A pesar de que el nombre de este ¿postre? no es muy atractivo, está muy rico y es de lo mejorcito de la Semana Santa. El bacalao y el potaje no me seducen por lo que me he puesto a hacer torrijas, claro que, no quedarán tan ricas como las de mamá… Pero bueno, es una receta muy fácil y no os vais a gastar mucha tela, así que fenomenal.
Bien, cortad el pan en rebanadas. Algunas de estas barras traen onditas, así decorativas, que podéis usar como referencia para las medidas. Tienen que quedar un poco gruesas, no sé, de unos 5 centímetros más o menos. Yo he calculado que con una barra de estas «especiales» te pueden salir unas 10 (torrija arriba, torrija abajo). En un bol poned la leche, una pizquina de canela y un chorrito de Cointreau, un chorrito solo, ¡eh!, no os vayáis a pillar un «pedorrija». El Cointreau es opcional aunque le da un toque muy agradable. Si no tenéis, podéis usar Ponche en su lugar. Y movedlo todo bien. Por otra parte, poned al fuego una sartén con bastante aceite, que pueda cubrir más o menos la mitad de la torrija. Y batid los huevos en otro cacharro.
Coged las rebanadas y mojadlas en la leche, empapadlas bien y escurridlas como si fueran esponjas de baño pero más suave. Rebozadlas en el huevo, una detrás de otra, y cuando el aceite esté caliente las vais echando en la sartén. Dorad bien un lado y otro, teniendo cuidado con las vueltas no os vaya a saltar el aceite, hacedlo despacito. Y con la ayuda de una espumadera las vais sacando a medida que veáis que se ponen marrones, señal de que están listas. Ponedlas estiradas, por ejemplo en una fuente, porque si las amontonáis mucho mientras están calientes se pueden aplastar. Cuando las tengáis todas podéis salpicar azúcar por encima, o deshacer miel con un poco de agua para hacer como una especie de salsa acuosa (de esa forma quedan más jugosas, la verdad).
Os deseo unas felices vacaciones y si hacéis torrijas, no os paséis comiendo que se repiten.