En dos semanas ‘Fariña’, historia novelada del auge, caída y superviviencia del narcotráfico en Galicia firmada por el periodista Nacho Carretero, ha pasado de ser un libro con algo de repercusión en ámbitos literarios y periodísticos a ser el libro del que más se habla en todo el país –y que se hable de un libro es ya una hazaña– y que sus copias hayan pasado a ser rarezas por las que se pagan pastizales. Y todo por el secuestro judicial ordenado, de manera cautelar, tras la denuncia por supuestas injurias y calumnias de uno de los “personajes” del libro, el exalcalde de O Grove José Alfredo Bea. Ante la polémica, Antena 3, que se hizo con los derechos del libro para adaptarlo a una serie televisiva, ha estado bien viva y ha estrenado el primer capítulo filmado –a modo de piloto para regresar cuando se culmine la filmación– días después de que estallara la controversia. Como parecía probable, la serie fue lo más visto del día de ayer y obtuvo un buen share (21,5%, 3,4 millones de espectadores).
Es evidente que, encargando esta ficción a Bambú (‘Lo que la verdad esconde‘, ‘Las chicas del cable‘), Atresmedia buscaba traducir al lenguaje patrio el éxito de ‘Narcos’, la serie de Netflix que comenzó narrando la “obra y milagros” del narcotraficante colombiano Pablo Escobar. En ese sentido, la serie es impecable desde el punto de vista de entretenimiento televisivo. Sobre todo, da con su propio antihéroe, el excéntrico Sito Miñanco –muy bien interpretado por Javier Rey–, pero además sabe reflejar, con excelentes ambientaciones, localizaciones, fotografía, vestuario y reparto (capitalizado por actores gallegos como el propio Rey, Marta Larralde, Tristán Ulloa, Tamar Novas, Celso Bugallo y buena parte de los secundarios), la Galicia deprimida de los primeros 80, y mantener el interés durante todo el metraje, presentando a los distintos clanes del narcotráfico gallego de manera atractiva –por momentos se asemeja al estilo de Guy Ritchie en ‘Snatch’– y con medidas dosis de una acción con los pies pegados al suelo –o, más bien, a la cubierta–, sin fantasías a lo ‘Fast & Furious’ como las de ‘El Niño’.
Se hace evidente que, en aras del factor ficción, se ha sacrificado la veracidad y el carácter documental que también hubiera sido de agradecer, tal y como el conocido juez Taín se encargó de hacer ver en el debate posterior a la emisión, recomendando incluso un libro distinto a ‘Fariña’ por ser más documentado. “Lo que vemos en la serie se queda corto”, dijo. Seguro que es cierto, y habría quien hubiera agradecido un tratamiento más realista y concienzudo del aspecto documental-informativo, como también es posible que las madres de los hijos que sucumbieron a las sustancias con las que traficaban –representadas también en el debate– agradecerían que no se dulcificara o revistiera de heroicidad el papel de aquellos narcotraficantes. Pero, dado que estamos, pretendidamente, ante la ‘Narcos’ hispana y, por tanto, un entretenimiento, la verdad es que es loable el equilibrio entre realidad y ficción que se logra al menos en este primer capítulo. Lo mejor, sin duda, es que deja con ganas de que se emita pronto el resto de la serie. 7.