Odio odiar a Taylor Swift

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Odio odiar a Taylor Swift

Taylor_Swift_-_1989«Odio el odio», cantaba Tamara en una de las canciones de su debut, en una paradoja de la que todavía no ha sido capaz de salir. Y en unas parecidas me hallo un año después de la edición de ‘1989’, el disco que ha confirmado a Taylor Swift como estrella internacional. No, aunque el 75% de su gira mundial se concentre en Norteamérica ya no se la puede considerar una estrella local. A Popjustice le encanta Taylor Swift, a Pitchfork le encanta Taylor Swift, a Madonna le encanta Taylor Swift, a Jaime Cristóbal le encanta Taylor Swift, a Ryan Adams le gusta tanto Taylor Swift que ha versionado su último disco entero y hasta ha logrado sacar algo de alma de donde no la había, a mi pareja -más bien de cosas tipo Deafheaven y Joanna Newsom, por si no lo sabíais a Swift le toca al lado de Swans en las estanterías de discos- le encanta Taylor Swift, a 8 millones de personas -al menos- les encanta Taylor Swift. ¿Por qué a mí no? Con lo que he disfrutado los éxitos millonarios de Amy Winehouse o Adele, con lo que me gusta el pop femenino si es que tal cosa existe, a mí lo que me encantaría es ser fan de Taylor Swift… pero por alguna razón no puedo.

Empecemos por el principio de la era ‘1989’: la edición de ‘Shake It Off’. Taylor venía de ‘We Are Never Ever Gonna Get Together‘, una canción que me había chiflado, a pesar de esa manía tan desagradable de doblar y doblar voces que tiene la cantante, probablemente acomplejada por una voz que no resulta ni carismática ni bonita, sino simplemente correcta. El caso es que estaba muy predispuesto para dejarme llevar, pero ‘Shake It Off’ fue todo un jarro de agua fría: una tontunada con rimas en «break, break, break», «shake, shake, shake», «fake, fake, fake» que ni era graciosa como reivindicación «girl group», ni muy inteligente en su interpretación ácida, ni muy avispada como producción neo-soul del siglo XXI. Todo el vídeo, comenzando por el vestuario, con esos Daft Punk de palo, y la producción musical tenían un aroma tan trapero (de trapo, no de trap) que tiraba para atrás. Es una crueldad compararla con ‘Rehab’, pero para una producción de este presupuesto lo cierto es que sus vientos sonaban totalmente pardillos, sin afilar. Y lo que es peor, a día de hoy he sido incapaz de comprender si es una broma a lo ‘Sheezus‘ o está hecho en serio a lo Meghan Trainor. Parece una broma, pero no es muy divertida. Si no lo fue ver a Lily Allen haciendo twerking, ¿por qué sí iba a serlo ‘Shake it Off’ unos meses después?

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Si la melodía de las estrofas de ‘Shake it Off’ ya me parecía fea, forzada, peor incluso fue lo siguiente. ‘Blank Space’ era una canción mucho mejor, con un desarrollo mucho más natural. Lástima que viniera asociada desde su salida con su vídeo. En él, Taylor Swift se nos presentaba histérica, completamente fuera de sí sufriendo un ataque de celos. No voy a tirar por lo de «si un chico se comportara de manera tan violenta en un vídeo como este, se censuraría» porque no es mi tesis en este momento, pero no deja de llamar la atención, de nuevo, lo poco gracioso o dramático que resulta el vídeo. No es ‘La guerra de los Rose’ ni ‘Kramer contra Kramer’. Es una historia de Taylor para Taylor y sus fans que logra sacarte de una patada en el culo de la canción.

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‘Style’, la única composición que realmente me dice algo de todo ‘1989’, a pesar de que llega a la moda Chromatics bastante más tarde y peor que ‘Do What You Want’ de Lady Gaga, va y fracasa. Y Taylor lo resuelve sacándose de la manga una de las mayores producciones de la historia, un vídeo con un sinfín de famosos, y un remix con Kendrick Lamar para ‘Bad Blood’. ¡Pero, Taylor Swift, que vienes del country! ¿Dónde está tu personalidad? A pesar de un arranque prometedor, con unos primeros 30 segundos de órdago, el vídeo se convierte después en un desfile de famosos más aburrido que la pasarela Cibeles, y que además deja un mensaje de lo más confuso. La polémica sobre si estaba promoviendo la guerra entre artistas femeninas dada su conocida enemistad con Katy Perry estaba servida.

