivas contra su ex mujer. Sufjan, que ha cantado a ovnis, zombies y superheroínas sexys, no anda muy alejado del mundo alucinado de Royal Robertson; ambos usan una imaginería de serie B para tratar temas trascendentales. Sufjan ha cimentado el disco sobre una estructura electrónica deliberadamente demodé, con reminiscencias a películas antiguas de ciencia-ficción, aunque no faltan vientos, flautas, guitarras ni coros de boy-scouts angélicos (no busquen banjos, por eso). Con esta base, crea un álbum sobre el deseo, la ausencia (del amigo, del amante), el abandono, el despecho y el anhelo del castigo divino purificador. No queda claro hasta qué punto Sufjan se pone en la piel del personaje o se limita a usarlo para poder exponer sus propios demonios personales, pero el resultado es un disco desbordante, excesivo e irregular, algo plúmbeo por momentos, pero alucinado y alucinante en otros, de texturas menos cómodas y previsibles que las de ‘All Delighted People‘, poblado por canciones que no se nos ofrecen a la primera, que resisten los embates iniciales, que se pretenden antipáticas e insolentes».

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En cuarto lugar aparece el nuevo álbum, en claro contraste con el anterior, el último de los discos de Sufjan cuya media se nos queda más cerca de 9 sobre 10 que de 8. Raúl Guillén lo reseñaba en su semana de salida: «Stevens despoja de pirotecnia sonora estas once canciones precisamente para dejar que aflore toda la melancolía y el dolor en sus melodías. Guiado casi siempre por un piano o una guitarra acústica desnudos, sin percusiones (apenas sugeridas ocasionalmente), Sufjan canta con delicadeza, con su voz doblada o con gran eco, dando un toque de cercanía y espiritualidad que le presenta como el fantasma de sí mismo en que se convirtió tras la muerte de Carrie, su madre. Un luto fatal y autodestructivo que le llevó a creer que estaba poseído por el fantasma de ella o que había heredado sus problemas mentales, enfrascándose en una iracunda espiral de autodestrucción, que él mismo ha explicado con desarmante detalle en una entrevista, de imprescindible lectura para comprender no solo ‘Carrie & Lowell’ sino también su peculiar devoción cristiana y sus orígenes, constantemente referenciados a lo largo de su fantástica discografía». Es de hecho el mejor disco de la carrera de Sufjan Stevens para Angèle Leciel: «un disco de reconciliación entre el bien y el mal, el pasado y el futuro. Es hallar la paz en cada melodía, en cada letra, en cada arpegio. Es encontrarse a uno mismo, para encontrarnos con los demás, mirar atrás sin rencor y encarar el mañana con valor y esperanza. Mi disco del año». Menos entusiasmo muestra Sebas E. Alonso: «hay partes preciosas, pero a ratos el álbum se ve claramente superado por su historia. Que sea más emocionante leer una entrevista con Sufjan Stevens que escuchar una canción de Sufjan Stevens no es bueno. Musicalmente se ha quedado algo corto esta vez, porque no todo en este disco es tan bonito como la segunda parte de ‘Should Have Known Better'».

En quinto y sexto lugar, con notas muy parecidas, aparecen ‘Seven Swans’ y ‘Michigan’. Mireia definía ‘Seven Swans’ como «una colección de canciones folk acústicas, intimistas, contenidas y emotivas, que no se sabe exactamente si versan sobre el amor terrenal o el amor hacia Dios (las letras están plagadas de referencias biblícas). Es precisamente esta profusión de simbología religiosa la que ha hecho que, para algunos, Sufjan sea una especie de Mesías del rock cristiano. Pero no hace falta ser creyente para caer rendido al encanto infinito de ‘Seven Swans’. Acompañado por la Danielson Famile, las canciones se desgranan, serenas y delicadas, conducidas por una voz que subyuga como nunca. Sufjan demuestra que, en las distancias cortas, también gana». Y ‘Michigan’, inmediatamente anterior, de esta manera: «Stevens rinde homenaje a su Michigan natal y nos muestra, en todo su esplendor, su universo de fantasía, en un disco que tiende más hacia la contención y la melancolía que a su vena más barroca (especialmente en su maravilloso tramo final), aunque ya brillan en todo su esplendor sus gozosos requiebros y la sobredosis de arreglos, amén de esos títulos interminables. ¿Largo? Sí. ¿Irregular? Quizás. ¿Embriagador? Absolutamente».

