‘A cambio de nada’, (o de muy poco) te nominan a los Goya

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‘A cambio de nada’, (o de muy poco) te nominan a los Goya

a_cambio_de_nadaQué baratos están los Goya este año. La mayoría de los «consagrados» han pinchado artísticamente: Isabel Coixet (‘Nadie quiere la noche’), Álex De la Iglesia (‘Mi gran noche’), Amenábar (‘Regresión’), Medem (‘Ma Ma’), Fernando León (‘Un día perfecto’), Agustí Villalonga (‘El Rey de La Habana’), Gracia Querejeta (‘Felices 140’)… Solo se salva Cesc Gay y su magnífica ‘Truman’; visto lo visto, la mejor película española de este año.

Los emergentes, aunque en muchos casos han superado a sus hermanos mayores –Javier Ruiz Caldera (‘Anacleto: agente secreto’), Jonás Trueba (‘Los exiliados románticos’), Dani de la Torre (‘El desconocido’), Leticia Dolera (‘Requisitos para ser una persona normal’) y, en menor medida, Paula Ortiz (‘La novia’)-, no han acabado de convencer a todo el mundo, no han tirado la puerta abajo a golpe de talento como sí hicieron el año pasado los creadores de ‘Magical Girl’, ‘Loreak’ o ‘Relatos Salvajes’.

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A este último grupo pertenece el debut como director del actor Daniel Guzmán. ‘A cambio de nada’ es una película simpática, eficaz, y que se intuye muy sincera y personal (tiene carga autobiográfica). Pero no es ni de lejos ese “debut deslumbrante” del que hablaban algunas crónicas desde el Festival de Málaga. No es ‘Barrio’, ni ‘El bola’, ni ‘7 vírgenes’, tres títulos con los que comparte ciertas semejanzas argumentales y estilísticas.

‘A cambio de nada’ es un retrato costumbrista sobre la adolescencia proletaria contada con notable solvencia narrativa pero de escasa entidad visual. Siempre que un director “se esconde” detrás de su guión y sus actores con una puesta en escena funcional y rutinaria me asaltan las mismas dudas: ¿modestia o cobardía? ¿Una manera de enfatizar la historia y a quienes la interpretan o una forma de enmascarar sus limitaciones a la hora de ofrecer soluciones estilísticas imaginativas y expresivas?

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Ya que visualmente la película es tan estimulante como escuchar a Bertín Osborne, nos quedamos con la parte que le interesa al director. Como ya demostró en su premiado corto ‘Sueños’, Guzmán demuestra tener muy buen oído para la charla adolescente y muy buen ojo para retratar la cotidianidad. Las secuencias que comparten los dos amigos, llenas de diálogos casuales por donde se cuelan sentimientos de profunda amistad, resultan muy creíbles y auténticas, lo mejor de la película. Y lo mismo ocurre con el personaje de la anciana (la abuela del director en la vida real), que roza (felizmente) lo almodovariano. Es en esas secuencias, curiosamente interpretadas por actores no profesionales (los profesionales, salvo Luis Tosar, están bastante mal), donde la fuerza de los intérpretes y los diálogos justifican que el director “plante la cámara” y ya está. En las restantes, no. 6,5.

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