Tras su muerte, David Bowie nos ha dejado material de sobra para meditar sobre su vida, arte y, claro, sobre su propia desaparición, que es el eje central de su último disco, el fastuoso ‘★’. Del mismo se han extraído dos singles que, recientemente, han sido top 1 en JENESAISPOP. Analizamos sendos temas y sus correspondientes videoclips.
El simbolismo impera en los dos últimos videoclips que David Bowie publicó en vida, como Cuarto Milenio sabe más o menos. Este simbolismo es especialmente notorio en el videoclip de ‘Blackstar’, que el músico publicó el pasado mes de noviembre y que funciona como una especie de reflexión sobre la muerte y la religión a través del ocultismo. El vídeo parece revelar detalles nuevos a cada visionado. Su director, Johan Renck, no quiso desvelar demasiado en su última entrevista con Noisey, pero sí aseguraba que hay tres personajes en el vídeo, que son «Ojos de botón», el «extravagante embaucador» y el sacerdote con el libro de la «estrella negra» que tanto recuerda a las imaginería soviética y maoísta y que parece representar aquí a algún tipo de profeta. Cabe recordar que el saxofonista del álbum, Donny McCaslin, aseguró que ‘Blackstar’ va sobre el Daesh.
A estos personajes hay que sumarles el astronauta caído del principio del vídeo, que no puede ser otro que Mayor Tom, el «álter ego» drogadicto de Bowie que inicia su viaje a las estrellas en ‘Space Oddity’ y que parece haberlo terminado en la «estrella negra» de muy mala manera hace años, a tenor del estado esquelético en el que es encontrado (nótese, por cierto, la pegatina de éxtasis que lleva en su traje). Aunque su aparición es misteriosa desde el principio, una cosa sabemos, y es que «algo ocurrió el día en que murió / su espíritu se alzó y se hizo a un lado / alguien ocupó su lugar y gritó, valientemente / soy una estrella negra». ¿Ha sido Mayor Tom reemplazado por otro «superhombre»? «¿Cuántas veces puede un ángel caer?», se pregunta. «¿Cuánta gente miente en lugar de predicar con el ejemplo? / él pisó tierras sagradas / y gritó fuerte a la masa / soy una estrella negra». ¿Nos quiere decir Bowie que las estrellas humanas a las que adoramos son una farsa… incluido él?
Por si no quedaba claro que nada de lo que ocurre en este vídeo pretende ser un reflejo realista de las inquietudes de su autor, Mayor Tom es descubierto por una mujer con una cola. Esta llega, descubre al cadáver y se lleva su cráneo enjoyado a Ørmen, la ciudad que, según Bowie, es «el centro de todo». Vale la pena detenerse en este lugar por un segundo, pues Ørmen aparece en escritos del ocultista inglés Aleister Crowley, a quien Bowie leyó profusamente, y significa «serpiente» en noruego, lo que nos lleva a la mujer y su cola serpentina. El cráneo del astronauta termina en un ritual, que no pocos identifican con el antiguo ritual noruego de «seiðr» o «seider», que practicaban sobre todo mujeres, como puede verse en el vídeo. El objeto de todo este ritual es Mayor Tom, ¿pero con qué motivo? «No te puedo decir por qué», canta Bowie. «Pero sí te puedo decir cómo / todos nacimos del revés».
Construido a partir de una compleja arquitectura de simbolismos, ‘Blackstar’ es un vídeo enigmático de principio a fin. ¿Qué representa esa mirada ciega, cubierta por una venda y unos diminutos botones que parecen los de, ejem, una serpiente? ¿Ve a través de ellos más que el propio profeta que alza su mirada y su libro directamente al cielo? ¿Son los ojos esa «vela solitaria» en medio del valle de Ørmen que se va apagando? ¿Representan esos bailarines que convulsionan repetidamente el acto ciego de creer? ¿Son los espantapájaros humanos crucificados víctimas de algún tipo de ritual malogrado? ¿Qué demonios es la criatura monstruosa, casi lovecraftiana, que aparece al final del vídeo? Todo son símbolos de una oscuridad profundamente instalada en la cabeza de David Bowie que parecen mirar hacia un mismo lado: la muerte.
Porque si una cosa está clara es que Bowie dice adiós. A Mayor Tom, a David Bowie y a David Jones: a la persona, al personaje y al Dios. Y la muerte informa ‘Blackstar’, no solo el single sino todo el álbum, porque es en este disco en el que Bowie ha plasmado la idea de su propia mortalidad de manera más notable, dado que lo compuso durante sus últimos días, que vivió víctima de un cáncer. En ese sentido, se puede decir que ‘Lazarus’, dirigido también por Renck, nos lo pone un poco más fácil: ya no hay criaturas ni rituales ni mujeres con cola, ahora solo vemos a «ojos de botón» postrado en su lecho de muerte, invadido por la idea del más allá. Pero antes tiene trabajo que hacer, por eso, en otra escena, vemos al artista salir de un armario enfundado en su traje de ‘Station to Station’, el mismo que inspiró Aleister Crowley, escribiendo ferozmente en su diario. ¿Es ‘Blackstar’ lo que escribe? ¿O quizás parte de ese material póstumo que podremos oír en los próximos años? ¿O algo más personal como su carta a Brian Eno?
‘Lazarus’ es interesante porque, aunque anticipa la muerte de Bowie, funciona naturalmente como metáfora de la resurrección a través del personaje de Lázaro de Betania, de quien el Nuevo Testamento cuenta que fue resucitado por Jesucristo. Para contarnos su historia, por tanto, Bowie se sirve de un texto amargo pero de espíritu esperanzado que le encuentra, en varios puntos, transformado en un «bluebird», en un pájaro azul, tantas veces empleado a lo largo de la historia del pop para referirse a la felicidad o a la libertad, como hace aquí Bowie. «De esta manera u otra / sabes que seré libre / justo como el pájaro azul / ¿no es eso algo propio de mí?». De hecho, el músico nos habla desde el otro lado ya al principio de la canción. «Mira hacia aquí»; canta en su primera frase, «estoy en el cielo / tengo heridas invisibles / tengo drama que nadie puede robar / todo el mundo me conoce ahora». Y tanto…