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La primera de las recopilaciones navideñas de Sufjan (la segunda pasaba más desapercibida) ocupa el puesto 7. iko la presentaba como alternativa a la infernal música de Navidad con «chillonas y desagradables voces infantiles»: «Ante la posibilidad de que en las cenas familiares tuviéramos que oír tan sólo uno de esos berridos, el sufrimiento llegaba a cotas desesperantes. Hasta la edición de este disco. Santa Sufjan nos daba la posibilidad de remediar tanto sufrimiento con ‘Songs for Christmas’, una caja llena de villancicos para los finos de oído. La caja se presentaba con cinco EP’s, cuarenta y dos villancicos en total, entre versiones de clásicos como ‘El tamborilero’, ‘Noche de paz’ o ‘Jingle Bells’ y nuevos temas navideños de Sufjan Stevens; un libreto con letras y acordes, cuentos, pegatinas, un cómic y un póster inquietante en el que aparece cual padre de familia psicópata al lado del árbol. Un regalazo».

También logra excelentes notas ‘The Avalanche’, álbum con descartes de ‘Illinoise’, con «más de media docena de temas por los que cualquiera mataría, además de ahondar (aún más) en la particular mitología del estado». Y ya descolgada aparece otra rareza, ‘The BQE’, la banda sonora de un documental sobre una autovía Nueva York. «El hecho de que nuestro bardo no cante ni media sílaba tampoco ayuda demasiado», opina Mireia Pería.

Con notas paupérrimas encontramos los dos primeros álbumes de Sufjan Stevens. Mireia sí salva ‘A Sun Came’: «ya apunta maneras; insinúa al autor de futuros portentos y ya lo señala como creador atípico y único dentro del universo neo-folk: incontinencia, temática variada, gusto por la cultura popular, duración desmesurada, destreza multiinstrumental, infinidad de influencias sonoras (del folk al grunge pasando por la música de corte árabe) e incluso alguna ida de olla irritante. Sobre ‘Enjoy Your Rabbit’, el peor disco de Sufjan para la redacción, Sebas E. Alonso opina que, «aunque peor que su obra posterior, es toda una curiosidad a día de hoy. Que Sufjan Stevens tenga un disco en el que tan pronto hace ambient como indietrónica como de Yann Tiersen, y además dedicado al horóscopo chino, la verdad, es bastante gracioso». Raúl Guillén incluso lo defiende: «Su fachada esquiva (comenzando con la incómoda idea de nombrar -casi- todos los cortes con un ‘Year of the …’) y experimental ya comienza a convencernos de que Stevens no era otro advenedizo post-‘OK Computer’ más. Echando la vista atrás, resulta sorprendente cómo el paisajismo cinematográfico de ‘Year of the Rat’ o ‘Year Of The Horse’ y los jugueteos de ‘Year of the Ox’ o ‘Year of the Tiger’ son un claro precedente de ideas luego más y mejor desarrolladas en ‘Illinois’ y ‘The Age of Adz'».

Ángela Rubio Mireia Pería Raúl Guillén Sebas E. Alonso Sergio del Amo Ránking
A Sun Came (2000) 4,5 6,7 5,8 6,5 10º
Enjoy Your Rabbit (2001) 5 5 7 5,8 11º
Michigan (2003) 7,5 9 8 7,5 8
Seven Swans (2004) 8 9 8,3 8 7,7
Illinoise (2005) 9 10 9,5 9 9
The Age of Adz (2010) 8 9,3 8,5 8,1 9,5
Carrie & Lowell (2015) 9,75 9,2 9 7 8
*The Avalanche (2006) 8 8 7
*Songs for Christmas (2006) 9,25 7,7 7 7
*The BQE (2009) 6,99 5
*All Delighted People (2010) 8,5 9 8,8 9 8,3

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