¿Ha sido el regreso de ‘Twin Peaks’ el acontecimiento televisivo del verano o lo ha sido la séptima temporada de ‘Juego de Tronos’? Como si fuera necesario elegir entre ambas, durante los últimos meses ha habido cierto pique entre los seguidores de una y otra serie en nuestros foros y en otros espacios. En cuanto a audiencia desde luego no ha habido color: ‘Juego de tronos’ ha arrasado, con sus millones de seguidores haciendo esfuerzos titánicos por llevar la serie al día y así no tragarse ningún spoiler en las redes sociales o en su comunidad favorita. Y ‘Twin Peaks’ ha sido todo lo contrario: un enorme fracaso de audiencia para Showtime que deja serias dudas sobre su viabilidad e incluso sobre la tan comentada libertad artística para David Lynch, que casi se lleva por delante la serie o al menos la vinculación de este con ella. Nadie teme ningún spoiler: la lista de amigos y conocidos que han decidido bajarse del barco, cuando no pasar abiertamente del tema, no cabe en los dedos de las manos.
Y sin embargo, este verano va a ser muy difícil de disociar de ‘Twin Peaks’ para los valientes que hemos resistido, puesto que, con sus más y sus menos, ha resultado ser un producto único, distintivo y fascinante incluso (¿o sobre todo?) en sus cabos sueltos. En un mundo en el que las series nos llegan bien amasadas y preparadas para el consumo millonario tras pasar por productoras, cadenas y una interminable colección de guionistas (hasta un producto tan personal como ‘Girls’ alterna varios de ellos aparte de Lena Dunham), ha sido una gozada disfrutar de una serie en la que todas las decisiones artísticas han pasado por las manos de sólo dos personas, Mark Frost y David Lynch, únicos responsables de creación, guión y dirección.
Por supuesto, la «carta blanca» que han tenido ambos para hacer lo que quisieran ha jugado en su contra en algunos aspectos. Desde la emisión de los primeros 4 capítulos, que se subían de manera simultánea, era evidente que ‘Twin Peaks’ no iba a lograr igualar ni por asomo el impacto social que tuvo su primera temporada. Pero el simple hecho de que Lynch y Showtime lograran reunir a una mayoría tan inmensa del elenco original, contando incluso con un par de actores que pudieron rodar sus partes pero han fallecido antes del estreno de la serie, llena el proyecto de un encanto y una magia que ni ‘Boyhood‘. Y si de algo iba sobrada ‘Twin Peaks’ era de encanto, elenco y magia: Audrey, la Mujer del Leño, Andy, Shelly, Lucy, Diane… cada reencuentro 25 años después con tan míticos secundarios ha podido ser un ejercicio de onanismo para los creadores y sus espectadores, algo que los neófitos es imposible que puedan comprender si no vieron la serie original en 1990. Pero qué bien sienta una paja de vez en cuando, ¿verdad? Y David Lynch sabe hacérselas muy bien. En primer lugar, su propio personaje en esta temporada de la serie tiene un enorme protagonismo, pero es que además, el director no ha concebido esta temporada de ‘Twin Peaks’ sino como un enorme homenaje a casi toda su filmografía, con constantes referencias por supuesto a ‘Fuego, camina conmigo’, pero también a ‘Carretera perdida’, ‘Cabeza borradora’, ‘Corazón salvaje’ o, en sus momentos más disparatados, ‘Inland Empire’. Teniendo en cuenta que hace 10 años que no presenta película, y que nadie sabe si volverá a hacer una pero pinta mal, este modo de celebrarse a sí mismo sólo puede ser una buena noticia.
O casi. Porque entre verdaderos destellos de genialidad, como el modo en que se ha sustituido a David Bowie, las muchas escenas de acción tarantinescas o el impresionante final de la serie, terrorífico, angustioso y mejor incluso que el de la temporada anterior, encontramos otros que justifican esas dudas que ha despertado todo este proyecto. No me ha provocado demasiado -ni bueno ni malo- ese ya célebre plano de una persona barriendo un bar durante un par de minutos, ni me ha enfadado mucho el inmovilismo o la inverosimilitud del personaje de Dougie, que de hecho me parece que al final ha aportado una necesaria vis cómica. Sin embargo, sí es indignante o como mínimo anacrónico el tratamiento que Lynch da a algunos personajes femeninos, propio de hace 25 años o incluso más. Su querencia por los años 50 ha dejado momentos musicales y no musicales épicos -mención especial merece por supuesto su devoción por el dream pop actual-, pero a veces nos ha recordado para mal que cualquier tiempo pasado no fue mejor y que ‘Twin Peaks’ compartía tiempo y cadena con ‘Las Mama Chicho’.
A lo que me niego es al debate de que David Lynch haya ofrecido en estos 18 nuevos capítulos demasiado relleno redundante y poco noticioso. Al debate de que haya que «cortar las alas» al autor al que se le «ha ido de lo lindo la olla». Puede gustarte un producto o puedes odiarlo, se puede abrir un debate sobre licencias artísticas y se debe hacerlo sobre misoginia, pero prácticamente exigir que a un artista se le pongan trabas sobre todo en función de las modas o los nuevos ritmos del mercado es cuanto menos cuestionable. Hay suficientes productos ya en la televisión nacional e internacional amoldados al gusto de la mayoría, y en ese sentido es una suerte que hayamos podido asistir a una temporada tan «de autor» como ha sido la tercera de ‘Twin Peaks’. En ella, David Lynch no ha cerrado todas las tramas, ha escogido una serie de personajes para darles un final feliz y otros para enfrentarlos a su destino fatal en todas las dimensiones posibles. Por el camino, ha dejado de manera nada casual escenas tan inolvidables como esa en que se recrea la noche de la desaparición de Laura Palmer con ¿otro desenlace? y capítulos de una belleza tan abrumadora como el deslumbrante episodio 8, que entre bombas atómicas y más reflexiones sobre el bien y el mal, va a ser muy difícil de borrar de nuestra retina.
Y es que ‘Twin Peaks’ ha dejado de ser un pequeño pueblo de 5.000 50.000 habitantes para afectar al mundo. Las ideas de David Lynch se expanden y afectan ya al resto de Estados Unidos y de ahí a todo el universo, no para darnos respuestas a las preguntas que esperábamos (¿quién las tiene?) sino para plantear otras nuevas, para al menos poner ciertos temas sobre la mesa. ¿Quién está soñando? ¿Cuándo estoy viendo un doppelgänger? ¿Es esto el pasado o el futuro? ¡¿En qué año estamos?!
Por supuesto hay quien cree que el único objetivo de Lynch es provocar una cuarta temporada con la que llenarse los bolsillos. Pero qué equivocados están y qué poco conocen su cine (o su «televisión de autor»), siempre abierto al debate, a las interpretaciones, y a un surrealismo esquivo para nuestro entendimiento. Él, a sus 71 años, ya ha dicho que no descarta retomar ‘Twin Peaks’, pero que calma, pues tardó cuatro años y medio en escribir esta temporada. Milagrosamente me apetece volver a ver una serie desde su inicio, y voy a tener tiempo para ello. Si volvemos a vernos, que sea dentro de unos cuantos años. 8.