Ha querido el azar que perdamos a George Michael el mismísimo día de Navidad, al mismo tiempo que media humanidad volvía a tararear ‘Last Christmas’ por trigésimo tercer año consecutivo. Y no es un decir. El brillante villancico de Wham! había vuelto a las listas de éxitos una vez más, como cada Navidad desde que fuera editado en 1984. Era una de las 40 canciones más exitosas del momento en todo el mundo en las listas correspondientes a la semana de 2016 antes de su fallecimiento y será recordado -ya lo era pero ahora más- como el gran villancico que ha dejado la música pop de las últimas décadas junto a ‘All I Want For Christmas Is You’ de Mariah Carey. Y sí, lo escribió y produjo él completamente solo. Como la mayoría inmensa de su música.
La noticia del fallecimiento de George Michael ha sorprendido poco a los que observaron su errática vida durante los últimos años -una neumonía que casi se lo lleva por delante ya en 2011, un extraño accidente de tráfico, una condena por conducir drogado- y también la ausencia de noticias relacionadas con su carrera musical, por mucho que ahora se hable de un nuevo documental que llegará el año que viene y de un álbum que planeaba junto a Naughty Boy y que no sabemos si existirá: la última noticia de BBC al respecto es de hace menos de 15 días y aunque el proyecto es claro, se dice expresamente que todavía no se habían reunido en el estudio.
Y sin embargo, aunque los más agoreros no vieran mucho futuro en un artista que ha publicado 4 discos de estudio a lo largo de 30 años, es loable el alcance, la relevancia y la versatilidad que desarrolló durante su breve discografía en solitario o los dos álbumes hedonistas que sacó con Wham! a mediados de los 80. Hoy cada cual puede recordar a un George Michael muy diferente. Habrá quien sitúe ‘Club Tropicana’ como una canción trendsetter, habrá quien no se pueda crear que exista el ‘Wham Rap!’, habrá quien hable del saxo de ‘Careless Whisper’ -su primer single en solitario pese a cerrar el segundo disco de Wham! y estar co-escrito por Andrew Ridgeley- como un punto clave en la década de los 80. ¿Y qué añadir sobre ‘Faith’, su debut en solitario, un álbum capaz de conjugar lo acústico con el funk o el R&B, resultando uno de los más vendidos de la historia? ¿Acaso es posible recordar entre su enorme cantidad de hits qué llegó primero, si ‘I Want Your Sex’, la propia ‘Faith’ o la icónica ‘Father Figure’? ¿No estuvieron todas siempre ahí?
Después de ‘Faith’ algunas cosas se estropearon para George Michael y el artista nunca volvería a ser tan famoso en Estados Unidos. Nunca sabremos si la razón fueron sus más y sus menos con la popularidad, o consecuencia de una sociedad que, como él mismo, todavía no estaba preparada para asumir su sexualidad. Ni con el Grammy a Mejor Álbum del Año por ‘Faith’ bajo el brazo -y recordemos que Bowie, por poner un ejemplo, jamás se hizo con este premio- George Michael pudo superar el trauma de ser visto como una estrella adolescente, se sentía infravalorado como autor y se negó a aparecer en los vídeos de su segundo disco, dejando que David Fincher hiciera lo que pudiera sin él, decepcionando por tanto con sus resultados en América. Conocida fue su trifulca con Sony por no haberlo sabido mover apropiadamente en el mercado, si bien George Michael reconocería también estar sufriendo las consecuencias de haber fingido ser un ídolo heterosexual para el público femenino. Porque George Michael era sexo: lo explícito de ‘I Want Your Sex’ se las tuvo que ver con la censura en muchos países, siendo editada o llamada ‘I Want Your Love’, por ejemplo, en algunas emisoras. Solo que, como sucedía a muchos chavales de 20 años durante los 80, no sabía cuál.
