Que Aaron Sorkin acabara dirigiendo era cuestión de tiempo. Sus guiones tienen tanta personalidad, son tan reconocibles, que la mayoría de las películas que ha escrito parece que también las hubiera filmado. Salvo el caso de ‘La red social’, donde David Fincher impone su estilo, otras como ‘Algunos hombres buenos’, ‘El presidente y Miss Wade’, ‘La guerra de Charlie Wilson’, ‘Moneyball: Rompiendo las reglas’ y hasta ‘Steve Jobs’, por mucho que estuviera el efectista Danny Boyle detrás, llevan el sello Sorkin cosido en cada uno de sus fotogramas. Como ocurre también en sus series (‘El ala oeste de la Casa Blanca’, ‘The Newsroom’), los directores acaban siendo aplicados sastres dedicados a bordar sus diseños.
El mejor ejemplo de esto es ‘Molly’s Game’. El debut como director de Sorkin apenas se diferencia en su realización de las películas citadas. La dirección está al servicio del guión. Y menudo guión. Estas son las cinco razones para no perderte esta partida de póquer:
1. Un prólogo tan bueno como el de ‘La red social’. El director pone enseguida las cartas sobre la mesa. En apenas unos minutos, nos presenta a la protagonista, nos da las claves sobre su personalidad, planta la semilla de una excepcional metáfora que utilizará al final, pone en marcha el motor del relato y atrapa la atención del espectador como un alud bajando por una pista de esquí.
2. Otro guión de Oscar. La adaptación del libro de memorias de Molly Bloom (publicado en España por HarperCollins) es un festín para los amantes de la arrolladora prosa del escritor neoyorquino. Dos horas y media de monólogos, saltos temporales, referencias culturales y esgrima verbal que se pasan en un pestañeo. Como es habitual en sus libretos, Sorkin utiliza la biografía de un (anti)héroe moderno (en este caso una heroína) para (psico)analizarla y convertirla en un vehículo de expresión del capitalismo más salvaje.
3. Jessica Chastain. No importa que se le vaya a escapar otra vez el Oscar (este año parece un duelo entre Frances McDormand y Sally Hawkins), su interpretación de la llamada “princesa del póquer” es una de las mejores del año. Solo por recitar las frases de Sorkin a la velocidad que lo hace y sin trabarse merecería todos los premios, pero es que además su interpretación está llena de matices y complejidad psicológica. Puede ser tan resuelta, seductora y decidida, como tierna y comprensiva, o asustada y vulnerable. Da igual, siempre te la crees.
4. La importancia de unos buenos secundarios. Un íntegro abogado de derechos humanos que parece un extraterrestre en el país de Donald Trump (fabuloso Idris Elba), un experimentado jugador de póquer que simboliza el lado más oscuro de este juego (Bill Camp, el auténtico sucesor de George Kennedy), un borracho que comienza sus peroratas con frases que podían ser títulos de novela negra (un eficaz Chris O’Dowd), el personaje-broma del “jugador X” interpretado por Michael Cera (despeja la x con cualquiera de estos célebres jugadores de póquer: Tobey Maguire, Ben Affleck, Leonardo DiCaprio), y un padre tan severo por fuera como angustiado por dentro (Kevin Costner, cada vez más cómodo en este tipo de roles secundarios). Todos juegan en la partida de Chastain. Y todos ganan.
5. Las enseñanzas de Scorsese. Es evidente que a Sorkin le falta experiencia en la dirección, lo que se nota en la mecánica puesta en escena de algunas (pocas) secuencias (sobre todo en las partidas de póquer y cuando los personajes no hablan) y en la sobreexplicación (también pocas) que se da en otras. Pero no se puede decir que sea un director primerizo. Su labor como showrunner en televisión tiene mucho de realizador. En este sentido, su trabajo tras la cámara en ‘Molly’s Game’ es mucho más que correcto. Pone la dirección al servicio del guión y los actores, e imprime dinamismo a las imágenes por medio de un extraordinario montaje que podría haber firmado la propia Thelma Schoonmaker de ‘El lobo de Wall Street’ (de hecho, lo firma uno de sus “herederos”, el montador de ‘La gran estafa americana’). No es un póquer de ases, pero sí un full ganador. 8,3.