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El resto del disco no es que ofrezca nada mucho mejor. ‘Welcome to New York’ es una de las mayores paletadas que se recuerdan. Y no porque la artista sea de un lugar más pequeño, recordad cómo Frank Sinatra se comió la ciudad desde fuera desde el «start spreading the news» al «and I’ll make a brand new start of it in old New York». Cuando llegaba el «it’s up to you, New York», ahí la duda «depende de ti, Nueva York» era ya puro vacile, ¡Frank estaba dentro! ¡La ciudad era suya! Taylor Swift, en cambio, sólo sé que está dentro porque decora los exteriores del Madison Square Garden en plan «yo he tocado aquí». Ella pretende usar esta canción para presentar su nuevo sonido a sus fans, pero en realidad absurdamente suena más a Europa (Kraftwerk, OMD) y el estribillo es tan holgazán y el puente tan cutre que cabe preguntarse dónde en Nueva York se ha metido Taylor Swift, pero yo no le pediría consejo sobre clubs que visitar. Cualquiera que haya estado en la ciudad más de cinco minutos tendrá algo mejor que decir sobre ella que repetir su nombre, penosamente, 30 veces.

No es el único error de base este de hablar de Nueva York sonando a Alemania. La verdad es que ‘1989’ no es un disco que suene demasiado a 1989. Recibe su nombre del año de nacimiento de Taylor y ha querido hacerlo en homenaje a ‘Like a Prayer’ de Madonna y Annie Lennox, pero en realidad su sonido referencia algo un poco más atrás. El ambiente africanista de ‘Out of the Woods’, por ejemplo, nos remite al ‘Graceland’ de Paul Simon… de 1986. Es muy interesante que Pretty Much Amazing mencionara como influencias del disco a Pet Shop Boys (???), Roxette y Book of Love (no es muy neoyorquino el disco, no)… ¡porque ninguno editó álbum en 1989! También aparecía en el texto el DeLorean de ‘Regreso al futuro’, una película de 1985. The Quietus citaba otras influencias de gente que sí sacaba disco en 1989, como «Cindy Lauper» (sic) o Stevie Nicks (también metían a The Bangles, que no editaban nada en 1989), pero ni de coña se referían a ‘The Other Side of the Mirror’ de Stevie ni a ‘A Night to Remember’, todo un fracaso para Cyndi Lauper tras el alcance de su primer disco y de ‘True Colors’ (1986). De hecho explícitamente se referían a ‘Crazy for You’ de Madonna (1985) y ‘Time after Time’ de Lauper (1983) como sonidos decisivos.

Detalles descuidadísimos en un producto de esta categoría aparte (el vinilo, por cierto, es de los que suena penoso, ya hablaremos de esto otro día), lo que más rabia me da de ser fan de la música pop y no haber podido disfrutar de este disco, a mi entender, a todas luces mediocre, es no haber podido defender a Taylor en ciertos bretes. Dicen que es una mala persona -tiene cara de serlo, desde luego- y Diplo sostiene que no nos podemos ni imaginar sus malas artes. Ahora se dice que es la Barbie nazi. «¡Pues claro que es mala, es una estrella del pop! ¡Ha de ser calculadora!», me dan ganas de argüir. «Haceos fans de Luke Bryan, o mejor, de Sor Cristina, seguro que es una persona bellísima y limpísima, por dentro y por fuera». También se dice que es una interesada por haber llamado a Kendrick Lamar para lograr otro número 1 en el Billboard Hot 100 con el remix de ‘Bad Blood’. El interesado, en todo caso, sería él, que no ha tenido un solo single de verdadero éxito y no parece que vaya a tener ninguno por su cuenta de momento. Pero no puedo decir nada de esto con la boca tan grande como me gustaría cuando las canciones son tan feas.

A la espera de que ‘1989’ se alce con el Grammy a álbum del año después de que ‘Red’ perdiera contra ‘Random Access Memories’, para lo que tiene que derrotar al propio Kendrick Lamar, Alabama Shakes, The Weeknd y Chris Stapleton (diría que está entre ella y Kendrick, a menos que Alabama Shakes den una sorpresa tamaño Beck), y como prueba de que no le deseo ningún mal, terminemos este triste lamento con un mensaje positivo: la portada, aunque las polaroids -de nuevo- no son algo que asociaría particularmente a 1989 -su origen es anterior, su revival, posterior- sí mola. Algo es algo.

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