Ignoro si George Michael pudo ser alguna vez plenamente feliz. Reconoció estar profundamente deprimido en los últimos años de Wham! porque se estaba dando cuenta de que no era bisexual como le había dicho a Andrew o a sus propios amigos, sino gay; en 1991 se enamoró de Anselmo Feleppa, un diseñador asistente a su propio concierto en Rock In Rio, que fallecía dos años después víctima del sida; en 1997 moría también su madre a los 60 años, a la que estaba muy unido («estoy maldito», llegó a decir); y cuando todo el mundo suponía que había encontrado refugio y estabilidad en su novio Kenny Goss, quien era permisivo con sus adicciones a las drogas y al sexo, George Michael anunciaba en voz baja durante un concierto en 2011 que hacía dos años que habían roto.
Pero lo seguro es que nos hizo muy felices a nosotros. Será especialmente recordado por sus himnos post-disco, siempre tan festivos. Nadie puede estar triste mientras suena una canción que se llama ‘Wake Me Up Before You Go-Go’. Pero quizá su obra maestra fuera ‘Fastlove’. ‘Older’ (1996) no estaba dedicado solo a Anselmo, sino a Jobim, que también había fallecido casi a la vez, y en él probaba nuevos sonidos, más próximos al jazz que a la bossa, con la que podríamos vincular algún ritmo aislado, pero sobre todo el sabor de la madurez a que aludía su nombre. Junto a medios tiempos y baladas bastante reposados, ‘Fastlove’ era todo un llenapistas, elegante, calmado, pero lleno de lujuria, con una coda final que es oro puro entre un bajo precedente de lo que después presentarían Daft Punk, el acertadísimo sample de ‘Forget Me Nots’ y un George Michael que no mea fuera del tiesto a pesar de estar completamente empalmado en ese «so why don’t we make a little room in my BMW, babe?». I miss my baby…
En contraste, qué mano tenía para las baladas. ‘Careless Whisper’ es la canción que las masas están corriendo a escuchar a la muerte del artista, y muy merecidamente, pero era ‘One More Try’ la que realmente producía un fuerte nudo en el estómago nada más empezar, y ‘Jesus to a Child’, la que dedicada a su amante perdido, llevó a toda una generación a las lágrimas.
Menos interesante fue su faceta política, con aquel ‘Shoot the Dog’ dedicado a Blair y Bush que como mucho se agradeció, pero aun así podían rescatarse joyas de su último disco de estudio ‘Patience’ (2004) como el infravalorado ‘Amazing’ que tan clavado se quedaba en el cerebro desde la primera escucha aunque no fuera ni su canción más brillante ni su producción más imaginativa.
Entre todos sus hits, no podemos pasar por alto el episodio ‘Outside’, el modo en que se burló de ser detenido por estar practicando cruising en un parque de Beverly Hills después de que un policía, que luego tuvo el valor de denunciarle y pedirle pasta por ridiculizar su imagen, le tendiera una trampa en un baño. George Michael no volvió a colar una sola canción en el Billboard Hot 100 después de aquello, ni siquiera ‘Outside’, pero sí fue número 2 en Reino Unido, en la que debió de ser la semana más gay de la historia, contenida por ‘Believe’ de Cher.
Aunque haya muerto tan sumamente joven, quiero pensar que George Michael ganó una batalla histórica. Al menos a este lado del Atlántico fue tratado como un Dios, incluso su disco en directo ‘Symphonica’ de 2014 se consideró un éxito comercial, siendo número 1 en Reino Unido y disco de oro aunque probablemente no lo mereciera. Ha sido sin duda un triunfo para él (y para toda la comunidad gay, por extensión) que la sociedad europea haya entendido que un artista podía hacer canciones perfectas sobre follar, humor y arte a partir del cruising, canciones negras capaces de sonar en clubs de hip-hop americanos como ha reconocido El-P (y no se me ocurre mejor elogio que este para un artista blanco haciendo funky), baladas que pueden hacer llorar a tus padres durante toda una tarde y, como colofón, hasta un villancico que ha sonado en iglesias y clases de catequesis. ¿No es el mundo un poco mejor después de que George Michael haya demostrado que se puede ser todo esto a la vez?